martes, 28 de octubre de 2025

NO HAY que ESPERAR a LOS BÁRBAROS...








No hará falta esperar a que los bárbaros invadan Roma, el Imperio Americano ya los tiene dentro y tienen carta de naturaleza.

El país que durante casi un siglo se ha venido presentando como la cuna de la democracia, la libertad y los derechos civiles ha iniciado una deriva social y política hacia el autoritarismo y el fascismo que marcará las próximas décadas. El asalto al Congreso del 6 de Enero de 2021 fue la confirmación de que el "Yes we can" que enarboló Barak Obama para acceder al poder fue un espejismo y los que Sí Pueden cambiar definitivamente el rumbo de la primera potencia mundial son los reaccionarios que están recortando derechos y libertades en nombre de una moral rancia y trasnochada que los sitúa en la senda de los talibanes. 

Al igual que esos fanáticos religiosos se basan en una pretendida moral para imponer lo que hay que pensar, opinar o leer bajo graves coacciones y amenazas. Todo ello en nombre de una libertad que enarbolan con vocerío mientras se la roban a todos los demás. En una sociedad genuinamente libre cada uno puede practicar sus creencias en un clima de tolerancia y libertad, pero estos ultramontanos quieren imponer su moral retrógrada al resto. Está claro que la censura tiene que ver con el control social y de pensamiento.

Esto viene a cuento de las leyes que desde 2021 se vienen promulgando, cada vez en más estados, PROHIBIENDO determinados LIBROS en escuelas y bibliotecas públicas de EEUU. Lo que viene a sumarse al intento de control de las universidades y los medios de comunicación para imponer su montaraz relato. La Organización PEN America asegura que esta ola de censura responde a una “campaña ideológica organizada” que busca restringir el acceso a obras literarias que representen realidades diversas. “Estamos ante un movimiento político que busca controlar lo que los estudiantes leen, piensan y sienten”, ha comentado Suzanne Nossel, directora ejecutiva de esta entidad.

PEN América ha publicado un informe donde se recoge que durante el año escolar 2024-2025 se registraron 6.870 casos de prohibiciones de libros en escuelas públicas de Estados Unidos, situación que afectó a 87 distritos escolares en 23 estados. El anterior curso, 23-24, supuso un pico de más 10.000 libros afectados, lo que triplicó los datos del curso previo, 22-23, cuando se registraron 3.362 libros prohibidos.

Desde julio de 2021 las prohibiciones han afectado a más de 22.000 libros en 415 distritos escolares de 43 estados, según recogen los informes del PEN América. Esta es una organización que defiende los derechos humanos y la libertad de expresión con el foco puesto en el acceso a la lectura y la literatura. En su informe advierte que este último cuatrienio es el periodo más agresivo contra la libertad de lectura en la historia reciente del país.

La censura se ejerce a muchos niveles, sea local, estatal o federal. La avalancha de iniciativas provienen de individuos, familias o asociaciones civiles y religiosas vinculadas a grupos ultraconservadores que someten a extrema presión tanto a profesores como a Juntas Escolares. Dos de estas asociaciones son Moms for Liberty (Madres por la libertad) y Parents Defending Education (Padres en defensa de la educación). En estados como Arizona, los padres pueden demandar directamente a profesores y escuelas si consideran que se ha incumplido la ley. Por su parte Missouri quiere impedir que se utilicen fondos públicos para comprar títulos que puedan tener contenidos “lascivos”. En 2023 el gobernador de Florida, Ron de Santis, firmó la Ley HB 1069 que permitía limitar cualquier tipo de material (incluyendo libros) que pudiera relacionarse con la orientación sexual, la violencia o la identidad de género; así como por su lenguaje o si su contenido estaba relacionado con la raza, la política o la religión. Estos criterios tan generales y difusos provocaron una ola de cancelaciones que se llevó por delante a 16 libros de Stephen King o clásicos como Ana Karenina de Tolstoi y Por quién doblan las campanas de HemingwayCuando Stephen King descubrió la cancelación de sus libros en 2023, escribió en Twiter con suma ironía: “¿16 de mis libros? Debo estar haciendo algo bien”.



Lo peor de todo es que el fenómeno se ha normalizado dentro del sistema educativo público, con decisiones impulsadas por presiones políticas, grupos ultraconservadores y denuncias de padres de familia. Los criterios que establecen estas leyes suelen ser muy vagos e imprecisos (como "protección de menores", "derechos parentales" o "contenido sexual inapropiado"), lo que facilita la arbitrariedad de estos grupos de presión. Basta que en el texto unos adolescentes estén explorando su sexualidad o que aparezca un personaje gay o lesbiana, o que simplemente en la obra aparezca una escena amorosa para que pueda ser etiquetado como "material sexual inapropiado"; lo que deriva en su eliminación sistemática de los programas escolares y bibliotecas públicas. 

