Densa e intensa obra de carácter alucinatorio y surrealista que ahonda en una pasión amorosa obsesiva.
Dividida en dos partes, en la primera tenemos el relato de una pesadilla fuera del tiempo, con la figura de una mujer inasible y magnética que absorbe todo el ser del narrador. En esta parte se concitan imágenes y apariciones oníricas. En la segunda se reproduce de nuevo un relato de pasión amorosa enfermiza pero de corte más costumbrista; aunque surgen aquí y allá detalles, frases, y personajes repetidos de la primera parte que nos sumen en el magma de un inconsciente común.
El paralelismo entre las dos partes de la obra es evidente. Al principio de cada una se habla de la distancia del autor con la realidad y los hombres. Escribe para su sombra.
"Pues el hecho de vivir me ha revelado el abismo que me separa de los demás; he comprendido que, mientras sea posible, debo callarme y guardarme lo que pienso. Si me he decidido a escribir ahora es sólo para que me conozca mi sombra -mi sombra que se inclina en la pared y que parece leer con avidez las líneas que voy trazando-" p.10
"Quiero exprimir mi vida entera como se exprime un racimo de uvas, echar gota a gota el zumo, no, el vino, como el agua del viático, en la reseca garganta de mi sombra". p. 47
Aunque no es un reflejo mimético, la ilación entre las imágenes y palabras que se repiten en una y otra parte producen una fascinación macabra. El paisaje siempre es alucinatorio. La mujer que en la primera acude a sus brazos para morir, en la segunda huye de su abrazo, se convierte en "la zorra", objeto de un amor obsesivo, pero igualmente inaccesible. Eros y Tánatos se citan en una relación tortuosa. No es extraño que André Breton fuera un apasionado de esta obra.
El objeto de la obra parece claro:
"La agitación, el tumulto, los espectáculos fruto de la existencia de la chusma, creada tanto en lo físico como en lo moral a partir de un modelo uniforme, todo me parecía insólito y carente de significado. Desde que estaba en cama, me había despertado a un mundo tan extraño que no me interesaba, el de la chusma. Lo que yo llevaba en mí era un universo misterioso y me sentía obligado a explorarlo con minucia" p.66
Un viejo con turbante y bufanda sentado ante una joven vestida con seda negra y mechones en las sienes que le ofrece unas flores. Esta imagen se convierte en arquetípica. Es entrevista a través de un tragaluz, reproducida en sus trabajos con el cuero y se repite en un jarrón de vidrio que le regala un viejo sepulturero. También unas monedas -siempre dos krans y un abasí- y una canción entonada por un grupo de soldados van apareciendo intermitentemente, produciendo una especie de vértigo entre la vigilia y la pesadilla.
Lo más valioso es cómo crea un paisaje interior delirante que trasciende las paredes del cuarto y de la noche reverberando entre los vapores del opio. Es fascinante el modo en que consigue un laberinto colocando en el texto el mismo objeto o la misma expresión sin que sepas en qué nivel de su conciencia se produce.
"¿Podrá comprenderse algún día el misterio de esos accidentes metafísicos, de esos reflejos de la sombra del alma que sólo se perciben en la semiinconsciencia que separa el sueño de la vigilia?" p. 9
"La chispa de mi vida se perdió en la profundidad de esas brillantes pupilas de misteriosa expresión . Ese fascinante espejo absorbió todo mi ser y me arrastró hasta esas regiones en que el pensamiento humano pierde todo poder". p. 15Y la superioridad sobre la chusma y la uniformidad:
"Comprendo ahora que me había convertido en un semidiós muy por encima de las mezquinas necesidades de los hombres. Sentía que la eternidad manaba en mi interior ¿Qué es la eternidad? p. 11
"Sólo escribo para mi sombra", dice al inicio. Se trata de una claudicación. La lechuza es un símbolo de la sabiduría. Pero en su caso está ciega. La desesperación extrema le lleva a la indiferencia. En este sentido, el desinterés total le hace poderoso, como los indiferentes dioses. Y así puede afrontar el trágico final.
"Mi sombra era más real que mi cuerpo. Me pareció que el viejo chamarilero, el carnicero o la Tata y la zorra de mi mujer no eran sino otras tantas sombras mías. Sombras cuyo corro me tenían prisionero. Y yo parecía una lechuza pero los lamentos se me quedaban en la garganta y los escupía en forma de coágulos de sangre. Tal vez la lechuza padece una enfermedad que le inspira ideas semejantes a las mías. Mi sombra en la pared era exactamente la de una lechuza." p. 112
P.D. Parece ser que existe una leyenda referida a la tumba de Hedayat, situada en el cementerio parisino de Père-Lachaise. Sobre la lápida hay colocada una pirámide negra con una lechuza labrada en su superficie. Según parece todas las noches se congregan allí numerosos gatos que no dejan de maullar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.