No llovía, o quizás no nevaba.
Yo estaba sentado de espaldas a una pared, no,
a una ventana,
la ventana de enfrente,
a mí mismo,
a todos.
No quería ser nadie.
No me atrevía a volver la cabeza.
A mis espaldas alguien observaba todo
lo que yo hacía,
y si me giraba
iría a la policía para decir: EPPUR SI MUOVE.
Hay demasiadas negaciones -pensé-
sintiéndome como el sujeto de una oración
compuesta que termina precisamente aquí.
A lo largo de la noche fui encogiéndome.
El teléfono sonaba. Era yo
comprobando si estaba en casa.
Dudaba de mí mismo.
Obstinadamente, la lluvia no caía.
Nunca olvidaré cómo no llovió aquellos días.
Aquí falta una frase.
Y aquí otra.
pág. 83 y 84 de Peking by Night de Svetislav Basara, Editorial Minúscula
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