Llevaba tiempo queriendo leer a Alice Munro. Mi primer contacto con ella ha sido desconcertante. Me ha costado entrar en el libro. Se trata de historias largas, que se desarrollan con la parsimonia de una novela que va hurgando en cada personaje como si tuviese 500 páginas por delante.
En "Han llegado naves espaciales" la trama se desarrolla en la juventud y en el desenlace son ya adultos que vuelven al pueblo para comprobar el paso del tiempo, la inanidad de sus vidas. En "Estación de viacrucis" ocurre lo mismo. La narración abarca el arco de toda una vida. El relato concluye en la vejez. La última vuelta de tuerca es para comprobar que la vida se sigue derrumbando, las traiciones se convirtieron en cicatrices y lo que fuimos aparece tan remoto como algo ajeno.
Me desconcierta que los desenlaces se produzcan en un anticlimax. Casi nunca hay un punto final, sino un punto y seguido. No son cuentos al uso. Los personajes son cotidianos, casi vulgares, nada heroicos, ni turbios.
La escritura es precisa, fluye con naturalidad. Las historias suelen tener un bucle inicial. Una situación donde confluyen varios personajes. Conocemos a cada uno y finalmente al protagonista, hasta volver a la situación inicial, pero ya con los personae reconocibles.
Otra vía de acceso al personaje es la indirecta. Conocemos los hechos a través de cartas que se intercambian dos personas. Aquí la autora demuestra su maestría ya que se leen con verdadero interés y fruición.
Uno de los cuentos que más me ha gustado ha sido "Estación de viacrucis". Creo que aquí está toda Munro. Es detallado y largo como una novela. No tiene la tensión de un cuento pero sí mantiene el interés. Los personajes son un tanto excéntricos pero muy cotidianos. Aunque se enfrentan a la vida en condiciones muy duras, en medio del bosque y la nieve, no hay heroicidad. Incluso hay una aceptación casi animal. En muchas ocasiones hecho en falta la emoción. La vida les atropella, los endurece, se defienden como pueden, pero no hay emoción.
Creo que estas son las dos diferencias con Alistair Macleod. Allí son cuentos tensos y la peripecia de las personas muchas veces condicionados por el entorno natural (también Canadá) sí me producen emoción.
Munro huye de alharacas. Incluso en la "Virgen albanesa", con dos historias cruzadas, una de ellas de supervivencia en una inhóspita tribu; no fuerza la narración exótica. La aventura se resuelve desde una intimidad sosegada, que duda si es realidad o sueño.
En "Secretos a voces" se produce la desaparición de una niña. Imperceptiblemente, a través de un sueño y sin identificarlo plenamente, la protagonista entrevé el crimen, lo que sucedió. Pero no suenan timbales y clarines. Esa visualización borrosa queda empañada, no trasciende. Otro de los que me ha gustado ha sido "El Jack Randa Hotel". El aburrimiento, la postergación de la felicidad, la protagonista abandonada por su marido y su decisión de aventurarse tras él. En la ciudad de destino, aprovecha una circunstancia favorable para suplantar a otra mujer y así poder cartearse en secreto con él mientras vive a dos calles y lo espía. La vida como un juego extraño. Me recuerda al relato "Wakefield" de Hawthorne.
En vez de "Secretos a voces" quizás tendría que haberlo titulado "A voces en secreto". Cada vida grita, cada alma lucha titánicamente, pero impera la vida simple, modesta, tiránica. En su partitura no existe el vivace o el presto. Esta es otra característica de Munro. Y para percibir esas vibraciones íntimas, la sintonía en la lectura ha de ser finísima, total.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.