Pertinente.
Esa es la palabra que me vino a la mente a la media hora de película. Ahí están todos los temas más acuciantes de los EEUU de ahora mismo. La emigración como excusa para el racismo y el supremacismo más rampante o la amenaza de un estado profundo que desde el poder económico y político está intentando convertir a la democracia en un mero formalismo.
La película está basada en la novela de Thomas Pynchon, Vineland, obra de 1990 que retrata el fracaso de los jóvenes rebeldes de los años 60 que, tras llegar a adultos en los 80, vendieron sus ideales y adoptaron un visión de la sociedad totalmente conservadora y materialista. Todo ello sin olvidar la propagación abusiva de la vigilancia policial.
La novela relata la búsqueda de Frenesí, una revolucionaria hippie que acabó convertida en informante del gobierno, por parte de su hija Prairie. Con ella recorremos el camino inverso desde los 80 a los 60 para intentar descubrir cómo los jóvenes contraculturales de la era del amor libre se convirtieron en votantes de Reagan en la década de 1980.
Paul Thomas Anderson actualiza todo esto, manteniendo la trama básica de la novela pero cambiando los puntos de inflexión. Aquí tenemos a una adolescente Willa Ferguson (Chase Infiniti) que junto a su padre Bob (Leo DiCaprio) vive en la clandestinidad, en un poblado en las montañas. Han tenido que huir tras desmantelar la Guardia Nacional el equipo de activistas radicales que lideraba su madre, Perfidia Berverly Hills (una enérgica Teyena Taylor). Perfidia fue una revolucionaria hippie muy carismática, pero al ser hecha prisionera se acogió al programa de testigos protegidos y delató a todo su equipo, conocido como el 75 francés.
Al igual que en la novela, Perfidia mantenía una enfermiza relación amorosa con su captor, el muy fascista capitán Lockjaw (Sean Pean); pero tras asegurarse su libertad desapareció. 16 años después el capitán ya es coronel y aspira a ser admitido en un clan de supremacistas muy poderosos que operan en la sombra, Los Amantes de la Navidad. Temeroso de que se conozca su relación con Perfidia, de raza negra, se lanza tras Willa y Bob para hacerlos desaparecer el mapa.
La película comienza con una audaz intervención del 75 francés para liberar a los inmigrantes presos en un centro de detención: ¡cómo no recordar el Aligator Alcatraz que acaba de inaugurar el presidente pollo hace un par de meses! Las vallas metálicas y los barracones son idénticos. Allí es donde Perfidia conoce al capitán Lockjaw al que humilla... y a la vez excita. Éste le promete que se volverán a ver... y así es. Se citan a escondidas y mantienen una extraña relación sadomasoquista donde se mezcla poder, sumisión y un furibundo deseo sexual.
Todavía veremos un par de acciones terroristas más y un entrenamiento de lo más salvaje (la imagen de Perfidia embarazada y disparando una metralleta ya es icónica) antes de que Lockjaw la aprese y le apriete las clavijas. Tras delatar a toda su célula desaparece dejando atrás a su pareja y a su bebé. Tras este prólogo y después de 16 años comienza el grueso de la película centrada en la persecución de Willa y Bob Ferguson.
Por supuesto el viaje desde las páginas a la pantalla supone dejar por el camino toda una serie de capas y mas capas, subtramas* y jugosas digresiones históricas, científicas y literarias que son marca de la casa Pynchon. Pero el espíritu del libro está ahí, hilarante, oscuro y provocador. Hablar de unos EEUU en descomposición que viajan a toda vela hacia una sociedad fascista supremacista.
A pesar de la seriedad del asunto, el libro es muy divertido (tiene fama de ser el menos "Pynchon" del sesudo Pynchon) y la película no se queda a la zaga. Leo DiCaprio se pasa todo el metraje huyendo, ataviado con una bata a cuadros mugrienta que lo convierte en un remedo muy conseguido de El Nota, el icónico personaje de los Hermanos Cohen en su impagable "El gran Lebowski".
Las drogas y el alcohol han hecho mella en Bob y cuando tiene que correr se tropieza o cae desde el tejado, cuando quiere acceder a la guarida secreta se ha olvidado de las claves e incluso cuando quiere llamar a su hija tiene el teléfono descargado. Una calamidad. Su escena desde una cabina telefónica, intentando que su contacto le de las coordenadas del refugio es hilarante y ya está en el olimpo de las imágenes antológicas de la película. Bob es un pringao en toda regla que DiCaprio resuelve con dedicación y entereza.
La película dura casi tres horas pero se pasan en un suspiro. Las peripecias se suceden con gran ritmo, las extravagancias no dejan de aparecer, los personajes más estrafalarios se multiplican (Ay ese Benicio del Toro convertido en un sensei de los inmigrantes) y, al final, todo se convierte en una persecución sin límites... tal y como dice el título: Una batalla tras otra de las personas de a pie contra el establishment más represor.
Uno de los aspectos que ayudan a conseguir ese ritmo apresurado de la cinta es su banda sonora, obra del integrante de Radiohead, Jonny Greenwood. Su juego de ritmos desnudos con distintos instrumentos nos provoca una sensación de vértigo que nos lleva en volandas de secuencia en secuencia. Una de las más logradas es la persecución en coche que sufre Willa por parte de un sicario de Los Amantes de la Navidad. Ambos circulan por una carretera llena de toboganes que hacen que los coches aparezcan y desaparezcan en el horizonte. La cámara elabora toda una danza subiendo y bajando esas cuestas al ritmo electrizante de la música. El efecto audiovisual es magnífico y la tensión máxima.
Quizás se echa en falta un comentario sociopolítico más profundo pero la cámara nos permite introducirnos en dos guaridas que nos muestran una realidad oculta. Por un lado la de los tugurios donde malviven los inmigrantes, siempre preparados para cuando la ´migra´ eche la puerta abajo, siempre dispuesto el plan de escape por túneles o azoteas.
Pero hay otro túnel.
El que visitamos en una lujosa mansión tejana. La cámara sigue al sicario bien vestido y afeitado hasta el sótano donde abre una puerta camuflada por la que accede a un espacioso búnker. La sala es amplia y luminosa. Hay una mesa de nogal y un vinilo con una escena idílica del campo americano ocupa toda una pared. Es un centro de poder. Allí están reunidos los cabecillas del clan Los Amantes de la Navidad. A su lado los del Ku Klux Klan parecerían unos simples mamarrachos. Ellos están a la altura de un Elon Musk. Unos tipos blancos, adinerados y bien vestidos que charlan educadamente sobre lo que hay que hacer para que su gran nación quede libre de migrantes, negros y judíos. Son los que mueven los hilos y van a decidir qué hacer con quien los estorba.
Esta es la tercera imagen icónica de la película y, por lo que supone, resulta escalofriante.
En la película los violentos ya no son los hippies ni hay necesidad de reeducarlos, como se plantea en la novela. Aquí los malos son los inmigrantes y las ciudades santuario en las que el presidente pollo quiere desplegar el ejército para controlarlas. En fin, que siendo un thriller, la película se erige como un grito en defensa de los desposeídos y marginados que sostienen América desde sus subterráneos.
* La novela es más que una novela política sobre la deriva de los hippies y la Década de la Avaricia. En ella nos encontramos una abducción ovni durante un vuelo a Hawai, un detective psíquico investigando un ataque de Godzilla, una comunidad de ninjas en las colinas de California, una prisión política en lo profundo de un refugio nuclear, una subasta sexual en Tokio y hasta una comunidad de fantasmas zombis.
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