de Tony Judt
¡Qué libro tan instructivo y
ameno para esta época convulsa!
¡Qué libro tan instructivo y
ameno para esta época convulsa!
Realmente hay que tener todo el siglo XX, con sus trágicos vaivenes, en la cabeza para trazar una visión histórica con tanta claridad.
Desde hace treinta años asistimos a un progresivo desmantelamiento de la protección social instaurada desde la 2ª Guerra Mundial en los países más avanzados de Europa.
La idea hoy imperante que repiten como papanatas todos los políticos occidentales es la de que hay que privatizar el Estado y adelgazar los servicios públicos aunque sean tan esenciales como la sanidad, la educación, las pensiones o las comunicaciones.
Pero esta primacía de lo económico y por ende lo individual no ocurre desde siempre. Se viene imponiendo solamente desde la época de Thatcher y Reagan apoyados ambos en las teorías económicas de la Escuela de Chicago.
Desmontar estas "verdades" que nuestros actuales políticos y economistas no se cansan de repetir, y demostrar lo engañoso y erróneo de estos planteamientos es lo que guía a Tony Judt: "me propongo poner en tela de juicio las ideas convencionales a ambos lados del Atlántico".
Quebrar la dictadura de la economía en el debate social y político, introducir valores éticos y sociales más allá del mero mercantilismo. Éste es el reto que afronta con vigor y bien pertrechado de ideas.
Desde William Beveridge en 1902 hasta Condorcet hace dos siglos, ya avisaban de los peligros de sustituir el debate político por la simple economía. Tony Judt trae a primer plano la historia de Occidente y sobre todo su gran conocimiento de la postguerra (no en vano su manual "Postguerra, una historia de Europa desde 1945" es la máxima referencia hoy en día) para estudiar de dónde viene esta sociedad del bienestar que ahora se está desmantelando.
El historiador describe nuestra situación actual como una sociedad eviscerada, a la que se le han sacado las entrañas. Adiós a la justicia social, al reequilibrio, a la compasión. Los servicios públicos se privatizan sean sanidad, educación, ferrocarriles o atención a los ancianos y se venden aduciendo que se hace para mejorar su rendimiento.
Judt aporta datos contundentes de que la privatización también puede ser errónea: Los ferrocarriles que privatizó Thatcher, el Metro o los Hospitales de Londres, el ferrocarril en Nueva Zelanda o las prejubilaciones en Suecia. Todos estos ejemplos de privatización ya han ocurrido y se han podido realizar estudios que analizan su fracaso. El dinero privado entra en lo público porque le aseguran poco o nulo riesgo. Se dedican a sacar los máximos beneficios, no invierten y al final cuando los servicios quiebran el Estado se hace cargo de las pérdidas. El único beneficio de las privatizaciones ha sido el trasvase de miles de millones de euros del contribuyente al sector privado. Es una delicia leer el capítulo donde expone el caso paradigmático de los ferrocarriles. Trascendiendo los datos económicos y las lecciones políticas, logra un texto vibrante sobre la vida de las comunidades y sus territorios.
La segunda parte del libro es más la reflexión de un socialdemócrata convencido ante los retos planteados. Un concepto clave en todo el libro es que "renovar nuestra conversación pública me parece la única forma realista de promover el cambio. No pensaremos de otra forma si no hablamos de otra forma."
Desde hace treinta años asistimos a un progresivo desmantelamiento de la protección social instaurada desde la 2ª Guerra Mundial en los países más avanzados de Europa.
La idea hoy imperante que repiten como papanatas todos los políticos occidentales es la de que hay que privatizar el Estado y adelgazar los servicios públicos aunque sean tan esenciales como la sanidad, la educación, las pensiones o las comunicaciones.
Pero esta primacía de lo económico y por ende lo individual no ocurre desde siempre. Se viene imponiendo solamente desde la época de Thatcher y Reagan apoyados ambos en las teorías económicas de la Escuela de Chicago.
