Lectura que me ha proporcionado un inmenso placer. He aquí una novela criminal cincelada con la precisión de un cirujano y la sutileza de un filósofo. No me extraña que Bioy y Borges la eligieran para iniciar su legendaria biblioteca del Séptimo Círculo. La claridad de su exposición, la fina ironía, la naturalidad con que se imponen sutiles detalles y una límpida calidad literaria que excluye todo fárrago e impostura nos hace volar sobre el condado de Gloucestershire con el deleite reservado a las mejores tardes.
Su estructura. La primera parte la conforma el diario del asesino. Allí expone sus motivos y llega hasta la programación de los detalles del crimen. Tiene un arranque memorable:
"Voy a matar a un hombre. No sé cómo se llama, no sé dónde vive, no tengo ni idea de su aspecto. Pero voy a encontrarlo, y lo mataré..."
El que esto escribe sabe que nadie leerá este diario, es a su vez un escritor de novelas policiales y busca a quien atropelló a su hijo dándose a la fuga. Después de que su mujer muriese en el parto, la desaparición de su hijo le quebranta absolutamente.
La segunda es una exposición ya en tercera persona de las circunstancias del crimen. El plan previsto por este padre desconsolado es descubierto y desactivado. A pesar de lo cual la víctima muere aunque en otras circunstancias.
La tercera es la investigación pormenorizada, analítica y deductiva donde acompañamos al detective Nigel Strangeways, contratado por el escritor, y al inspector Blount de Scotland Yard en el seguimiento de todas las pistas.
La trama se enriquece con cada personaje y cada frase, la intriga es máxima y nunca gratuita. Una de las armas de la novela es que nos ofrece toda la información, conversaciones, motivaciones, horarios y movimientos; pero nos falta el clic que lo recomponga todo. La resolución es sorprendente y elegante como toda la obra.
El escenario y la trama son típicamente ingleses, pero el autor los trasciende. Aprecio en su relato un exquisito gusto literario para componer con naturalidad personajes y situaciones palpitantes donde vibra el corazón humano.
Creo ver un paralelismo con la película Gosford Park del gran Robert Altman. En ella, el escenario de una mansión inglesa con crimen sirve como ejercicio virtuoso de narrar. Que la resolución del crimen no es lo principal lo demuestra el torpón inspector que investiga los hechos. El verdadero reto está en el relato, una composición coral a múltiples niveles. En nuestra novela el escenario y el crimen son la arquitectura donde brilla un enorme talento literario. Así lo denota la elección de un diario delator con múltiples claves que leemos nosotros y también analizan la policía y el detective. O las varias interpelaciones metaliterarias. "Usted imaginario lector, hypocrite lecteur, mon semblade, mon frère, será mi confesor. No le ocultaré nada", o "así habría parecido a uno de esos observadores omniscientes y ubicuos de Thomas Hardy" (pág. 122).
Junto con otros poetas de izquierda como S. Spender o W.H. Auden formó el "grupo de Oxford". Todos ellos desarrollaron un intenso activismo en favor de la República en la Guerra Civil Española.
Los personajes poseen un trazo preciso, como la matrona de la mansión capaz de matar para salvaguardar el honor del apellido, el propio escritor-asesino con su diario. La presentación del detective es magnífica y aristocrática, en la estela de un Sherlock Holmes mortalmente aburrido cuando no tiene un buen crimen que llevarse a la boca. Este excéntrico detective protagoniza varias novelas de Blake.
De esta novela rodó una notable película el gran Claude Chabrol.
En esta edición de Booket se mantiene la presentación del autor que redactaron Bioy y Borges. Por ella conocemos que Nicholas Blake es el seudónimo de Cecil Day-Lewis, poeta, y que según Howard Haycraft "es de los pocos escritores que concilian la excelencia literaria con el arte de urdir misterios perfectos. Trátase de un maestro del género policial." Otras obras suyas son La cuestión de las pruebas, Malicia en el País de las Maravillas, Oh, envoltura de muerte o un puñal en mi corazón.De esta novela rodó una notable película el gran Claude Chabrol.
Junto con otros poetas de izquierda como S. Spender o W.H. Auden formó el "grupo de Oxford". Todos ellos desarrollaron un intenso activismo en favor de la República en la Guerra Civil Española.
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