La vida de este autor recorre toda la primera mitad del XIX. Conocido como el Poe irlandés, tan visionario y maldito como él, murió tan sólo unos meses antes, después de que sus amigos lo encontraran moribundo en un edificio abandonado. Escritor febril, jamás publicó un libro en vida, las pocas monedas que se granjeaba las empleaba en láudano. James Price, escritor y amigo le dedicó un acertado obituario: "¡Pobre Clarence, tu mundo fue el de un melancólico entusiasmado! El opio te eleva por encima de la mugre y de tu vida miserable".
El libro reune una selección de sus relatos, de los que estos tres primeros son magistrales.
Las treinta redomas, abunda en el gusto del siglo XIX por el verde hálito del diablo cuando se trueca en embriagador licor donde mecer nuestro engaño. Un caballero en situación desesperada puede no distinguir el alcance de quien le fía.
El hombre embozado, es una recreación de Melmoth el errabundo, fantasía gótica creada por su compatriota Charles Maturin. Un amuleto concede el poder de la inmortalidad... a costa de empeñar tu alma.
Una aventura extraordinaria en las sombras es sin duda el más moderno de todos. Paradójicamente se trata de una aventura que es silente y sedentaria, es decir, mental. Los dramáticos vaivenes del alma son la peripecia, ese tumulto del corazón por un deseo o una esperanza. Todo el relato es un torrente introspectivo de ideas, sospechas y sensaciones, cuando aún el monólogo interior no tenía este nombre en literatura. Tantas reflexiones, arrepentimientos y consideraciones, le llevan a concluir, "tout est mystere dans ce monde-ci; je ne sais trop qu´en croire."
"Había hecho mis cálculos inteligentemente acerca de tan gloriosa reacción. Me faltan las palabras para dar cuenta como es debido de la gran paz de espíritu que siguió a ese bálsamo interior que impregnó mi facultad con sagrado dulzor; me sentí renovado, como creado de nuevo; me sentí en absoluta apoteosis; había conseguido liberarme al fin de las pesadas vestimentas de la carne y de la sangre, del caparazón que cubría mi alma, que pudo así estremecerse; era yo, frente al universo entero, una inteligencia visible, tangible que contemplaba todo con gran comprensión; era yo la llave que abría la profunda prisión que encerraba los secretos de la antigüedad y hasta del futuro." pág 241
El patán del abrigo gris desarrolla una de las leyendas de Erin. El guerrero Ironbones, llegado de allende los mares, ha de competir en una carrera con el gigante Bodach-an-Chota-Lachtna. Las argucias y engaños sembrarán de trampas el recorrido hasta encontrar a Manannan Mac Lir, el espíritu protector de Irlanda.
Los tres anillos y la historia del viejo lobo. son leyendas populares con temas que se repiten en diversas culturas europeas. La fantasía se impregna de moraleja en el primero cuando un padre ha de repartir su herencia entre tres hijos. En el segundo, un lobo viejo y filósofo desea una vida de paz y sosiego, pero pronto se dará cuenta que es más fácil adaptarse a los prejuicios que luchar contra ellos.
Una dosis de sesenta gotas de láudano."Puedes necesitar treinta, cincuenta, ochenta gotas o cien para dormirte; todo depende de cuál sea temperamento; pero si lo que pretender es obtener excitación, vida, te recomiendo tomar sólo sesenta gotas"; cita el propio Mangan del Elemental Medicinae de Brown. Del mismo modo se aplica él a desgranar su testamento vital y estético.
GOTA VIGESIMOTERCERA
El placer más exquisito que somos capaces de disfrutar radica en ese sentimiento que sigue a la desaparición de un dolor que nos atormentaba. Pero reflexionar sobre ello nos lleva inevitablemente a la melancolía. De ahí que el mero recuerdo del dolor ido nos conduzca a la agonía del reposo." pág. 209
James Clarence Mangan estudió en la escuela de Saul´s Court. Aprendió alemán, francés, español e italiano. A los quince años tuvo que comenzar a trabajar para sustentar a su familia. Diez años de esclavitud laboral por un mísero sueldo le iniciaron en su adicción al láudano y el alcohol, que acabaron siendo su sustento.
En sus años finales, vagó por Dublín como un pordiosero, envuelto en su inseparable capote gris y su raído sombrero, siempre atado a su indefectible paraguas.
Su elegante estilo y fino humor nos proporciona ese tenue placer que buscamos en la lectura. Chesterton llega a instituirlo como "el más grande de los modernos maestros irlandeses de la literatura, precisamente porque supo escribir desde su tradición antigua, yendo de lo serio a lo grotesco".
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