Periodismo, Historia, Poesía y Novela Gráfica. Todos estos elementos conjuga Igort (pseudónimo de Igor Tuveri), polifacético artista italiano de origen ruso, para contar las distintas tragedias que ha sufrido Ucrania en los últimos cien años.
Igort es periodista, escritor e historietista y cuenta con cuatro cuadernos muy famosos, a modo de reportaje gráfico, sobre Ucrania, Rusia y dos de Japón. En todos ellos la técnica que utiliza es semejante a un cuaderno de campo. Primero viaja al país repetidamente, posteriormente recoge testimonios (en el caso de Japón los suyos propios) y luego articula un relato que, en el caso que nos ocupa, logra narrar las múltiples desgracias que han asolado Ucrania bajo el yugo de la URSS. Según cuenta el autor su viaje a Ucrania duró casi dos años: "Yo me encontraba allí durante los días del 20 aniversario de la caída del muro de Berlín (o sea 2009). Agucé el oído para escuchar sus historias y decidí dibujarlas".
CUADERNOS UCRANIANOS (Memorias de los tiempos de la URSS) se configura como un reportaje gráfico compuesto de varios testimonios de ancianos que se prestaron a contarle sus vidas.
Los relatos de estos supervivientes son estremecedores.
Las vidas que testimonian María Ivanóvna, Serafina Andréyevna, Nicolái Vasilievich y Nicolai Ivánovich poseen el desgarro de la tragedia y nos hablan de un verdadero genocidio. Por ejemplo durante el confinamiento y la hambruna deliberada a la que sometió Stalin a Ucrania se calcula que cuatro millones de ucranianos murieron por inanición.
La edad de los entrevistados, nacidos en los años 20 del siglo pasado, le permite a Igort obtener testimonios de primera mano de cada una de las tragedias que han jalonado la historia reciente de Ucrania: la hambruna de los años 30, la invasión nazi en los 40, el genocidio cultural y la contaminación nuclear, hasta llegar al desencanto de los primeros años del siglo XXI:
"Ahora ya nadie tiene certezas sobre su salario, que puede verse reducido sin previo aviso. Quien tiene un trabajo se considera afortunado y trata de que no se le escape de las manos. Me veo con Vania, un niño grande de 26 años que vive en Moscú. Trabaja en en una fábrica de fuegos artificiales, Piroff. Está borracho y se ríe todo el rato."
Entre cervezas y carcajadas dice, "Putin invadirá pronto Ucrania".
Igort recogió este testimonio en 2009...hoy, en 2021, asistimos por televisión a esta invasión injustificada de un país soberano.
Las desgracias en Ucrania siguen sucediéndose.
El Cuaderno, como dice el subtítulo, se centra en la época de la URSS (que Putin ansía restaurar) y está dedicado "a Serafina Andréyevna, que vio y vivió". Efectivamente Serafina es una de las personas que ofrece un testimonio de su vida realmente escalofriante al centrarse en los días del Holodomor, la hambruna que asoló Ucrania durante 1932 y 1933. Según cuenta Serafina hubo otras hambrunas como la de 1922, pero el Holodomor fue provocado por mandato del "padre de la patria", Iósif Stalin: "se cerraron las fronteras ucranianas, se prohibió la circulación de región a región y se les confiscaron las reservas de trigo a millones de campesinos."
El Holodomor (muerte por inanición) fue un genocidio en toda regla por parte de una fuerza imperialista que, aun a día de hoy, Rusia se niega a reconocer. Fue consecuencia de un programa de colectivizaciones forzosas que tuvo una doble finalidad: por una parte eliminar físicamente a los campesinos que se resistían a las colectivización de sus tierras y, por otra, reprimir cualquier síntoma de rebrote del nacionalismo ucraniano que se definía como proeuropeo. Vemos que el aplastamiento actual de Ucrania por Rusia no es nada nuevo.
"Cuando Stalin, tras la muerte de Lenin, sube al poder, hereda un imperio inmenso y retrasado. El primer plan quinquenal, puesto en marcha en el 29, es un ambicioso proyecto de industrialización. La Unión Soviética necesita la maquinaria y el saber hacer de Occidente. Para financiar todo eso cuenta con exportar, entre otras cosas, el trigo ucraniano."
Serafina Andréyevna murió a las dos semanas de ser entrevistada por el autor, víctima finalmente de la radiación de Chernóbil.
La historia de Nicolái Vasílievich pone el foco en sus vivencias durante la ocupación nazi, una vida de trabajos forzados que continuó después de 1945 con más trabajo en los koljós.
"Durante la época de Stalin, la gente tenía que darle cada año al koljós 300 litros de leche, 50 kilos de carne y 300 huevos.
Cada casa debía producir esa cantidad, independientemente de cuántos viviesen en ella. yo vivía con mi mujer, y podía tener esperanzas de lograrlo. Pero mi madre estaba sola. Jamás iba a llegar a producir lo bastante. Ni aunque trabajase durísimo. Era una pesadilla. La gran preocupación que sentía por ella no me dejaba dormir."