Desmontar estas "verdades" que nuestros actuales políticos y economistas no se cansan de repetir, y demostrar lo engañoso y erróneo de estos planteamientos es lo que guía a Tony Judt: "me propongo poner en tela de juicio las ideas convencionales a ambos lados del Atlántico".
Quebrar la dictadura de la economía en el debate social y político, introducir valores éticos y sociales más allá del mero mercantilismo. Éste es el reto que afronta con vigor y bien pertrechado de ideas.
"Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy. Durante treinta años hemos hecho una virtud de la búsqueda del beneficio material: de hecho, esta búsqueda es todo lo que queda de nuestro sentido de un propósito colectivo. Sabemos qué cuestan las cosas, pero no tenemos idea de lo que valen. Ya no nos preguntamos sobre un acto legislativo o un pronunciamiento judicial: ¿es legítimo? ¿es ecuánime? ¿Es justo? ¿Es correcto? ¿Va a contribuir a mejor la sociedad o el mundo? Éstos solían ser los interrogantes políticos, incluso si sus respuestas no eran fáciles. Tenemos que volver a aprender a plantearlos." p. 16
Desde William Beveridge en 1902 hasta Condorcet hace dos siglos, ya avisaban de los peligros de sustituir el debate político por la simple economía. Tony Judt trae a primer plano la historia de Occidente y sobre todo su gran conocimiento de la postguerra (no en vano su manual "Postguerra, una historia de Europa desde 1945" es la máxima referencia hoy en día) para estudiar de dónde viene esta sociedad del bienestar que ahora se está desmantelando.
"¿Qué legaron la confianza, la tributación progresiva y el Estado intervencionista a las sociedades occidentales en las décadas que siguieron a 1945? La sucinta respuesta es seguridad, prosperidad, servicios sociales y mayor igualdad en diversos grados. En los últimos años nos hemos acostumbrado a la afirmación de que el precio pagado por esos beneficios -en ineficiencia económica, insuficiente innovación, asfixia del espíritu empresarial, deuda pública y pérdida de la iniciativa privada- era demasiado alto.Más interesante cuanto que no son meras opiniones, sino que aporta datos y estudios tan diversos como los que relacionan el gasto en Sanidad o la distancia entre las rentas de los países con el nivel de homicidios, el porcentaje de trastorno mental o la esperanza de vida.
Los datos muestran la falsedad de la mayoría de esas críticas." p77
"EEUU gasta grandes sumas de dinero en sanidad, pero su esperanza de vida sigue estando por debajo de Bosnia y sólo es un poco mejor que la de Albania" p. 33
El historiador describe nuestra situación actual como una sociedad eviscerada, a la que se le han sacado las entrañas. Adiós a la justicia social, al reequilibrio, a la compasión. Los servicios públicos se privatizan sean sanidad, educación, ferrocarriles o atención a los ancianos y se venden aduciendo que se hace para mejorar su rendimiento.
Judt aporta datos contundentes de que la privatización también puede ser errónea: Los ferrocarriles que privatizó Thatcher, el Metro o los Hospitales de Londres, el ferrocarril en Nueva Zelanda o las prejubilaciones en Suecia. Todos estos ejemplos de privatización ya han ocurrido y se han podido realizar estudios que analizan su fracaso. El dinero privado entra en lo público porque le aseguran poco o nulo riesgo. Se dedican a sacar los máximos beneficios, no invierten y al final cuando los servicios quiebran el Estado se hace cargo de las pérdidas. El único beneficio de las privatizaciones ha sido el trasvase de miles de millones de euros del contribuyente al sector privado. Es una delicia leer el capítulo donde expone el caso paradigmático de los ferrocarriles. Trascendiendo los datos económicos y las lecciones políticas, logra un texto vibrante sobre la vida de las comunidades y sus territorios.
