Densa y opresiva como un sótano de tormentos y malsana como los pantanos de Louisiana donde se desarrolla. True Detective nos sumerge en un caso de pederastia, corrupción y satanismo de la mano de dos detectives que también portan su demonio interior.
El capítulo 3 titulado La habitación cerrada tiene un final estremecedor mientras escuchamos al detective Rusty Cohle (Matthew McConaughey): "Y entender que... toda tu vida, todo tu amor, todo tu odio, toda tu memoria, todo tu dolor... todo era lo mismo: todo era el mismo sueño, un sueño que tenías en una habitación cerrada, un sueño sobre convertirte en... una persona. Y, como en muchos sueños... un monstruo aparece al final”.
Una chica aparece asesinada en una escena de ritual satánico. Rusty Cohle y Martin Hart (Woody Harrelson) son los encargados de la investigación. Martin es un tío honesto que adora a su mujer y sus hijas pero no puede reprimir su inclinación por la bebida y el sexo. Rusty por su parte es un tipo quebrantado. Años de infiltrado en diversos cárteles y el abuso de las drogas lo han dejado neurótico, con insomnio y alucinaciones que aparecen en el momento más inoportuno. A cambio afronta la investigación con la pasión obsesiva de un entomólogo. Es desesperadamente tenaz y muy dado a reflexiones filosóficas que ponen de los nervios a Martin. "En la eternidad, donde no existe el tiempo, nada puede crecer, nada puede llegar a ser, nada cambia. Por eso la muerte creó el tiempo, para cultivar las cosas que matará". Él mejor que nadie representa la locura autoconsciente, la que en medio de las alucinaciones intenta rasgar los velos que le conduzcan a la realidad.
La serie es un pesadilla pegajosa e hipnótica que nos va envolviendo como una repulsiva tela de araña. El ritmo es lento y voluptuoso, mientras nos obliga a observar algo aterrador e impío.
En tres aspectos cifro su excelencia. Un apartado visual de enorme personalidad, una trama y estructura narrativa sobresalientes y unos trazos referenciales de primera magnitud.
Visualmente nos impacta desde los mismísimos títulos de crédito: son una obra de arte audiovisual. Han sido realizados por Patrick Clair y Elastic en base a una serie de surrealistas fotografías realizadas con la técnica de la doble exposición. Mientras las observamos nos acuna la canción "Far From Any Road" de The Handsome Family. Una música de base country que habla lúgubremente de serpientes cascabel, arbustos espinosos y sombras amenazantes. Encontramos un análisis más pormenorizado en Art of de Title.
El estilo de las fotografías abreva directamente del fotógrafo Richard Misrach y sus retratos de la serie América petroquímica. Imágenes que recorren la "Avenida del Cáncer", una zona degradada por la industria química que soporta un alto grado de polución. Este infecto territorio se yuxtapone a una sociedad envilecida por lacras como la pederastia, la corrupción, las drogas, el fanatismo religioso o la prostitución. La moralidad allí adquiere tintes lóbregos. Uno de los detectives suelta: "El mundo necesita hombres malos. Mantenemos a los otros hombres malos a raya".
Novedosamente todos los capítulos han sido dirigidos por la misma persona, Cary Fukunaga; de modo que la narración visual ofrece gran coherencia. El ritmo es cadencioso y nos arrastra por espacios opresivos, dejando que las emanaciones lleguen hasta nuestros sentidos. La música y el ritmo narrativo tienen una identidad tan acusada que hay que remitirse a Twin Peaks (David Lynch) para encontrar un producto tan alucinógeno. En aquella serie de culto los bosques y los sicomoros nos imponían su presencia casi sobrenatural. En esta más reciente, son los pantanos los que ejercen una presión aciaga. En ellos se esconde un terrible culto de mortífero ritual.
Por otro lado, hay que señalar el magistral y ya famosísimo plano-secuencia de 6 minutos de duración que se encuentra al final del capítulo 4. La tensión que acumula este asalto a una guarida de drogas se ve notablemente incrementada por el hecho de no cerrar el plano.
