"Hoscamente, el General Buckman abrió el tercer cajón de su gran escritorio y colocó una bobina de cinta magnética en el pequeño aparato que allí tenía. "Arias de Dowland para cuatro voces..." Se quedó escuchando una que le gustaba mucho de entre todas las canciones que había en los volúmenes para laúd de Dowland.
...Pues ahora, abandonado y solitariome siento, suspiro, sollozo, me desmayo, muero,
en dolor mortal e interminable miseria.
El primer hombre, recapacitó Buckman, que escribió una pieza de música abstracta. Sacó la grabación, puso otra y se quedó escuchando la "Lachrimae Antiquae Pavan".
Los párrafos anteriores se pueden leer en la página 127 de la novela de ciencia ficción, "Fluyan mis lágrimas, dijo el policía", de Philip K. Dick y esta continuidad me resulta fascinante.
Flow my Tears (Fluyan mis lágrimas) es una pieza musical para laúd compuesta por John Dowland en 1598 y está reconocida como una de las composiciones más melancólicas de todos los tiempos. Es un tema tan popular que hasta tiene una versión cantada por Sting.
Dowland fue un compositor inglés que trabajó en varios tribunales europeos en Alemania, Italia o Dinamarca. La melodía de Flow my tears se compuso en 1598 como una pieza solista para laúd, posteriormente, en 1602, Dowland le añadió un texto transformándola en una canción que se publicó ese mismo año en The Second Booke of Songs.
La pieza aborda el tema del dolor y el exilio interior que experimenta el enamorado al no conseguir acercarse a la persona amada. La época de Dowland fue muy convulsa para la Corte inglesa ya que la conversión religiosa impuesta a toda Inglaterra generó un ambiente político y religioso de sospecha, muy receloso ante las traiciones a los designios del Reino de Inglaterra.
John Dowland tuvo la desgracia de convertirse al catolicismo durante su estancia en París estando al servicio de un diplomático inglés. A través de éste, se vio envuelto en una trama de conjura política contra la reina Isabel I de Inglaterra y ello hizo que no pudiese regresar a su país por estar considerado como un traidor a su patria.
Vivió un exilio más doloroso cuanto que su máxima aspiración era que se reconociera su valía en su país natal. Todos sus intentos se vieron frustrados. Esta contrariedad influyó en su vida y en su música. El tema de la melancolía imperaba en las expresiones artísticas de este período isabelino. Del mismo modo la temática estará presente en la mayoría de la obra de Dowland, no en vano dio a una de sus pavanas el título de “Semper Dowland, Semper Dolens” (Siempre Dowland, siempre doliente).
La muerte en marzo de 1603 de la reina Isabel I le provoca sentimientos paradójicos. Las lágrimas por las esperanzas perdidas se pueden convertir en lágrimas por una nueva ilusión. En este estado de cosas, el compositor crea una de las obras más importantes e influyentes de su época: la colección de siete pavanas conocidas con el título genérico de “Lachrimae, or Seaven Teares” escritas para conjunto instrumental.
Estos llantos debían llegar al corazón de la persona a quien estaba dedicada la obra: la princesa Ana, esposa de Jacobo I de Inglaterra. En la dedicatoria del libro, Dowland escribió las siguiente palabras: “Aunque el título prometa lágrimas, esas invitadas indeseables en estos tiempos de alegría, no hay duda de que las lágrimas que se vierten por la música son agradables. Las lágrimas no nacen siempre de la pena, a veces también nacen de la alegría y la felicidad”.
Fluyan, mis lágrimas
¡Fluyan mis lágrimas, caídas de sus manantiales!
Exiliado para siempre, dejadme llorar;
Permitidme que viva olvidado
Donde el pájaro negro de la noche canta su tristeza
¡Apagaos, oh vanas luces, no brilléis más!
No hay noche lo bastante oscura para aquellos
Que desesperadamente deploran sus fortunas perdidas.
La luz no es otra cosa que vergüenza nuestra.
Nunca serán mis penas aliviadas,
Puesto que la piedad ha huido;
Y las lágrimas, suspiros y gemidos han privado
de cualquier alegría a mis cansados días.
¡Oíd!, vosotras, sombras que en la oscuridad moráis,
Aprended a despreciar la luz
Felices, felices, quienes en el infierno
no sienten el desprecio del mundo.
Flow, my tears
Flow, my tears, fall from your springs!
Exiled for ever, let me mourn;
Where night’s black bird her sad infamy sings,
There let me live forlorn.
Down vain lights, shine you no more!
No nights are dark enough for those
That in despair their lost fortunes deplore.
Light doth but shame disclose.
Never may my woes be relieved,
Since pity is fled;
And tears and sighs and groans my weary days
Of all joys have deprived.
From the highest spire of contentment
My fortune is thrown;
And fear and grief and pain for my deserts
Are my hopes, since hope is gone.
Hark! you shadows that in darkness dwell,
Learn to contemn light
Happy, happy they that in hell
Feel not the world’s despite.
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