jueves, 4 de octubre de 2012

Ciudad de vida y muerte

de  Lu Chuan

Tremenda película que nos muestra en un impecable blanco y negro la invasión de China por parte de Japón justo antes de la 2º Guerra Mundial. La acción se centra en el asalto y toma de Nankín, antigua capital del país milenario. La barbarie más terrible y desnuda se nos aparece en esta ciudad pasada por las armas.

En una escena arremolinan a 500 prisioneros y los disparan con ametralladoras hasta su extinción. En otra meten a los prisioneros en una zanja y los acribillan con las ballestas mientras los entierran en plena agonía. En otra obligan a las mujeres a prostituirse para aplacar los ánimos de los soldados. Las imágenes te producen espanto y eso que el director no se recrea en ellas.


El estilo documental de este holocausto chino refuerza la monstruosidad de las acciones. Me recuerda a La Lista de Schindler de Spielberg, de hecho el representante nazi en la ciudad también tuvo su propia lista.
John Rabe, nacido en Hamburgo, estaba en China trabajando para la Siemens China Co. El 12 de Diciembre de 1937 las tropas japonesas ocupan Nankín. Durante dos meses de terror  se suceden ejecuciones y violaciones sistemáticas. Hay pocas ocupaciones más cruentas en la Historia de la Humanidad. Las estimaciones hablan de más de 200.000 muertos.


















Los extranjeros trataron de ayudar a la población china negociando un área segura de 4 km cuadrados. John Rabe fue elegido presidente del Comité Internacional confiando en su nacionalidad alemana y por estar afiliado al Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores.


Sin embargo las 250.000 personas que pudieron ser acogidas en este área sólo lo fueron temporalmente. El mismo John Rabe acogió más de 600 personas en sus terrenos. En febrero de 1938 su empresa le ordena abandonar Nankín. Una vez en Alemania denunció los crímenes de guerra japoneses e incluso escribió una carta a Adolf Hitler intentando parar las atrocidades japonesas. Por este motivo fue detenido brevemente por la Gestapo, que destruyó todas sus fotografías sobre la masacre.

Las escenas bélicas son apabullantes. Las secuencias iniciales en las que la cámara acompaña el asalto dirigido por el sargento Kadakawa es estremecedor. El set inmenso de toda una ciudad destruida se convierte en un infierno por donde deambulan las almas camino de su ejecución.

No es una película cómoda de ver. La narración posee una desnudez hipnótica. Las atrocidades se suceden ante nuestra mirada atónita, los ejecutores violan a las mujeres con la misma indiferencia que se toman una cerveza. La tragedia colectiva está magníficamente hilvanada con los dramas personales. 

El sargento nipón Kadokawa por un lado y la china Sra. Jiang por otro se convierten en el hilo narrador que delata la atrocidad de la guerra.


El sargento japonés es testigo directo de la bestialidad y el desenfreno. Harto del sinsentido reconoce al final de la película,  "llega un momento en que es más difícil vivir que morir".

Merecidísima Concha de Oro en el Festival de San Sebastián 2009

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