Los lustros de trabajo en condiciones infrahumanas quebrantaron la salud de Nicolái Vasílievich hasta dejarle postrado durante seis años: "fui como un perro, día y noche a cuatro patas". Las viñetas de estos años de postración tienen un desgarro terrible.
Nicolái Ivánovich es el más joven, nacido en 1939 nos habla sobre todo de la época de Breznev, alrededor de 1964, en positivo: no había hambre y aunque se empezaba a trabajar en la adolescencia el coste de la vida era asequible. "Nos sentíamos personas" dice; "Nos ayudábamos entre los koljoses" para cumplir los cupos. Ahora que vivimos en la época del capitalismo, la gente sólo piensa en sí misma y los campos tan feraces están abandonados.
"Los campos están abandonados". Esa frase sigue resonando en mi mente durante días y semanas. Una nación rica, boyante e independiente que en otra época era considerada como el granero de Europa se encuentra hoy en día reducida a la miseria. Una vez caído el comunismo, la mística soviética de la producción industrial ha muerto. los planes quinquenales y los Koljoses no son más que recuerdos. Hoy se vive por inercia. El homo sovieticus ucraniano es un ser extraviado, carente de un papel determiado.
Aquí se considera que el responsable de esta descomunal desgracia es Mijaíl Gorbachov, el político ruso más amado en Occidente."
Igort hace un retrato detallado y brutal de esa época soviética y para ello no sólo se apoya en los testimonios personales, sino que también reproduce documentos e informes oficiales que dejan constancia de la barbarie.
El formato de los testimonios recogidos los plasma Igort en viñetas pero sin dinamismo entre ellas. Son como momentos fijos, muy expresionistas, donde se muestra cada tragedia insoportable. Mientras que entre los testimonios el autor introduce informes históricos, donde mezcla dibujo y texto. Esos informes de los jefes del OGPU (Policía Secreta) delatan la terrible indiferencia de los invasores ante el dolor extremo de los represaliados.
"Distrito de Bolshoi Lepetichinsky
A causa de una absoluta falta de pan, la gente utiliza sucedáneos. Hemos contabilizado 354 casos de envenenamiento (provocado por la ingestión de diversas hierbas) en cuestión de pocas horas. La defunción sobrevenía en el curso de 2 horas para lo niños y en un lapso de 3 a 5 días para los adultos.
También se observa la ingestión de carne procedente de cadáveres de animales como caballos, perros y gatos."
Uno de estos capítulos se titula "Letanía bolchevique" y reproduce informes desalmados sobre la superación de objetivos en el número de detenidos, así como una macabra contabilidad de muertos por hambre o de casos de canibalismo.
Estos apuntes históricos también nos ayudan a conocer a ciertos personajes criminales. Como el Secretario nacional del comité central del partido comunista Lázar Kaganóvich, de origen judío y nacido cerca de Kiev. Kaganóvich ascendió a Secretario Nacional del Comité Central del Partido Comunista y destacó por ayudar a Stalin en la organización, planificación y supervisión del Holodomor. Llegó a gritar "¡La cultura ucraniana no existe!" antes de emprender un genocidio cultural y físico que pretendía doblegar a Ucrania y destruir su identidad.
También el periodista del New York Times y Premio Pulitzer, Walter Duranty, un personaje arribista y adulador que a través de una entrevista a Stalin y otros reportajes "contribuyó al florecimiento de un culto a la personalidad del dictador incluso en Occidente". Las prerrogativas que conseguía de Stalin y su connivencia con el poder ayudó a propagar "fake news" como la siguiente:
"Gran cosecha ucraniana pone a prueba a las cosechadoras. Se considera ridículo hablar ahora de hambruna tras un viaje en coche por el corazón de la región. Gente muy bien alimentada..."
La revelación de la verdad y la denuncia de las mentiras se refleja en la película de Agnieszka Holland, Mr. Jones (2019). En ella se cuenta la historia del periodista de investigación británico Gareth Jones y su peligroso viaje hasta Ucrania, saltándose todas las prohibiciones, para conseguir destapar este holocausto.
El último capítulo se titula "Radiatsia" y repasa los problemas de radiación de la población ucrania a causa de las centrales nucleares. Mientras que el Epílogo, lamentablemente, no es sino un prólogo de esta nueva desgracia que está viviendo Ucrania con la invasión criminal de Putin. La última viñeta recoge una efigie de Stalin con el siguiente texto: "Una noticia reciente: van a colocarse numerosos retratos gigantes de Stalin en las principales plazas de Moscú a partir del 1 de abril de 2010. ´Que salga sonriendo´, aconsejan los dirigentes del revivido partido comunista. Y esto no es, por desgracia, una inocentada."