R. Misrach - América Petroquímica- |
En 2012 se reproducen unos misteriosos crímenes que siguen la pauta de otros ocurridos en 1995. La policía pide el asesoramiento de los dos detectives que resolvieron el caso hace 17 años. Se alternan de este modo la investigación presente y pasada, enriqueciendo la complejidad de la trama.
La serie tiene dos puntos de inflexión. Cuando en el pasado dan por resueltos los crímenes y cuando pasado y presente confluyen para avanzar hacia la definitiva conclusión. O quizás no, pues falta identificar a los cultores del Rey Amarillo que apenas entrevemos en un borroso vídeo.
Las referencias y simbologías que maneja la serie son tan múltiples y cuidadas que no extraña la creación por parte de HBO de un microsite, darknessbecomeyou.com, que favorece los ecos de ese mundo tan obsesivo como laberíntico. A los signos de un culto secreto se unen unas referencias literarias fantásticas.
Carcosa es una ciudad muerta creada por Ambrose Bierce en los relatos fantásticos incluidos en ¿Pueden suceder tales cosas? (1893). Robert W. Chambers la toma prestada para alguno de los cuentos de su volumen El Rey Amarillo (1895). Este Rey se comunica con la gente por medio de sueños y a través de un libro que causa la locura. A estos maestros cabe sumar las referencias a Thomas Ligotti y su Fábrica de pesadillas.
Cuando, en el desenlace, el asesino le susurra a Cohle, "estás en Carcosa", un escalofrío te recorre el espinazo. En ese punto ya estamos dentro de los horrores que acechan en sueños, ante monstruos y ciudades perdidas que buscan nuestra perdición. Rusty perora con lucidez: "Este lugar es como el recuerdo que alguien podría tener de su pueblo... y ese recuerdo se está desvaneciendo..."
-El detective Rusty en Carcosa- |
Las referencias llegan hasta el mundo del cómic. Sobre en The Courtyard, de Alan Moore, escrito en homenaje a Lovecraft. Allí también encontramos a un excéntrico detective que persigue a un delincuente llamado Johnny Carcosa, cuya peculiaridad es vestirse con un velo amarillo. En zona negativa han analizado pormenorizadamente esta relación.
Pero este aluvión de fantasía y terror no debe obviar el hecho de que la serie se hace eco de una más que siniestra realidad. En 2005 se destapó el caso de una congregación evangelista de Ponchatoula (Louisiana) que, al amparo de su filantrópica actividad fundando iglesias, habían tejido una red de abuso de menores con rituales satánicos. La habitación donde oficiaban estaba cubierta de graffitis con blasfemias. El otro caso se conoce como "las 8 de Jeff Davis" y ocurrió entre 2005 y 2009. Ocho prostitutas fueron halladas muertas en los canales que circundaban la pequeña población de Jennings. Las investigaciones demostraron que hubo colaboración de los policías locales.
Este ambiente rural y opresor lo denota Martin cuando dice: "Claro que soy peligroso, soy policía. Podría hacer cosas terribles a la gente con total impunidad". Mientras que el pesimismo embarga a Rusty: "Todo lo que hemos hecho o haremos, lo haremos una y otra vez".
Trama e imaginería visual tan portentosas estarían huérfanas sin una música que imprimiese carácter. El responsable de la banda sonora es T Bone Burnett y los temas que ha elegido van desde Bob Dylan a Grinderman y Nick Cave, Kris Kristofferson o The Staple Singers. En el site motherjones el propio T Bone Burnett explica cómo escogió la música.
Dejo para el final a los actores. Tanto monta, monta tanto. Woody Harrelson por fin está recatado y aprovecha para explorar su vena más dramática. Michelle Monahan siempre es un regalo. Como mujer de Hart aporta el contrapeso racional. Pero, sin duda, el totem de la serie es Matthew McConaughey. Su encarnación del nihilista detective Rusty Cohle es poderosa y profunda. Permanecerá, seguro, en nuestra retina. Logra que nos asomemos a las profundas tinieblas de un ser bajo condena y sin redención: "Creo que la conciencia humana es un trágico paso en falso en la evolución".
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