miércoles, 26 de febrero de 2020

FLUYAN mis LÁGRIMAS, DIJO el POLICÍA - De Philip K. Dick



Philip K. Dick tiene un sello propio que actúa como un vórtice violento por el que te deslizas con intenso placer: tratar de definir qué es lo real y rasgar esa realidad tan aparente para detectar sus múltiples y paradójicas bifurcaciones.

Matrix fue un pelotazo por visualizar con potencia las realidades virtuales. La película es de 1999, pero Philip K. Dick ya había recorrido los laberintos de agujero de gusano 25 años antes. Sus protagonistas suelen vivir en realidades permeables cuyos tránsitos no controlan, lo que les lleva a dudar de sus percepciones, de la solidez del mundo que perciben e incluso de su identidad.

En "Fluyan mis lágrimas..." todo gira alrededor del cantante de éxito y presentador televisivo Jason Taverner. El tipo es un seis, alguien mejorado por reconstrucción del ADN, pero a pesar de todo un día se despierta y se encuentra en una América dictatorial, con controles policiales en cada esquina y sin nadie que lo reconozca, sea amigo o amante. No tiene documentos que avalen quién es y tampoco aparece en ningún registro ni base de datos del mundo. Nadie sabe de él. No existe.... y eso, en un estado policial, significa reclusión inmediata.

Éste es otro de los asuntos centrales en Dick, la amenaza de la dictadura y la opresión por un estado totalitario y controlador que asfixia al individuo. La tecnología, la televisión y el uso cotidiano y legal de las drogas se convierten de hecho en potentes herramientas de control. De ahí que las sociedades que retrata sean sofocantes y por eso la carrera que establecen sus protagonistas por saber quiénes son y liberarse del control sea mental, mediático o psicotrópico, siempre es nuestra lucha por la libertad.

Dentro de lo deslavazado que siempre se muestra Dick en sus narraciones hay muchos detalles que llaman la atención. La multitud de tarjetas de identidad que portan, incluida una tarjeta de consumo de drogas; los estudiantes como enemigo que perdió una 2ª Guerra Civil y que permanecen sometidos y encerrados en los campus, la práctica desaparición de los negros debido a la "Ley de esterilización de Tidman aprobada por el Congreso en los terribles días de la Insurrección"... y la hipocresía de su protección.
"-Son como el último rebaño de grullas aulladoras -dijo el empleado, acelerando la marcha ahora que el viejo negro había llegado a la otra acera-. Protegidos por un millar de leyes. No puede uno mofarse de ellos; no puede uno liarse en una pelea a puñetazos con un negro, sin arriesgarse a que le caigan encima diez años de cárcel. Sin embargo, estamos acabando con ellos." pág. 32
De todos modos los puntos culminantes de la novela no son políticos o sociales; sino más bien de carácter íntimo y personal. A ello nos abona la inspiración melancólica del título y las variadas ocasiones en que Jason mantiene conversaciones sobre el sufrimiento; bien con el General de policía Buckman o bien con su hermana, Alys Buckman, padres incestuosos de un niño.
"¡Jason, el sufrimiento es la emoción más potente que puede sentir un hombre, un niño o un animal! ¡Es una buena sensación!
-¿De qué manera? -preguntó él con sequedad.
-El sufrimiento hace que uno se abandone a sí mismo. Una sale fuera de su estrecha y pequeña piel. Y uno no puede sufrir a menos que antes haya amado... el sufrimiento es el resultado final del amor, porque es el amor perdido. Lo entiendes; sé que lo entiendes. Pero no quieres pensar en ello. Es el ciclo del amor, completado: amar, perder, sufrir, marcharse, y luego amar de nuevo. Jason, el sufrimiento es un darse cuenta de que uno tendrá que estar solo, y que no hay nada más allá, porque el estar solo es el destino final y definitivo de cada ser vivo individual. Eso es lo que es la muerte: la gran soledad.
Recuerdo una ocasión, cuando fumé yerba por primera ve en una pipa de agua en lugar de haciendo un petardo. El humo era frío, y no me di cuenta de cuánto había inhalado. Y de repente morí. Por un pequeño instante, pero que duró varios segundos. Se desvaneció el mundo y toda sensación, incluso el darme cuenta de la existencia de mi propio cuerpo. Y eso no me dejó aislada en el sentido habitual, porque cuando uno está aislado en el sentido habitual aún sigue recibiendo datos de los sentidos, aunque sólo sea de su propio cuerpo. Pero incluso la oscuridad desapareció. Simplemente, todo cesó. Silencio. Nada. Sola." pág. 139
En estas páginas da la impresión de que es el propio Philip K. Dick quien reflexiona ante el lector. También las lamentaciones de Félix Buckman por la muerte de su hermana parecen una transposición de las del autor por el temprano fallecimiento de su gemela, un hecho trágico que lo atormentó toda su vida.


Más que en ninguna otra novela -salvando Ubik- la trama de este novela es como una fiebre mental. De hecho se alude a un psicotrópico experimental que destruye la continuidad espacio-temporal del cerebro y sume al consumidor en una experiencia caótica de mundos alternativos. La extrema originalidad es que la historia está contada no por el consumidor-constructor de mundos, sino por un sujeto afectado que vive los delirios de otro.  

