Salgo de la sala con una media sonrisa de satisfacción. He disfrutado de la película, he comprobado la calidad de Pablo Berger para sortear en varias ocasiones el precipicio al que se le iba la película y no puedo menos que ponderar lo magnífica actriz que es Maribel Verdú. En este caso se mete en la piel de una choni total (con su sombra de ojos azul restallante y sus sudaderas con brillos) del más profundo Carabanchel. Nos ofrece toda una panoplia de recursos expresivos y está genial incluso en los contraplanos sin frase. Esas expresiones tópicas de "Vete tú a saber", "Ay, no seas así", "Ni se te ocurra", las coloca en pantalla la Verdú, con sólo su rostro. Magistral.
Carmen y Jose son una pareja de Carabanchel que acuden a una boda y después de una sesión de hipnotismo realizada por un primo aficionado (Jose Mota), Jose es poseído por el espíritu de un joven educado y pulcro. El problema está en que años atrás, el joven cometió varios asesinatos. Antes de que todo se desmadre, el primo pide ayuda a su maestro (otro farsante interpretado por Jose María Pou) para intentar volver las cosas a su sitio.
El director de Torremolinos 73 (2003) y la maravillosa Blancanieves (20l2) parece centrado en retratar la España cañí desde todos los géneros más clásicos del cine; pero la osadía y el talento que derrochaba Blancanieves, aquí se queda en brillantes referencias cinéfilas y un cúmulo de trucos que sólo en algún momento fascinan. Esta Carmen inocente y sufridora de un marido "macho ibérico", remite a "Qué he hecho yo para merecer esto" de Almodóvar. Según se suceden las escenas, las referencias se multiplican: La escena de discoteca con el Abracadabra de la Steve Miller Band a "Fiebre del sábado noche"; los líos de la hipnosis chabacana a "El misterio del medallón de Jade" de Woody Allen.
Demasiadas bolitas con sabores muy dispares.
Demasiadas bolitas con sabores muy dispares.
La película se sigue con interés y tiene un puñado de buenos momentos perfectamente resueltos (el encuentro de la pareja protagonista en una discoteca nocturna, la visita al piso de los horrores donde el joven vivía con su madre, la aparición del chimpancé en la grúa, la alucinación del banquete de boda sangriento y la escena mental con los tres protagonistas hipnotizados); pero la cinta no consigue despegar y creo que es por la rémora de su marcado tonillo costumbrista que a veces roza el ridículo. Sin embargo me gusta, y mucho, cuando acierta con el humor negro.
Siendo abigarrada y disparatada, todos los asuntos tratados aparecen como secundarios, sin tener uno que se imponga y haga de aglutinador: no se decide a ser una película de suspense y terror (aunque ahí está Julián Villagrán cortando cabezas con un cuchillo eléctrico -qué tío más bizarro-). Tampoco se decide a ser una comedia salvaje como hubiese sido llenándola de escenas como la del hospital con un anciano moribundo y el maestro Fantonelli. O una historia chunga y entrañable de una pareja y su primo el mago, a los que la vida ha arrasado.
Para bien y para mal es verdad lo que el propio director ha escrito sobre su película: "Abracadabra es una muñeca rusa, una matrioskha; es un mestizaje de géneros, es una comedia dentro de un drama, dentro de una película de género fantástico, dentro de una de terror, dentro de una de cine social y dentro de un musical" ha declarado en una entrevista.
Cada parte funciona y hace que la película no se derrumbe, pero en su conjunto te quedas sin saber a qué caballo apostar. Es como si el director estuviese en pleno ejercicio de prestidigitación y nos fuese llamando la atención primero sobre esto, luego sobre lo otro y luego sobre el más allá. Al final acabas despistado.
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