Extraña y atractiva novela que mezcla el estilo de dos autores tan diferentes como Le Carré y Kafka.
Un espía es advertido de que va a ser sustituido. Sospechosamente, la central no se lo ha comunicado. Es verdad que él se ha integrado en demasía. Ha cambiado el hotel oficial por una casucha en el barrio de curtidores, es cliente fiel de los baños turcos -verdadero mentidero de la ciudad- y ha recogido de la calle a una niña enfermiza que vive con él.
La novela nos ofrece el relato desde dos puntos de vista. Tal y como se refiere a sí mismo, "yo=Spaik" es el viejo y gordo espía a sustituir y nos relata su forma de vida, lo que ha llegado a conocer de la ciudad, su reciente historia y la amenaza que se cierne sobre ella. Faltan pocos días para el aniversario de la muerte de un líder espiritual y revolucionario que expulsó a los occidentales. De otro lado -y también en primera persona- uno de los dos espías que llegan, camuflados como representantes de la ONU, dispuestos a encontrarlo y sustituirlo.
La alternancia de ambos puntos de vista produce una especie de movimiento que nos mece. Es muy curioso cuando los dos coinciden sin conocerse y recibimos el relato duplicado de ese mutuo extrañamiento.
La acción, los entresijos, las consignas nos remiten a Le Carré. Pero la descripción pesadillesca de la ciudad, con barrios como el de Goto donde los extranjeros no pueden entrar, el barrio de los egígeos circundado por un dédalo de calles inexpugnable o incluso la buhardilla que habita Spaik, rememoran los sombríos ambientes kafkianos. Sin olvidar la presencia constante y ominosa del líder muerto Gahis.
En la religiosidad de Gahis, sus normas para la comida, el vestido, el odio al extranjero, etc. podemos entrever un trasunto del islamismo radical. Pero ni el país, ni la época (aunque el año 2.000 es un recuerdo), ni la religión están identificados. Existen pocos o ningún asidero a la realidad. La ciudad es Libidisi, pero el nombre no aparece sino hasta la página 200. El autor nos hace habitar un mundo sombrío, cerrado, remoto, exótico y preñado de amenazas.
La ciudad es laberíntica, los personajes son laberínticos, las comunicaciones son laberínticas y verdaderas antigüallas. Spaík, ya no sabe exactamente quién es o qué hace en Libidisi, Freddy que regenta los baños donde se producen todo tipo de encuentros y negocios, es a su vez un antiguo espía.
Hay seres y zonas con un aura oscura y mítica como Gahis, que murió después de dirigir una sangrienta revuelta. El barrio de Goto, absolutamente prohibido a los extranjeros que sólo pueden visitarlo escondidos en los bajos de un carromato. La bellísima directora del Hotel La Esperanza, el joven que se hace pasar por muchacha -Leila Calvin- y trafica con informaciones, sexo y la droga local chug. Una droga que lleva hasta el borde de la muerte a los occidentales porque carecen de una enzima para metabolizarla.
Extraña y fascinante.
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