domingo, 16 de septiembre de 2012

Total Recall


de Len Wiseman




Aparatosa y hueca película con un diseño de producción fastuoso al servicio de una historia mínima y confusa. Recoge sólo algunos retazos, sin añadir nada nuevo,   de la original dirigida por Paul Verhoeven, para entregarnos una película innecesaria. 

Douglas Quaid es un obrero que tiene constantes sueños donde él es un espía en una trama de rebelión. Pretendiendo colmar su insatisfacción, acude a Memory Call para que le injerten falsos recuerdos de una vida más heroica. Es entonces cuando todo se precipita y las persecuciones y su doble papel cobran realidad. Precisamente esta seña de identidad que albergan los relatos del maestro Philip K. Dick -la difuminada línea que separa la realidad de los sueños- era una de los avales de la anterior película. La desafiante escena donde el psiquiatra interpela al protagonista conminándole a salir del sueño era la mejor prueba. De la fuerza mostrada allí, aquí no aparece ni un atisbo. 

En un reportaje el director y el productor nos explican los esfuerzos realizados para que las escenas de acción (sobre todo las escenas de persecución con coches que levitan magnéticamente) fuesen muy realistas y espectaculares. Pues bien, cabe decir que el esfuerzo ha tenido éxito. Construyeron los vehículos futuristas y los encaramaron sobre coches reales; de ese modo toda la cinética es muy verosímil. En la película hay tres largas secuencias de persecuciones: la mencionada de coches, otra sobre los techos de chabolas que conforman un abigarrado laberinto alrededor del río y una tercera en un nuevo laberinto, en este caso de ascensores que pueden ir en todas direcciones. Esto es lo mejor de la película, una ambientación oscura y futurista, cuidada hasta el detalle y muy conseguida. Pero no hay historia que recorra este magnífico escenario.


Del mismo modo cambiar Marte por Australia sustrae a la trama su objetivo final, la liberación; puesto que la opresión laboral de los trabajadores en La Colonia resulta poco trascendente.

El recorta y pega que suele practicar el guionista Kurt Wimmer, en este caso resulta extenuante. Kate Bekinsdale repite su papel de Underworld y hasta en algunos saltos y peleas me parece apreciar sus colmillos. El ejército de robots con que Cohagen quiere arrasar la Colonia está directamente calcada de El Ataque de los clones de Lucas. Además ni se sabe qué pintan aquí, porque el gobernador quiere arrasar la colonia y sustituir los obreros por robots....cuando no hay rebeldes ni rebelión. Será una forma nueva de capitalismo (joder porque sí).  Las persecuciones por callejuelas superpobladas y asfixiantes remedan Blade Runner; los ascensores cúbicos deslizándose por un laberinto tira líneas con Cube; y hasta la reciente Origen con sus peleas sin gravedad, tiene aquí su eco. 

Los mutantes de Marte y el propio Kuato tenían entidad dramática como seres sojuzgados. En cambio el Kuato interpretado por Bill Nighy resulta irrelevante y la causa rebelde inexistente.
Lo que representaba el secreto de la mina Pirámide con un reactor capaz de convertir el hielo del subsuelo en una atmósfera respirable y revertir el statu quo, aquí no aparece, ni se cita qué liberación se busca o qué factor la puede producir.

Entretenida a ratos. 

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