"Abuelo" - Escultura en Mecerreyes |
ÚLTIMA LECCIÓN
Mi abuelo,
que lo sabía todo del mundo,
que podía agarrar un relámpago de trucha con la mano,
que sabía silbar en lenguas para atraer a los jilgueros,
que conocía las horas en que se podía atravesar el túnel
sin peligro de encontrarse con un tren de frente,
que sabía cuándo envidar y cuándo callar,
mi abuelo que tumbó a un irlandés de dos metros
a coñacs, que se salvó de un tren que cayó al río,
mi abuelo que asaba las mejores castañas del mundo,
mi abuelo que me llevaba de la mano
a descubrir la tierra,
mi abuelo
confunde el día con la noche, duerme si hay sol
y en cuanto oscurece entra en una vigilia enloquecida,
abre puertas, enciende luces, despierta, grita,
y yo, acostumbrado a aprender de él,
me niego a creer que sea verdad
que ha perdido la cabeza,
y paso las noches abriendo puertas,
encendiendo luces, buscando desesperado
en todo esto una lección postrera
aterrado no sé
si por no encontrarla, o por entenderla.
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Mi abuelo,
que lo sabía todo del mundo,
que podía agarrar un relámpago de trucha con la mano,
que sabía silbar en lenguas para atraer a los jilgueros,
que conocía las horas en que se podía atravesar el túnel
sin peligro de encontrarse con un tren de frente,
que sabía cuándo envidar y cuándo callar,
mi abuelo que tumbó a un irlandés de dos metros
a coñacs, que se salvó de un tren que cayó al río,
mi abuelo que asaba las mejores castañas del mundo,
mi abuelo que me llevaba de la mano
a descubrir la tierra,
mi abuelo
confunde el día con la noche, duerme si hay sol
y en cuanto oscurece entra en una vigilia enloquecida,
abre puertas, enciende luces, despierta, grita,
y yo, acostumbrado a aprender de él,
me niego a creer que sea verdad
que ha perdido la cabeza,
y paso las noches abriendo puertas,
encendiendo luces, buscando desesperado
en todo esto una lección postrera
aterrado no sé
si por no encontrarla, o por entenderla.
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¡Qué diferente significado pueden guardar dos versos idénticos!
El verso Mi abuelo abre la primera parte del poema y vuelve a repetirse para abrir la segunda. En la primera se refleja el anverso sabio y vital del ancestro; mientras que en la segunda el autor hace girar la moneda para enseñarnos un reverso estremecedor.
Del mismo modo se repiten las acciones de abrir las puertas y encender las luces, albergando significados diferentes. En el abuelo enajenación, en el nieto una continuidad que ya entreve incierta.
CAFÉ ATLÁNTICO
Un viejo café colonial frente al puerto
de una ciudad a la que vuelves, mas no regresas
-no hay ningún recuerdo que haya permanecido
salvo la lluvia de una tarde por lo demás ya lejana.
Hay al lado un British Bar pero esto no es Lisboa
y las agujas de todos los relojes corren en la dirección cierta.
Hace un año escribiste aquí, bajo el volcán, versos
que hubieran podido ser los últimos.
Haces recuento: nada ha ocurrido desde entonces
que justifique el arrepentimiento. Hoy la has conocido
-y has abierto su bolso, buscando algo,
y has entrado descalzo en su cuarto,
habéis hecho el amor de esa forma mecánica aunque hermosa
que aún sirve de alivio del cuerpo, pero no ya del alma.
Dejas aquí su nombre, Laura, para cuando se haya borrado.
Ha vuelto el ejercicio del amor, pero no su fuego.
Al menos esta vez quedará algo en la memoria:
la curva minuciosa de sus pechos,
los sonidos del orgasmo
-los mismos que repetiremos, a solas, en la agonía.
CAFFÈ GOTICO
(Via della Stelletta)
Soy un animal propenso a la elegía. Debe existir
alguna taxonomía que me clasifique. He aquí
el mantra silencioso del Pantheon desde hace siglos,
he aquí las palmeras felices del Gianicolo,
he aquí el oro del otoño romano. Tengo en el cuerpo
aún la mirada de la mujer de ayer en el Caffè Gotico
como una invitación a intercambiar
las generalidades animales. El tiempo es una cuchilla
y rasga el aire del día, trae otra ciudad:
tú y yo en el mismo lugar. La elegía comienza.
