miércoles, 1 de octubre de 2025

UN REFLEJO VELADO en EL CRISTAL - de Helen McCloy



Helen McCloy (Nueva York, 1904 – 1994), fue una escritora de misterio norteamericana que creció leyendo ávidamente los casos de Sherlock Holmes y en 1950 llegó a convertirse en la primera mujer presidenta de la Asociación de Escritores de Misterio de EEUU. Es conocida por la serie protagonizada por el psiquiatra detective Dr. Basil Willing que se inició con Dance of Death (1938). Ya en esta primera aparición el doctor Willing expresó su creencia de que «cada criminal deja huellas psíquicas y no hay guantes que puedan ocultarlas». Fue protagonista de 13 novelas y varios relatos de la autora. McCloy utilizó a menudo la idea del “doble” en su novelas, incluso con trazos sobrenaturales, pero al final de la historia siempre ofrecía una explicación psicológica o racional del misterio. 

Un reflejo velado en el cristal (1950; Hoja de Lata, 2021) es la octava investigación de la serie del doctor Willing y está considerada su obra maestra, además de un clásico del misterio sobrenatural. El título nos remite a San Pablo, 1 Corintios 13:12: «Ahora vemos por el espejo, oscuramente»; lo que alude a la confusión que se cierne sobre los asesinatos que ocurren en la novela aparentemente cometidos por un fantasmal doble. 

La protagonista del libro es Faustina Crayle, una joven profesora de arte guapa, afable y modesta que lleva muy pocos meses en el idílico internado para jovencitas de Brereton, en las afueras de Nueva York. La historia comienza con la llamada de la directora para comunicarle su despido fulminante sin ofrecerle mayores explicaciones. Ante la insistencia de Faustina aduce que quizás sea una mala influencia para las alumnas y la escuela. A pesar de reconocer la solvencia y dedicación de la profesora, la directora deja entrever la profunda aprensión que su presencia causa en el personal del centro. Pronto descubriremos que se achaca a Faustina tener un doppelgänger (doble) cuya aparición aterroriza a todo el mundo ya que presagia desastre y muerte.

La novela tiene un encanto indudable que viene marcado por un misterio aparentemente irresoluble con tintes sobrenaturales. Efectivamente la premisa es espeluznante. Hay testigos que juran haberla visto pintando en el jardín e instantes después haberse cruzado con su doble en los pasillos de las aulas. La sorpresa inicial ha ido convirtiéndose en pavor. Ni siquiera su mejor compañera, Gisela Von Hohenems, puede explicárselo por lo que comparte el extrañísimo fenómeno con su prometido el doctor Basil Willing, asesor médico de la Fiscalía de Nueva York, quien no duda en trasladarse al centro para investigar tan extravagante caso.

Los hechos parecen contrastados y tanto los personajes como los lectores iniciamos toda una serie de conjeturas donde se mezclan ciencia y superstición. Todo se precipita cuando ocurre algo tan real como una muerte: Alice Aitchinson, una estudiante que odiaba a Faustina muere al romperse el cuello tras caer por una escalera. Una testigo afirma haber visto a Faustina junto a Aitchinson justo antes de la caída... lo cual es imposible, porque en ese momento Faustina estaba en Nueva York manteniendo una conversación telefónica con otra persona, lo cual es fácilmente comprobable. 

La histeria amenaza al centro pero Willing mantiene la cabeza fría y sigue investigando el entorno y el pasado de Faustina buscando alguna oscura razón que ilumine estos hechos. Está convencido de que tras el intrigante misterio hay una elaborada puesta en escena que busca sugestionar con un fin todavía desconocido. Un asunto le preocupa sobremanera: si aquel que ve a su doble está cercano a la muerte, puede que Faustina corra peligro, pero ¿por qué?.

Aunque hay un asunto enigmático que se cruza con la actitud racional del psiquiatra. Faustina pidió prestado a su amiga el volumen de las Memorias de Goethe, donde éste refiere hasta dos encuentros* con su doppelgänger, lo que se suma a que Faustina se comportaba de forma extraña antes del accidente mortal. Todo ello renueva las sospechas.  
«Margaret y Elizabeth dicen que Faustina Crayle se movía como adormecida cuando apareció su doble. Yo misma al parecer vi al doble dar rienda suelta a un impulso que la auténtica señorita Crayle habría reprimido. ¿Y si el denominado doble fuera una proyección visible del subconsciente de la señorita Crayle?
¿Y si el inconsciente pudiera reunir suficiente energía vital para proyectar una imagen o un reflejo de sí mismo en el aire? Tal vez mediante algún tipo de radiación refractada. Un ente onírico que fuese visible para los demás, así como para el propio durmiente; visible pero no material. Los reflejos en un espejo son visibles, pero no materiales. Igual que el arcoíris o los espejismos. Tan visibles que hasta puede fotografiarse. Pero no se pueden tocar, no tienen tercera dimensión y no emiten sonido alguno. No existen en los términos comunes del espacio-tiempo… Según se mueve el observador, la imagen se mueve con él. De igual modo, nadie ha tocado nunca a este doble ni ha oído que hiciera ningún ruido. Solo se ha visto.» pag. 87
D.B. Waterman

