lunes, 24 de febrero de 2020

DOS PAPAS - de Fernando Meirelles



Anoche vi una película hermosísima que me emocionó hasta las trancas: esta conversación infinita entre dos Papas que Fernando Meirelles ha filmado como si la cámara se hubiera colado entre ambos subrepticiamente.

Aquí ocurre como en Titanic, que todos sabemos de qué va la película y cómo acaba (con la renuncia de Benedicto XVI); pero ambas logran que te olvides de todo por la intensidad de lo que cuentan entremedias.

Quizás Benedicto XVI haya sido el último Santo Padre que se creía infalible. Bergoglio sabe que no es más que un hombre: le gusta el fútbol y el tango, ¡como a cualquier argentino!. El contraste entre las dos personalidades es enorme: uno poderosamente intelectual, otro humilde y lleno de sentido común. Uno perteneciente a los palacios, otro a la calle; uno proveniente de una límpida carrera académica, otro habiendo vivido el vértigo de la dictadura y la muerte. 

La conversación en los jardines de Castelgandolfo es un choque de trenes entre dos concepciones totalmente antagónicas. Cuando Benedicto le echa en cara a Bergoglio que da la comunión incluso a los divorciados, él responde 
"-No creo que la comunión sea un premio para los virtuosos, es alimento para los hambrientos.´
- Aaah. Lo que importa es lo que usted cree, no lo que la Iglesia nos ha enseñado durante siglos.
- Marcos, 2, versículo 17: "Vine a llamar a los pecadores", como la Iglesia nos ha enseñado durante miles de años.
- Pero si no marcamos un límite..
- ...O alzamos muros que nos separen.
- Habla de muros como si fueran malos. Las casas se construyen con muros fuertes.
- ...Y Jesús ¿Alzó muros? Su rostro es el de la misericordia, cuanto más pecador más cálida la bienvenida. La misericordia es la dinamita que derruye los muros."
Benedicto (Anthony Hopkins) es un acérrimo defensor del dogma inamovible, Bergoglio (Jonathan Pryce) por contra valora el cambio, incluso llega a opinar que Dios también cambia ¡! 
Y dónde lo encontramos si se mueve, le pregunta Benedicto. Lo encontramos en el viaje, le responde Bergoglio.
El guión, de Anthony McCarten, y las interpretaciones son excelentes, transpiran autenticidad. Las dos personas que deambulan y se encuentran son verdaderas. Comienzan hablando de sus certezas para acabar mostrando sus dudas.
-Yo ya no quiero ser un vendedor.
-¿Un vendedor?
-Un vendedor de un producto.
Está claro que se trata de una ficción que acentúa los roles de cada uno para generar una mayor tensión dramática (Francisco humilde, amigo de las causas justas y conocedor de los sufrimientos; mientras que Benedicto vanidoso, intelectual de teología sofocante, alejado de la realidad -la desigualdad, el celibato, la homosexualidad, la contracepción, los escándalos de pedofilia-); pero así es como se consigue una auténtica verdad. Quizás no muy fidedigna con la realidad histórica, pero sí dotando a sus personajes de profundidad.

Se apunta a la responsabilidad del Cardenal Ratzinger cuando reconoce que tuvo los informes sobre Maciel y compañía encima de la mesa y miró para otro lado; pero las sombras de Bergoglio están mucho mejor perfiladas. En diversos flashbacks en blanco y negro se nos muestran sus años de juventud, la llamada de la vocación y sobre todo los pantanos de la dictadura militar en Argentina, 1976-1983, años muy controvertidos de su pasado. 

La película presenta la cercanía del entonces jefe de los jesuitas con el régimen de Videla como un "esfuerzo para proteger a sus sacerdotes". De hecho salvó y protegió a muchas personas, pero a unos compañeros sacerdotes que no quisieron contemporizar como él los expulsó de la orden por desobediencia. Eso les condenó y permanecieron detenidos y torturados durante cinco meses en la temible Escuela Mecánica de la Armada (ESMA).

La película no es un mero combate de idiosincrasias. Me gusta más cuanto más se acerca a dos simples personas de carne y hueso con unos importantes quebraderos de cabeza. La conversación en los jardines tienen como conclusión un "No estoy de acuerdo con nada de lo que usted dice", para luego compartir las dudas sobre la fe y el silencio de Dios y hasta compartir una pizza en la Capilla de las Lágrimas, esa en la que se entra siendo un hombre y se sale convertido en Papa.

Al final todo acaba siendo como una confesión entre ambos y la confesión de Bergoglio es de una honestidad y entereza verdaderamente encomiable.
"- Conoce la historia de dos seminaristas a los que les gustaba fumar?
- Nooo, deberían evitarlo.
- Bueno también; pero el primero va a ver a su director espiritual y le dice: Padre, ¿está   permitido fumar rezando? Y el director responde ¡No! Por supuesto que no.
- Claro que no.
- Bueno, espere. El segundo, que era un jesuita le dice a su amigo, hermano estás haciendo la pregunta equivocada. Así que va a ver al Director y le pregunta ¿padre, está permitido rezar mientras se fuma?"

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