Veníamos de la Via dei Portoghesi,
el corazón abierto sin anestesia.
Tantas cosas han cambiado desde entonces.
Se congeló el agua en las fuentes,
se descongeló y volvió a manar, sucia.
Ahora tengo todo cuanto deseo. Pero también
algo que no quiero y me persigue:
me tengo a mí, todo cuanto ya no tengo.
Sólo soy el que ya nunca seré.
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Martín López-Vega (Llanes, Asturias, 1975) Es un poeta y traductor que ha trabajado como periodista cultural, editor y librero. En la actualidad enseña y estudia en la Universidad de Iowa. Escribe poesía tanto en bable como castellano. Redacta el blog Rima Interna dentro del suplemento El Cultural. Es autor de varios libros entre los que se encuentran Árbol desconocido (Visor, 2002), Macula (DVD Ediciones) y el poema largo Extracción de la piedra de la cordura (DVD Ediciones, 2006).
Recientemente ha publicado Retrovisor (Poemas elegidos 1992-2012) en la editorial Papeles Mínimos, que resume veinte años de trayectoria poética en el que se incluye Elegías Romanas, poemario compuesto durante su estancia en Roma como becario de la Academia de España. Su primer libro de poemas tras esta antología ha sido La eterna cualquiercosa (Pre-textos, 2014). En Otra vida (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008) recoge y traduce parte de su obra poética en bable. Ha traducido a Lêdo Ivo, Eugénio de Andrade, Jorge Sena y Almeida Garrett entre otros.
Mapamundi (Poesía del siglo XX), Ediciones La Isla de Siltolá, es un curioso libro que recoge una selección de poemas de entre los que ha traducido y compartido en su bitácora. Estos ochenta poetas de más de treinta países representan una verdadera antología de lo mejor de la poesía mundial. Dice López-Vega que traducir es una de las formas que un poeta tiene de estudiar.
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"Soy un animal propenso a la elegía" nos confiesa el autor, es decir, propenso a la pérdida y al dolor. En estos dos Cafés creo que el autor busca la identidad en la memoria, para acabar encontrando una profunda insatisfacción: En un caso lo que quedará registrado (los sonidos del orgasmo) se identifica a la agonía. En el otro, alguien que se reconoce pleno, descubre algo indeseado: "Sólo soy el que ya nunca seré"
Martín López-Vega (Llanes, Asturias, 1975) Es un poeta y traductor que ha trabajado como periodista cultural, editor y librero. En la actualidad enseña y estudia en la Universidad de Iowa. Escribe poesía tanto en bable como castellano. Redacta el blog Rima Interna dentro del suplemento El Cultural. Es autor de varios libros entre los que se encuentran Árbol desconocido (Visor, 2002), Macula (DVD Ediciones) y el poema largo Extracción de la piedra de la cordura (DVD Ediciones, 2006).
Recientemente ha publicado Retrovisor (Poemas elegidos 1992-2012) en la editorial Papeles Mínimos, que resume veinte años de trayectoria poética en el que se incluye Elegías Romanas, poemario compuesto durante su estancia en Roma como becario de la Academia de España. Su primer libro de poemas tras esta antología ha sido La eterna cualquiercosa (Pre-textos, 2014). En Otra vida (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008) recoge y traduce parte de su obra poética en bable. Ha traducido a Lêdo Ivo, Eugénio de Andrade, Jorge Sena y Almeida Garrett entre otros.
Mapamundi (Poesía del siglo XX), Ediciones La Isla de Siltolá, es un curioso libro que recoge una selección de poemas de entre los que ha traducido y compartido en su bitácora. Estos ochenta poetas de más de treinta países representan una verdadera antología de lo mejor de la poesía mundial. Dice López-Vega que traducir es una de las formas que un poeta tiene de estudiar.
LA MUSA DE FUEGO
Pedí, como Shakespeare,
una musa de fuego.
La tuve. Y ahora
escribo con sus cenizas.
Martín López-Vega, Árbol desconocido, 2002.
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