Negra y entretenida novela de secretos familiares que acaban aflorando. John Glass es un periodista que ha abandonado su carrera al casarse con la hija del Gran Bill Mulholland, antiguo agente de la CIA y ahora supermillonario e influyente hombre de negocios. Su suegro le encarga redactar su biografía y Glass contrata a un investigador para que le ayude a documentarse, el cual a los pocos días aparece asesinado.
Novela de escasos personajes, ni media docena, que establece un mundo cerrado, de abrumador pasado donde hay suidicios, adulterio y venganzas. El autor va delatando los engranajes de esta familia y con gran habilidad resalta aquí y allá un clic más agudo que nos remite a un recuerdo o establece una relación insospechada.
El autor añade en cada capítulo un punto de interés, un gesto, un detalle, una llamada que nos invita a la propia deducción.
Glass sabe que remover el pasado puede ser muy peligroso. En su conversación con el investigador, éste ya le había avisado:
El género criminal suele ser cínico y sentencioso. La novela juega y brilla también con estos elementos:"...voy a tener que decirte, con todas las letras si hace falta, que todo el mundo guarda sus secretos, y sobretodo guarda sus culpas". (pág. 22).
"Lo malo de fumar era que el deseo de fumar resultaba mucho mayor que la satisfacción que se obtenía". (pág. 24)
"Eres irlandés -dijo ella- no me irás a decir que no es posible que alguien se sienta culpable por más que sea inocente del todo" (pág. 160)
"Las mujeres ven en sus parejas a un hombre que nadie más acierta a ver" (pág. 148)Benjamin Black, es notorio, esconde al notable escritor irlandés John Banville. Su forma de escribir es elegante y precisa:
"El silencio que siguió a su pregunta fue un abismo al que ambos se asomaron un momento antes de dar un rápido paso atrás"(pág. 24)
Los personajes se escoran e interfieren de un modo tan ambiguo que el abrumado periodista -ante la clave de la situación- intenta explicar a su amante:
"Hay un experimento que los científicos realizan a veces y que consiste en lanzar una partícula atómica contra una superficie en la que hay dos estrechas ranuras, y esperar del otro lado de la superficie a ver qué pasa. Lo que pasa es que se forma un patrón de interferencia, como si la partícula no fuese una partícula, sino una onda. Dicho de otro modo, esa partícula única parece entrar al mismo tiempo por ambas ranuras, con lo cual -rió- es como si interfiriese consigo misma." (pág. 192)
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