Nabokoviana novela que mezcla dos líneas narrativas temporales, una en la Roma del Bajo Imperio y otra en la actual Universidad de Harvard. Ambas comparten el turbio ambiente de dos vehementes pasiones: creación literaria y lubricidad homosexual.
Laurence es un antiguo estudiante de Harvard. 20 años después de su graduación vuelve allí para impartir clases y revivir su implicación en la muerte de varios amantes; sobretodo la de Jonathan, un apolíneo estudiante que apareció muerto en su habitación, colgado de su bufanda. En paralelo se nos narra la historia de Mazuf, un copista en el floreciente negocio bibliográfico de la Roma Imperial.
La novela es insólita y fértil en el juego de espejos que multiplica y propone, en la erudición con que reconstruye las decadentes Roma y Harvard; y en la viveza con que relata la promiscuidad homosexual. Jonathan y Mazuf son los protagonistas en dos épocas distintas, ambos poseen la fiebre de la creación y la impostura literaria, ambos son asiduos merodeadores de muchachos en las bibliotecas y ambos se ven envueltos en un crimen.
Copa Warren * -recipiente que data del Imperio Romano- |
ESTRUCTURA.-
La obra está llena de paralelismos que la dotan de una estructura alambicada y sumamente literaria.
Mazuf escribe un libro, Poemas a una lanza; mientras Jonathan escribe la historia de Mazuf y una tragedia cuyo protagonista es Laurence. Laurence por su parte es el narrador: nos refiere la historia de ambos y la suya propia; todo lo cual constituye Este latente mundo.
A ello hay que añadir un sutil y doble paralelismo: Tanto Mazuf como Jonathan se dedican a manipular textos y libros para crear otros nuevos de inescrutable coherencia. El amanuense, interviniendo en los textos que le son dictados y Jonathan cortando verticalmente cada página de la Decadencia y Ruina del Imperio Romano, de Gibbon, para volverlas a unir creando un nuevo texto insospechado. No es menos significativo que ambos sean consumados ventrílocuos; un modo más de mixtificar la realidad.
"Mazuf no buscaba notoriedad ni estar en las bocas de los que llenaban la tribuna reservada en el Coliseo. Le importaba un bledo lo que pudieran pensar. En realidad, lo que Mazuf buscaba era estar presente en las bibliotecas con su propio nombre y no hacerlo a través de esos susurros de apuntador entretejidos en los textos de los demás. Quería poder merodear entre los estantes y descubrir un rollo que le perteneciera por completo, seducir allí a un muchacho con el excitante poder de la letra en el santuario de la letra. Sus escarceos en los rincones de las salas de lectura eran entonces más atrayentes para el que la promiscuidad fraternal de la fuente Ternarium, donde el placer era un bien común y cada cual lo tomaba a voluntad, sin aspavientos.
Los muchachos ya lo sabían y le esperaban, hacían cola en las escalinatas de la Tiberiana cuando, antes del atardecer, dejaba el Argileto y se encaminaba a la biblioteca. A él le daba igual el fingimiento de los muchachos porque todo es fingimiento y, a veces, como le solía decir a su otra voz en esos diálogos suyos de pareja -de mujer a hombre que escucha-, "la simulación descarada es más auténtica que la misma inocencia". pág. 101-2
La culminación de estas duplicidades es un juego metaliterario extraordinario: En la historia que Jonathan escribe sobre Mazuf, éste aparece recitando en el Teatro Marcelo y, como en trance, a través de su segunda voz de ventrílocuo, relata al público la historia de Jonathan y sus amantes en esa ciudad de Harvard de época tan extraña. Así nos lo refiere un deslumbrado poeta que asiste al acto:
"Sabemos que Jonathan escribe una oscura tragedia sobre Roma, además de ese diario que por cierto me parece un sumidero de lectores despistados y que nada perderíamos si fuese suprimido a no ser porque nos privaría de la lengua mordaz y fresca de Jonathan. Por fin quisiera saber quién se esconde tras ese Auden a quien Jonathan gusta de recitar. ¿Lucilio, tal vez?¿Y qué decir de esa triste parodia, Decadencia y ruina del Imperio Romano? Es grotesco, un cuento para niños. Quizás sea una alegoría, sí, puede que sea eso lo que pretendía Mazuf. ¿Acaso no es Harvard, ese mundo ajeno al nuestro, el que se apaga como una lucerna anegada en aceite sucio? Sin embargo, diréis que echo tierra sobre nuestro noble oficio, pero en esas frases truncadas, en esa tenaz voluntad de reconstruir, de sanar algo que estaba enfermo, ¿no hay una magnífica esperanza de conocimiento? ¿Qué clase de ruido produce la lectura de ese libro lleno de cicatrices? ¿Se nos va a decir mucho antes de nuestra muerte y de la muerte de nuestros hijos y de los hijos de sus hijos, lo que nos sucedió, lo que nos está sucediendo siempre?". pág 271
No son baladís las dos citas que el autor elige para encabezar su obra: Una de Cortázar: "...fijar las cosas y los tiempos, establecer ritos y pasajes contra el desorden lleno de agujeros y manchas". Y otra del Ricardo III de Shakespeare: "Deforme, sin terminar, enviado antes de tiempo a este latente mundo."
