lunes, 22 de noviembre de 2010

Kim

de Ruyard Kipling Borges calificaba a Kipling como el maestro de los cuentos e historias que perseveran en nuestro corazón de forma indeleble. Y es verdad que muchas de ellas y muchos de sus personajes tienen esa cualidad de estar asentados en el inconsciente colectivo, tal y como ocurre con los de Shakespeare, Cervantes o Stevenson.

Pronto descubrimos que Kim es Kimball, un huérfano pordiosero de origen irlandés que se gana la vida perfectamente en las calles de un ciudad en la India. Y en la calle es donde encuentra a un lama tibetano al que acompañará en su búsqueda de un río santo: velará por el sostén del lama como el clásico golfillo de la novela picaresca. Mientras tanto el lama orientará su formación. En esas calles y en esos viajes Kim entrará en contacto con las caravanas que cruzan la India y recopilará valiosa información para el espionaje inglés. En la novela se describe lo que se conoció como El Gran Juego, conflicto político entre el Imperio Ruso y el Imperio Británico sobre tierras de la India.
La descripción de la vida en las caravanas, la dualidad entre aventuras y espiritualidad, los sucesivos cuadros que encuentran en  la peregrinación nos permiten conocer las costumbres, las castas y las religiones de una forma muy vívida. Finalmente la solidaridad masónica ofrecerá a Kim una educación occidental. Para siempre vivirá entre dos mundos.

Kim reune un puñado de cualidades admirables: el relato iniciático de un niño mientras se hace hombre, el de un hombre santo en busca de un río, el de las aventuras coloniales en la India, las peripecias de la novela de espías o el relato tradicional de aventuras en remotos paisajes. Todo ello se adereza en esta novela extraodinaria que te arrastra por un río de vitalidad y hermosura.
Asistimos a través de los ojos de Kim al despliegue de la vida, con sus dudas y desasosiegos; de la aventura, de los hilos que tejen el propio destino.
Emocionante e imprescindible.

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