Así se ha llegado a prohibir clásicos literarios como Cien años de soledad (García Márquez), Sidharta (Hemann Hesse), Al Este del Edén (John Steinbeck), Doctor Zhivago (Boris Pasternak), El señor de las moscas (William Golding) o Mientras agonizo (William Faulkner). Tampoco han tenido escrúpulos para cancelar novelas juveniles de éxito como El libro de la selva (Ruyard Kipling), Wicked (Gregory Maguire) o Los Juegos del Hambre (Suzanne Collins). Incluso han llegado a erradicar autores respaldados por el Premio Nobel, el National Book Award o el Pulitzer, premio que ganó Junot Díaz con su libro La maravillosa vida breve de Óscar Wao, lo que no le ha salvado de ser cancelado. Si observamos el histórico de los libros prohibidos podemos apreciar el delirio de estos censores al suprimir textos como la biografía del Dalai Lama, el Diario de Anna Frank o la biografía de la activista de los derechos civiles Rosa Parks.

Como se ve muchos de los libros prohibidos son parte de la memoria colectiva de Occidente y retratan experiencias de resistencia, amor y dignidad frente a la opresión.



La posibilidad de que los maestros afronten demandas y amenazas a sus licencias profesionales por incluir libros prohibidos ha generado un clima de autocensura. “Se está instalando una cultura del miedo que limita el pensamiento crítico y la diversidad de ideas”, advierte el informe. Este campo minado amparado por leyes estatales pretende erradicar cualquier contenido relacionado con la esclavitud, el racismo, la comunidad LGBTQ+, las políticas contra la discriminación de género o de inclusión social. Pero también se están excluyendo títulos que abordan cuestiones tan sensibles como la migración, la muerte, el abuso, la salud mental, el bullying, el suicidio, la drogadicción o la salud sexual.

Es imposible no acordarse de la quema de libros efectuadas por los nazis en la jornada negra del 10 de mayo de 1933  o de la novela Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. Según el más reciente informe de PEN América, los estados con más prohibiciones son Florida, con más de 2.000 casos registrados, seguida de Texas, Tennessee y Pensilvania; mientras que Minnesota y Michigan estudian medidas similares. 

PEN America concluye que la censura en las escuelas estadounidenses “no solo amenaza la libertad de lectura, sino el derecho de los estudiantes a formarse con pensamiento crítico y diversidad de ideas”. Como dijo Amy Perwien*, una madre del condado de Collier (Florida): “La ignorancia no protege la inocencia. Por tanto, no estamos protegiendo la inocencia de nuestros hijos restringiéndolos. Simplemente los estamos dejando sin educación”.










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Numerosos padres y alumn@s luchan contra esta ola de cancelaciones con diferentes estrategias. Por ejemplo han nacido muchos clubs de lectura para leer y comentar precisamente los libros desaparecidos de sus bibliotecas y centros educativos. Esa fue la ironía que utilizó el comediante Steve Martin , quien agradeció al distrito escolar que prohibiera su libro Shopgirl: "¡Ahora la gente que quiera leerlo tendrá que comprar un ejemplar!". 
La prohibición de libros es algo que aqueja a la Humanidad desde el mismo nacimiento de la imprenta, pero en EEUU ha sido más persistente que en otros países occidentales. En época tan reciente como 1982, el Tribunal Supremo abordó abiertamente el tema en la demanda que presentó un grupo de estudiantes contra un consejo escolar de Nueva York por retirar libros de autores como Kurt Vonnegut y Langston Hughes. El consejo los consideraba "antiamericanos, anticristianos, antisemitas y simplemente asquerosos".

"Los consejos escolares locales no pueden retirar libros de las bibliotecas escolares simplemente porque no les gusten las ideas contenidas en esos libros", dictaminó el alto tribunal en el caso Island Trees Union Free School District contra Pico, citando los derechos de la Primera Enmienda de los estudiantes. 

No obstante, los bibliotecarios tuvieron que hacer frente a tantos desafíos en relación con los libros a principios de la década de 1980 que crearon la Semana del Libro Prohibido, un evento anual centrado en la libertad de lectura que se celebra desde entonces entre los meses de Septiembre y Octubre. Dicha Semana cuenta con el apoyo de multitud de organizaciones como la Asociación Americana de Bibliotecas, la Sociedad Americana de Periodistas y Autores, Amnistía Internacional, el Gremio de Autores, PEN America, la editorial Penguin Random House, etc, etc.**



* Recogido en un artículo de Belén Marinone en Infobae.com

** Estos dos últimos párrafos los he tomado del artículo publicado en National Geografic por Erin Blakemore con el título "Cómo y por qué se han censurado libros en EEUU a lo largo de la Historia". 

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