Un mundo inacabado, el de Jonathan, Mazuf y Laurence, cuyas piezas se mezclan como las páginas del Gibbon para crear una nueva apariencia. En el fondo el autor nos está hablando del poder de la ficción como mixtificación de la realidad y de la relación generadora que se establece entre el lector y lo que lee.
De Juan demuestra una sutil maestría montando una especie de juego a veces cínico y en general irónico: "Esto es ficción, amigos. y lo bueno de la ficción es que te permite decir la verdad sin que tú sepas que es la verdad; verdad que, de otra manera, jamás defenderías."(p. 116) Y siempre con la dulce melancolía del que busca el conocimiento a través de las cicatrices del tiempo.
"La monumental obra que Gibbon empezó a publicar en 1776 a la manera de folletín en la prensa británica no se completó hasta once años después. El objetivo de Gibbon, según dejó dicho en el último capítulo, era "describir el triunfo de la barbarie y la religión. (...) Su pesimismo respecto al progreso de Occidente en la Roma medieval y luego renacentista demuestra un juicio que se adelanta a su tiempo. Escribiendo en mitad del siglo dieciocho, a las puertas de la edad contemporánea, Edward Gibbon no ve indicios para creer que las razones de la decadencia de Roma, la pérdida de esa libertad política e intelectual que encontró en la literatura clásica, hayan desparecido." pág 290-1
LA LITERATURA COMO CREACIÓN, CONOCIMIENTO Y SIMULACIÓN.-
La promiscuidad podría definir toda la obra, ya que infesta tanto el estilo de vida de los protagonistas como el "manoseo" de los libros. "Los dioses se mueven sobre todo por la lujuria", dice el aprendiz Venancio a su maestro Mazuf, citando un verso de Los fastos de Ovidio. Y dioses se consideran tanto Mazuf como Jonathan. Ambos poseen obra literaria propia pero también ambos se imponen la tarea de intervenir en textos ajenos.
"Mi nombre es Laurence y voy a contar algunas cosas que nunca he contado a nadie.
El padre de mi padre solía hacerme leer en voz alta cada tarde, con el pretexto de mejorar mi dicción, el relato de su llegada a América desde Riga. (...) Sólo él poseía esas imágenes de la huida que le abrió a otra suerte de esperanza. Eran una imágenes manoseadas, plagadas de nieblas portuarias, faltas de perspectiva. Sus artríticas palabras no conseguían devolverlas a la vida. Sin embargo, mi voz prestaba renovados brillos, siempre con facetas insospechadas, a la memoria cada vez que el viejo me oía leer esa historia con palabras que tenían la seguridad de una creencia. De manera parecida, también yo ahora quiero oír cómo mi voz moldea ese flujo de escenas que bullen, que van y vienen transitando túneles y puentes elevados sobre ríos y estuarios como si fueran dos docenas de trenes eléctricos circunvalando las arrugas sin nombre de mi cerebro." pág 36
En este párrafo se aprecia la voz del lector insuflando una nueva vida a un texto. Lo mismo que hace Mazuf cuando lee y corrige sobre la marcha para que copien sus amanuenses. El poeta Marco Servio asiste fascinado a la declamación de Mazuf en el Teatro Marcelo y cuando el copista regurgita la historia de un Jonathan que recorta y recompone La Decadencia....de Gibbon en una improbable Harvard, no puede dejar de excalamar: "(En esto) ¿no hay una magnífica esperanza de conocimiento? ¿Qué clase de ruido produce la lectura de ese libro lleno de cicatrices?."
