domingo, 22 de junio de 2014

TRANSCENDENCE - de Wally Pfister















"-¿Usted quiere crear su propio dios?
-Pues claro, ¿no es lo que hacemos constantemente?"
Así responde en una conferencia el científico Will Caster (J. Depp), experto mundial en Inteligencia Artificial (IA). Su idea es crear una inteligencia que pueda acumular todo el conocimiento humano y dotarlo de consciencia y emociones.

El asunto es muy ambicioso: trascender al ser humano, dar un paso cualitativo que nos ponga a otro nivel. Una inteligencia artificial que basándose en las pautas de la mente humana multiplique exponencialmente sus posibilidades: de decisión, computación o análisis. El doctor Caster resulta herido de muerte y su mujer Evelyn (Rebecca Hall), con tal de no perderlo, no duda en volcar su cerebro en un superordenador.  La premisa es de lo más interesante, pero el desarrollo demuestra la dificultad del empeño.

En la tesitura de hacer vivir al científico su propia hipótesis, el guión se aplica a quemar etapas demasiado rápidamente. Todos los avances en ordenadores cuánticos y nanotecnología se precipitan y de un modo inverosímil se convierten de la noche al día en funcionales y operativos. 

Un profesor va a morir y debe volcar su mente en un ordenador. Resuelto y a otra cosa. Convertido en Inteligencia Artificial se expande por la Red clonándose en cada ordenador hasta convertirse en un dios omnipotente e indestructible. Resuelto y a otra cosa. Necesitado de expansión y energía permanente, su mujer se instala en un poblacho y en sólo dos años monta un emporio de paneles solares y ¡cinco niveles subterráneos! de laboratorios y ordenadores cuánticos. Pues eso, resuelto  y a otra cosa. 

Lo que pasa es que a estas alturas, la película discurre lejos de tí, la física cuántica aspira a la metafísica y según vemos convertirse al científico en un mesías capaz de recomponer los cuerpos y dominar la materia, la trama pierde interés y la historia languidece. Apenas queda un resquicio para la historia de amor entre la mujer y la máquina; que además, también fracasa. Más si la comparamos con la maravillosa y reciente Her de Spike Jonze.
Incluso la intervención de unos terroristas tecnófobos resulta desangelada.


Proponer una ficción sobre la evolución biológica, la inteligencia y el cosmos puede ser algo tan abstracto y complejo que fagocite cualquier proyecto. En este sentido obras como Hacedor de estrellas (Olaf Stapledon) en literatura, o 2001: una odisea espacial (Stanley Kubrick) en cine, son cimas tan legendarias como infrecuentes. Incluso Matrix (Wachowsky Bros.) sería otro tipo de propuesta tan entretenida como interesante respecto a la realidad virtual. Pero esta Transcendence acumula ideas (debate ético del papel de la tecnología, relación hombre-máquina, posibilidad de expandir la consciencia) sin saber articularlas. 

El intento es loable en cuanto tiene de búsqueda de verosimilitud (buscaron el asesoramiento de la UCLA) y un ritmo narrativo que huye del thriller para centrarse en la reflexión. Pero las ideas (la búsqueda de los límites del conocimiento), ocupan demasiado en la carga narrativa, dejando poco hueco a lo emocional. Olvida que las cuestiones sobre la naturaleza humana deben entrañar humanidad. 

Es interesante la reflexión sobre el papel de la tecnología en el desarrollo humano. Llegado el caso, el doctor Caster puede reparar cualquier tejido humano e incluso regenerar órganos para evitar la muerte; pero quién controlaría esta tecnología, para quien estaría al alcance. Al curar a los enfermos mediante la nanotecnología, el nuevo mesías se asegura de que permanezcan interconectados, como en una mente colmena. Felices y sanos pero controlados. Momentos como este nos remiten al clásico La invasión de los ladrones de cuerpos. Del mismo modo que cuando Evelyn se esconde en un edificio abandonado para recomponer virtualmente a su marido, no podemos dejar de recordar el mito de Frankenstein. 

Esta es la primera película que dirige Wally Pfister, hasta ahora habitual director de fotografía con Christopher Nolan en cintas como Memento, Origen o El Caballero Oscuro

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