La segunda parte del libro es más la reflexión de un socialdemócrata convencido ante los retos planteados. Un concepto clave en todo el libro es que "renovar nuestra conversación pública me parece la única forma realista de promover el cambio. No pensaremos de otra forma si no hablamos de otra forma."
"La izquierda ha sido incapaz de responder de manera efectiva a la crisis financiera de 2008 -y, más en general, al rechazo del Estado en pro del mercado de las tres últimas décadas-. Sin una historia que contar, los socialdemócratas y sus socios liberales y democráticos han estado a la defensiva durante una generación, disculpándose por sus políticas". p. 171
La desregulación de los mercados nos ha llevado a la actual crisis financiera que amenaza devorarnos, el odio a lo público quiebra nuestras sociedades y el economicismo como único valor dominante nos empobrece como personas. Hasta critica al mitificado Mayo del 68 por su exacerbado individualismo. No es la única paradoja que Judt extrae de la historia
"Han empezado a desmantelar las competencias e iniciativas propiamente económicas del Estado. Es importante que quede claro: esto no ha significado ninguna reducción del Estado per se. Margaret Thatcher -como Bush y Blair después de ella- nunca dudó en reforzar los instrumentos represivos y de recogida de información del gobierno central. (...) Son las sociedades anglosajonas, que tanto se vanaglorian de sus libertades, las que han ido más lejos en estas direcciones orwellianas". p.108
"La densa trama de interacciones sociales y bienes públicos ha quedado reducida al mínimo, y lo único que vincula al ciudadano con el Estado es la autoridad y la obediencia....que precisamente fue el sueño de los bolcheviques y los nazis" p.119
"Una vez que dejamos de valorar más lo público que lo privado, seguramente estamos abocados a no entender que hemos de valorar más la ley (el bien público por excelencia) que la fuerza." p. 128
Claro y directo en sus exposiciones, profundo en sus argumentos, ameno en los retazos históricos o personales que espolvorea. Es un libro que explica la situación actual en la corriente histórica de los últimos 150 años. Desde aquellos miserables huerfanitos de Dickens en plena Revolución Industrial hasta la protección del desheredado y las iniciativas de la postguerra afrontando coberturas sociales básicas. Muy vívido por ejemplo es el retrato de Keynes y su contexto histórico: el mundo en que vivía, estable, rico, bonancible... y a continuación la debacle de la 1ª guerra mundial. Nos habla de sus recetas económicas pero también de los sentimientos con que el profesor afrontaba su trabajo. Del cambio drástico que vivió su mundo y cómo no se dejó arrastrar por demagogias, fascismos o sectarismo. Desapasionadamente buscaba el bien común, de qué modo la economía podría sustentar el progreso y el bienestar.
Agradezo un estilo tan ágil como claro. Una exposición de datos e ideas que fulguran en cada página sin fanatismo ni ideologización. Unas miras humanistas para apreciar el devenir del género humano en las últimas décadas y desmontar ídolos y becerros de oro que hoy son lugar común. En definitiva una invitación al conocimiento de los movimientos sociales, políticos, económicos y culturales del siglo XX sin fin, lo que equivale a decir, una invitación a la reflexión. El libro se enriquece con citas memorables encabezando cada capítulo. Sirva una de ellas para concluir esta entrada
"En vez de utilizar sus recursos técnicos y materiales que habían experimentado un incremento extraordinario, para construir una ciudad maravillosa, los hombres del siglo XIX construyeron suburbios deprimentes (...) que según los criterios de la empresa privada eran "rentables", mientras que la ciudad maravillosa, pensaban, habría sido una extravagancia que, en la estúpida jerga de la moda financiera, habría "hipotecado el futuro"... La misma regla de cálculo económico autodestructivo gobierna todos los ámbitos de la vida. Destruimos la belleza del paisaje porque los esplendores de la naturaleza, de los que nadie se ha apropiado, carecen de valor económico. Seríamos capaces de apagar el sol y las estrellas porque no dan dividendos"
John Maynard Keynes.
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