Aunque estos Cuadernos acaban cuando se desintegró la Unión Soviética, Ucrania no lo ha tenido fácil desde su independencia en 1991. La ex república soviética busca su propia identidad desgarrándose entre el sueño europeo y la pesadilla neoimperialista del vecino ruso que se apoya en algunas regiones separatistas como Donetsk y Lugansk; situadas en la cuenca minera rusófona del Donbás (este de Ucrania). El dictador Putin ha estado alimentando con armamento a las guerrillas prorrusas en un conflicto que desde 2014 se ha venido enquistando.
Los presidentes que ha tenido Ucrania desde su independencia han venido mostrando este desgarro. Aunque el primer presidente fue Leonid Kravchuk, hasta 2005 el hombre fuerte en Kiev fue Leonid Kuchma, un político ligado a Moscú. Pero en 2005 llegó al poder Víktor Yúshchenko, el primer presidente alejado del Kremlin. En 2010 cambiaron las tornas y ganó la presidencia Viktor Yanukovich, oriundo de Donestk, que volvió a colocar a Ucrania en la esfera de Moscú. Sin embargo no pudo terminar su mandato porque en los primeros meses de 2014 fue derrocado por miles de ucranianos que tomaron las calles en lo que se conoce como el Euromaidán. Estas protestas se iniciaron por la suspensión de los acuerdos comerciales con la Unión Europea.
Ucrania lleva muchas décadas sometida a múltiples tensiones que los líderes políticos nunca han sabido resolver, como nos recuerda Javier C. Escalera en ElConfidencial: "Casi nadie recuerda que hubo un primer Maidan en 1990, cuando estudiantes descontentos con la mayoría comunista en el parlamento tomaron la plaza central, que desde entonces da nombre a cada nueva revuelta. Ese intentó cayó en el olvido porque, aunque precipitó la caída del régimen soviético, transportó al país de una tiranía a otra: de los jerarcas de la hoz y el martillo a los del capitalismo de rapiña y pillaje. Los presidentes que ha tenido Ucrania desde su independencia han venido mostrando este desgarro. Aunque el primer presidente fue Leonid Kravchuk, hasta 2005 el hombre fuerte en Kiev fue Leonid Kuchma, un político ligado a Moscú. Pero en 2005 llegó al poder Víktor Yúshchenko, el primer presidente alejado del Kremlin. En 2010 cambiaron las tornas y ganó la presidencia Viktor Yanukovich, oriundo de Donestk, que volvió a colocar a Ucrania en la esfera de Moscú. Sin embargo no pudo terminar su mandato porque en los primeros meses de 2014 fue derrocado por miles de ucranianos que tomaron las calles en lo que se conoce como el Euromaidán. Estas protestas se iniciaron por la suspensión de los acuerdos comerciales con la Unión Europea.
Los ucranianos lo siguieron intentando y repitieron la gesta en 2004, esta vez con mayor resonancia mundial: lo llamaron la Revolución Naranja, y ahí fue la clase media naciente en las ciudades la que se interpuso ante el fraude electoral, posibilitando que la oposición ganase las elecciones."
Equivocadamente se enfocó el conflicto del Donbás por la vía armada y el país parece dividido por la mitad: Los habitantes del norte y del oeste se declaran proeuropeos y antirusos, mientras que el este y el sur se consideran rusos y el ruso es su lengua principal.
Pero ahora hay una invasión en marcha y una guerra que ha declarado el dictador Putin y lo prioritario es pararla. ¡¡NO A LA GUERRA!!.
En 2011 la editorial Sins Entido publicó los Cuadernos Ucranianos y en 2014 Salamandra Graphic publicó Cuadernos Rusos (la guerra olvidada del Cáucaso), centrados en el asesinato de la periodista Anna Politkovskaya y la guerra de Chechenia. En 2020 Salamandra los editó juntos bajo el título Cuadernos ucranianos y rusos, vida y muerte bajo el régimen soviético. Ya en 2016 Salamandra había abundado con el autor publicando los dos volúmenes de sus Cuadernos japoneses, donde Igort da cuenta de sus múltiples viajes al país del sol naciente con su característico estilo de collage de historias y sensaciones. En estos volúmenes se aleja de la denuncia social y política para hacer un homenaje a la belleza y a la cultura japonesas, muchas veces de forma onírica y metafórica.
Igort fundó en el 2000 su propia editorial, Coconino Press y en 1994 llegó a exponer su obra en la Bienal de Venecia.
Otros dos maravillosos trabajos de Igot son 5 es el número perfecto (Salamandra Graphic, Libro del Año en la Feria de Fráncfort de 2003) y Fats Waller,(Ed. Sins Entido), junto al maestro argentino Carlos Sampayo.
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Igort fundó en el 2000 su propia editorial, Coconino Press y en 1994 llegó a exponer su obra en la Bienal de Venecia.
Otros dos maravillosos trabajos de Igot son 5 es el número perfecto (Salamandra Graphic, Libro del Año en la Feria de Fráncfort de 2003) y Fats Waller,(Ed. Sins Entido), junto al maestro argentino Carlos Sampayo.
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