En esta época de imposturas y violencia anoche me apareció en el menú de una plataforma digital esta película. No dudé en sumergirme de nuevo en esta historia llena de autenticidad. Maudie es una película canadiense-irlandesa de 2016 que retrata la vida de Maud Lewis, una pintora canadiense con artritis que se hizo famosa por sus pinturas naif, dueñas de una expresividad muy personal. El inquebrantable espíritu de Maud merecía una película así de franca y conmovedora.
Maud (Sally Hawkins) es una joven dulce y frágil que depende de su tía y de su hermano, aunque no la soportan. La tratan como si fuese una impedida por lo que ella se siente secuestrada. Maud quiere tener una vida autónoma y plena a pesar de ser una tullida atacada por una artritis reumatoide que retuerce sus manos y su cuerpo, dificultando su movilidad. Eso sí, tiene un carácter indomable que le hace huir de las humillaciones familiares aceptando el primer trabajo que se le pone a tiro: será la criada de Everett Lewis (Ethan Hawke), un huraño pescador que vive en una cabaña miserable.
La relación con Everett es de lo más disfuncional. Él es un tipo tosco que trata con desprecio a Maud: "Estoy yo, luego los perros, luego las gallinas y después tú", le advierte. El mundo parece no contar con Maudie, pero ella se basta y sobra. Le costará unas cuantas semanas convencerle de que puede hacer las tareas de la casa y prepararle la comida a pesar de su discapacidad; pero finalmente logrará establecer con él una relación de respeto que evolucionará a más.
Sally Hawkins aporta una interpretación sumamente delicada y profunda, capaz de expresar fragilidad a la vez que una firme decisión para conseguir la felicidad. Ethan Hawke no le va a la zaga. Logra componer un personaje muy complejo, burdo y grosero, en ocasiones abusivo; pero que acabará admirando el valor de Maudie convirtiéndose en su fiel compañero. Está claro que su zafia actitud proviene de unas duras condiciones de vida y de su nula educación tras su paso por el orfanato local. Maudie logrará sacar lo mejor de él. El rechazo y la incomprensión que sufren ambos acabará uniéndolos definitivamente.
La película en ningún momento cae en lo melodramático. La cámara permanece neutra y simplemente deja que dos actores inspirados nos convenzan de la enorme humanidad que son capaces de albergar un cuerpo atrofiado o una mente zafia. La directora Aisling Walsh mantiene un honesto equilibrio para mostrar la miseria en la que vive el matrimonio o los momentos de violencia doméstica y felicidad sin que esto desvíe el foco colocado sobre el espíritu de Maudie.
Maudie no esquiva el trabajo duro, pero siempre encuentra un hueco para pintar. Con un pincel en las manos logra la plenitud. Le maravilla el mundo, la vida y la naturaleza que reproduce con una inocencia avasalladora. "Toda la vida ya está enmarcada y está ahí fuera", le dice a una neoyorkina recién instalada en aquellos apartados parajes de Nueva Escocia donde ella vive. Sus cuadros denotan la mirada más inocente y pura que pueda imaginarse.
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