"- La mayoría de las personas a las que realmente conozco las encontré en Morningside.  Desde luego, en el mometo de conocerlas tuve la ilusión de que eran personas famosas como Mickey Quinn y Arlene Howe. Ya sabes... celebridades. Como tú.
- Conozco a Quinn y a Howe, y no te has perdido nada -dijo Jason.
Observándole fijamente, Kathy dijo:
-Tal vez no seas una celebridad; tal vez he vuelto a recaer en mi período ilusorio. Dijeron que probablemente ocurriría, tarde o temprano. Tal vez ahora es tarde.
-Eso -declaró Jason- me convertiría en una alucinación tuya. Sigue intentándolo; no me siento completamente real.
Kathy se echó a reir. Pero su humor continuó sombrío.
-¿No sería raro que te creara, como acabas de decir? ¿Que si yo me recobrara del todo tú desaparecieras?
-Yo no desaparecería. Pero dejaría de ser una celebridad.
-Ya lo has hecho -Kathy irguió la cabeza y sostuvo la mirada de Jason-. Tal sea sea eso. El motivo de que tú seas una celebridad de la que nadie ha oído hablar. Yo te he creado, eres un producto de mi mente ilusoria, y ahora me estoy curando de nuevo.
-Una visión solipsística del universo..." pág 58


Leyendo novelas de anticipación publicadas hace más de ¡45 años! te llama la atención cómo algunas prospecciones todavía están lejos, si es que llegan (coches voladores y telépatas), y otras han sido ya ampliamente superadas: el coche va a despegar para iniciar su itinerario, pero el general Buckman tiene que meter una tarjeta con el itinerario previsto en la ranura del coche. También vemos a los protagonistas entrar en cabinas para llamar por teléfono... y cuando la policía pide un expediente, se lo envían físicamente, fotocopiado. La música, que tanta presencia tiene en la novela, se escucha en vinilos, aunque eso sí en equipos quadrafónicos. En cambio está Risueño Charley, un muñeco parlante que tiene toda la pinta de un terminal con inteligencia artificial como las actuales Alexa o Siri. Brillante. 

Pero no hay nada como esos momentos estelares de Dick en que se produce un clic y de pronto la realidad se convierte en algo poroso y múltiple. Cuando leí los siguientes párrafos, no pude evitar imaginarme a un primohermano de Neo pensando qué coño significaban esas píldoras azules y rojas que le había mostrado Morfeo.
Lo que ocurría, pensó Jason Taverner, es que la droga había dejado de tener efecto. Ella… o quien fuese, había dejado de dársela, y se despertó a la realidad, allí, en aquel sucio y maloliente hotel, en la habitación del espejo roto y el colchón lleno de bichos. Y he seguido así hasta ahora, hasta que Alys me dio otra dosis.
No es extraño que me conociese, que conociese mi espectáculo de televisión de la noche del martes, pensó. Lo creó con su droga. Y esos dos álbumes de discos son simples decorados que tenía para reforzar la alucinación. ¡Cristo!, pensó. ¿Será verdad eso?
Pero pensó, ¿y el dinero que tenía al despertarme en la habitación del hotel, todo ese fajo? Reflexivamente, se palpó el pecho y notó su gruesa presencia; aún seguía allí. Si en la vida real pasase los días en hoteles piojosos del área de Watts, ¿dónde iba a encontrar tanto dinero?
Además, estaría fichado en los archivos de la policía, y en todos los otros archivos que hay por el mundo. No estaría fichado como un famoso nombre del espectáculo, pero sí como un vago y borrachín que nunca había logrado nada y cuyos únicos momentos importantes eran los que le daban las píldoras. Y Dios sabe cuánto tiempo puede haber sido así, pues quizás he estado tomando la droga durante años.
Alys, recordó, me dijo que ya había estado antes en la casa.
Y es posible, decidió, que sea cierto. Había estado. Para recibir mis dosis de la droga.
Tal vez sólo sea uno más de una multitud de personas que viven vidas sintéticas de popularidad, dinero, poder, gracias a una cápsula. Mientras que en realidad viven en sucias habitaciones, llenas de bichos, de viejos hoteles. La hez de la sociedad. Chusma, don nadies. Que no valen nada. Pero que, mientras tanto, sueñan"    pág. 216-17


OffTheRecord⏩͢▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
En noviembre de 1971, Philip K. Dick denunció un robo en su vivienda. Su desquiciada mente relacionó el robo con una serie de teorías conspirativas que tenían que ver con sus escritos. 
En un trabajo escrito dos años antes de su muerte, Dick describía cómo su pastor episcopaliano le indicó que una importante escena de la novela era muy similar a otra del libro de los Hechos de los Apóstoles. Richard Linklater habla sobre esta novela en su película Waking Life.
Por otro lado, según cuenta Emmanuel Carrère en la biografía que escribió sobre Dick, éste pensó que la causa del hurto podía estar escondida en las páginas de "Fluyan mis lágrimas,...", una novela que había abandonado pero que a la luz de los actuales acontecimientos, algunos hechos narrados allí adquirían una mayor trascendencia. 
Le habían llegado rumores de que los efectos de la droga que aparecía en la novela eran semejantes a los producidos por un derivado del LSD con el que experimentaba la CIA. 
Pero había más.  
Pensando en ello, empezaba a darse cuenta de que el presidente de los EE.UU. y el país distópico que describía en el libro podían guardar similitudes con Richard Nixon y sus secretos planes de futuro, planes de tintes comunistas.
Si esto suena perturbador, lo siguiente va unos grados más allá. En el texto de un discurso que fue invitado a dar en la Universidad de Missouri y al cual tituló “Cómo construir un universo que no se derrumbe en dos días” (discurso que en realidad no llegó a dar y que fue publicado como ensayo años después de su fallecimiento), Dick detalla las numerosas coincidencias que su novela guarda con sucesos reales acaecidos posteriormente y con acontecimientos descritos en la Biblia.
De todo esto, Dick extrajo la conclusión de que el tiempo no es como creemos, que alternamos dos realidades, la convencional y otra radicada justo tras la muerte de Cristo. Esa fue la tesis que, potenciada por el conocido suceso epifánico del colgante piscis, defendió en la convulsa conferencia de Metz en la cual se destapó su locura.

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