Humillados y cabreados.
Este juego con el clásico título de Dostoyevski me venía a la cabeza mientras volví a ver Crash. El policía con su padre enfermo, el director de TV, la mujer del fiscal, el joven negrata, el anciano persa que sobrevive con su tienda....Todos sufren la humillación del otro, del sistema, de la sociedad que hace crash. Hasta el policía íntegro interpre-
tado por Don Cheadle es humillado por su madre y por el propio fiscal que en interés de preservar unos votos, le fuerza a un testimonio sesgado.
Este juego con el clásico título de Dostoyevski me venía a la cabeza mientras volví a ver Crash. El policía con su padre enfermo, el director de TV, la mujer del fiscal, el joven negrata, el anciano persa que sobrevive con su tienda....Todos sufren la humillación del otro, del sistema, de la sociedad que hace crash. Hasta el policía íntegro interpre-
tado por Don Cheadle es humillado por su madre y por el propio fiscal que en interés de preservar unos votos, le fuerza a un testimonio sesgado.
La película conjuga una serie de historias con doble recorrido. En un principio la humillación y el cabreo. Posteriormente cada personaje tendrá una segunda oportunidad.
Las historias están magníficamente trabadas. El desarrollo dramático de cada personaje es variable. Enorme el de los policías y los dos jóvenes delincuentes negros. Más tenue el del cerrajero chicano y el del fiscal; pero no por ello menos interesantes. La historia del cerrajero con su hijita y la capa maravillosa conmociona. Y la de la mujer del fiscal -ella misma reconoce, "me paso el día enfadada"- encontrando consuelo en la criada a la que suele humillar conmueve.
La sociedad se descompone y nosotros gritamos y nos pisoteamos. Las historias están magníficamente trabadas. El desarrollo dramático de cada personaje es variable. Enorme el de los policías y los dos jóvenes delincuentes negros. Más tenue el del cerrajero chicano y el del fiscal; pero no por ello menos interesantes. La historia del cerrajero con su hijita y la capa maravillosa conmociona. Y la de la mujer del fiscal -ella misma reconoce, "me paso el día enfadada"- encontrando consuelo en la criada a la que suele humillar conmueve.
Oímos decir: "En cualquier ciudad la gente se tropieza contigo, en Los Angeles nadie te toca".
La vida continua y nos ofrece otra oportunidad. el anciano persa encuentra a su ángel protector, la mujer del fiscal reconoce a la sirvienta como su única amiga. El policía interpretado por Matt Dillon, primero soez y agresivo, posteriormente es capaz de jugarse la vida para salvar a la misma mujer que antes había agraviado.
Más cruel es el destino del "poli bueno" interpretado por Ryan Phillippe. Intentando mantener la cordura y el equilibrio, termina por cometer un crimen que por gratuito resulta demoledor.
Encuentro de gran valor ético la representación de los dos policías enfrentados. El más veterano, quizás avergonzado por su actuación ante el compañero le reconoce: "ya verás cuando lleves aquí muchos años". Me interesa mucho el modo en que ambos, según las circunstancias pueden aparecer como malvados o solidarios. Esa representación de que no todo es blanco o negro.
El propio ladronzuelo de coches se redime cuando encuentra una furgoneta llena de asiáticos que van a ser literalmente vendidos. Él los libera y hasta les da el poco dinero que lleva.
Podemos caer, pero quizás sólo necesitamos una oportunidad para redimirnos: "Creemos saber quienes somos. No tenemos ni idea."
El montaje posee una cadencia rítmica espectacular. Como en un baile alternamos las historias. El choque (Crash) de vehículos con el que comienza la película, abre un círculo fulgurante y variopinto que se cierra maravillosamente con Don Cheadle en el mismo descampado donde hay un muerto, como preguntándose ¿pero qué ocurre? Y nosotros que hemos visto la película creemos atisbar la respuesta.
Encuentro de gran valor ético la representación de los dos policías enfrentados. El más veterano, quizás avergonzado por su actuación ante el compañero le reconoce: "ya verás cuando lleves aquí muchos años". Me interesa mucho el modo en que ambos, según las circunstancias pueden aparecer como malvados o solidarios. Esa representación de que no todo es blanco o negro.
El propio ladronzuelo de coches se redime cuando encuentra una furgoneta llena de asiáticos que van a ser literalmente vendidos. Él los libera y hasta les da el poco dinero que lleva.
Podemos caer, pero quizás sólo necesitamos una oportunidad para redimirnos: "Creemos saber quienes somos. No tenemos ni idea."
El montaje posee una cadencia rítmica espectacular. Como en un baile alternamos las historias. El choque (Crash) de vehículos con el que comienza la película, abre un círculo fulgurante y variopinto que se cierra maravillosamente con Don Cheadle en el mismo descampado donde hay un muerto, como preguntándose ¿pero qué ocurre? Y nosotros que hemos visto la película creemos atisbar la respuesta.
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