El asunto es tan sugerente que la autora aprovecha para hacer inventario de las referencias literarias del doppelgänger alemán, literalmente «el doble andante».
"-Empiezo a entender algunas cosas.-Entonces sonrió pensativo-. Goethe. Primer volumen de sus Memorias. El traje gris con ribetes dorados. Èmile Sagée y la Historia de Tod lapraik. El doppelgänger de los germánicos. El eidolon de los antiguos griegos. El ka de los egipcios. El fetch del folclore inglés. El gavar vore de los celtas. Entras a una habitación, vas por una calle o por un sendero. Ves una figura delante de ti, sólida, tridimensional, bien iluminada. Se mueve y obedece todas las leyes de la óptica. Su ropa y su postura te resultan vagamente familiares. Te apresuras hacia ella para verla mejor. Entonces se da la vuelta y... te estás mirando a ti mismo. O, más bien, ves un reflejo perfecto de ti mismo, solo que no hay ningún espejo. Así que sabes que es tu doble. y eso te asusta, pues la tradición dice que aquel que ve a su propio doble está a punto de morir..." pág 73
Como se ve la historia es muy original y su desarrollo está cuidadosamente elaborado. McCloy consigue crear una atmósfera tremendamente inquietante y la incertidumbre llega hasta la última página. Incluso, a punto de resolverse el caso, hasta la propia Gisela llegará a atropellar a la desdichada Faustina (¿o a su doble?) y el psiquiatra llegará a ver su reflejo amenazante en el espejo de la chimenea mientras se encuentra reflexionando sobre estos extraños fenómenos.

Me llaman la atención las reflexiones que hace McCloy a través de sus personajes en torno al debate sobre ciencia y superstición.
«-¿Lo ves? -Gisela se echó a reír-. ¡Eres incapaz de ceder a la idea de que pudiera existir tal cosa! Para mí es más fácil porque crecí en Europa. Una civilización antigua como la nuestra es escéptica ante cualquier creencia, incluso las ideas científicas modernas por las que vosotros , aquí en Estados Unidos, mostráis una reverencia casi religiosa. Nosotros no, porque nuestra civilización ha vivido muchas revoluciones intelectuales. Una y otra vez hemos visto que la ciencia de una generación se convertía en la mitología de la siguiente.» pág. 165.
Como el propio doctor Willing señala la Edad Media se llevó por delante a unos cuantos miles de personas debido al oscurantismo, los actos de fe y las acusaciones de brujería; pero en el siglo XX la ciencia (o más bien un mal uso de la misma) también ha terminado con muchas vidas humanas como por ejemplo en Hiroshima.

A pesar de que la atmósfera invita a lo fantástico, McCloy plantea una investigación muy sagaz, plenamente racional y en modo alguno viejuna. Willing analiza pormenorizadamente las apariciones, la luz, la hora o la posibilidad de un equívoco. Incluso comenta el caso en relación con las teorías de la relatividad que estaban muy recientes en aquella época. 











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* El mismo Goethe nos cuenta en su autobiografía que vio a su doble mientras viajaba por la carretera a Drusenheim. Su doble exacto venía hacia él en caballo con un traje que él jamás había usado: un traje gris con ribetes de oro. Cuando se vieron de cerca el doppelgänger desapareció. Ocho años después, Goethe estaba nuevamente viajando por la misma ruta, pero en dirección opuesta. De repente se dio cuenta que llevaba puesto un traje gris con ribetes de oro, ¡el mismo que había visto en su doble ocho años antes!

* La novela se inspira en el caso de la profesora Èmile Sageé, uno de los más famosos por estar documentado. Fue despedida de dieciocho escuelas por causa de los fenómenos extraños que la acompañaban. Por ejemplo mientras estaba escribiendo en la pizarra a su lado aparecía una réplica suya replicando sus movimientos, aunque sin tiza y con el rostro hierático. En otra ocasión, mientras daba clase en un aula del Pensionat von Neuwelcke School, en 1845, las niñas la vieron claramente en el jardín recogiendo flores. El testimonio se consideró fidedigno al ser dado por la baronesa Julie von Güldenstubbe, una ex alumna de la mencionada institución. A pesar de las múltiples bilocaciones, Èmile Sagée jamás vio a su doble. Según los testigos cuando éste aparecía los movimientos de la profesora se ralentizaban y se ponía muy pálida, como si la aparición le robase la energía.

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