Algo a lo que responde el propio Laurence mientras lee, embebido, el Gibbon mutilado por su amigo:
Algo a lo que responde el propio Laurence mientras lee, embebido, el Gibbon mutilado por su amigo:
"Si uno perseveraba, una indefinible coherencia parecía surgir del caos al que Jonathan y la muchacha habían sometido a ese libro. Como si los hechos que Gibbon contaba tuvieran un significado más plausible y auténtico gracias a la mutilación. Por azar o de forma deliberada, se producían conexiones insospechadas entre los personajes de esos años de la decadencia romana y entre los mismos acontecimientos. " pág 258
Langdell Hall -Harvard- |
BARRIOS, COSTUMBRES Y BIBLIOTECAS.-
No quiero dejar sin subrayar la erudición y amenidad con que De Juan nos sumerge en esa Roma decadente con su populoso barrio de los pederastas, las calles atestadas del Argileto, las costumbres en las termas donde estaba prohibido el coito, pero no la mutua masturbación o la fiesta del October Equus, la más sangrienta celebración de Roma, donde al ganador se le otorga el dudoso privilegio de morir. Y sobretodo la visita virtual que nos ofrece de las bibliotecas, tanto en Roma (la Tiberiana, la Ulpia, etc.), como en Harvard (la Widener, la Langdell o la Gutman) y todo el enjambre de merodeadores que pululaban por sus pasillos buscando un encuentro tan fugaz como ardoroso.
"El campo de operaciones de Mazuf y de sus tres ayudantes fue siempre la biblioteca Ulpia, que todos conocían bien. Con el tiempo la biblioteca Ulpia, obra de Trajano para su foro, había ganado en fondos y prestigio. La Tiberiana, en cambio, estaba de capa caída debido a la intervención de las vestales, que se habían adueñado de ella para ritos sectarios. Algo similar le había sucedido a la biblioteca del Palatino, aunque en este caso tuvo la culpa la grotesca debilidad de Julio Higinio, nombrado por Augusto archivero y director. Si bien proliferaron otras muchas bibliotecas en Roma, gracias a la generosidad de los gremios o del gobierno, por entonces se comprendían las ventajas de concentrar la mayoría de libros disponibles en un gran edificio público. La biblioteca Ulpia, enclavada entre la via Flaminia y el Foro de Augusto, más próxima al Argileto que la Tiberiana, situada en el Palatino, se distinguía por su tolerancia y dedicación a la juventud." pág 151
Roma según W. Turner |
"Mazuf miró a la concurrencia. Había vivido tantos años entre esos hombres y todavía era un extraño. Ellos vivían con el espíritu de la prudencia y la sustracción: vivían para evitar el dolor, la vergüenza, el engaño, la pobreza. Todo lo que hacían abocaba a una omisión, como el acto de narrar. Vivían para ser contados. vivir era otra cosa para Mazuf: incluirlo todo, extraer de la vida un excelso garum, a la vez fétido, turbio y excitante". pág 323
Jose Luis de Juan (Mallorca, 1956) es un escritor casi secreto pero de escritura firme y luminosa. Es abogado, periodista, novelista, ensayista (Incitación a la vergüenza) y poeta (Versión del Este). Es autor de ocho novelas, entre ellas El apicultor de Bonaparte, Sobre ascuas, La llama danzante, La mano que formula el deseo y Kaleidoscopio (finalista del Premio Nadal 2003, donde narra la historia de un superviviente del desastre de Anual que es captado por una célula anarquista. La novela recorre una pasión amorosa a la vez que realiza una reflexión sobre la vida). Quizás junto a Este latente mundo, su mejor obra sea La llama danzante: en ella maneja con maestría tramas, tiempos y texturas literarias, componiendo con todas ellas una novela transhumante, el periplo vital de una pareja donde se mezclan pasiones con paisajes y literatura con viajes. Es además autor de La vida privada de los verbos (2000), una colección de relatos que constituyen una auténtica “novela verbal”. También ha escrito Recordando a Lampe, una novela juvenil que recibió el Premio Gran Angular en 2001.
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