viernes, 25 de mayo de 2012

13 Asesinos

de Takashi Miike

Sorpresa del hiperviolento Miike. Aunque la película comienza con un sepuku en directo y continua con una chica mutilada de pies y manos, el director ha sabido templar  su  temperamento y rodar estas dos escenas y el resto de la película con un pulso clásico, de gran tragedia.

Precisamente de estas dos escenas nace el relato. Ambas tienen su origen en el despótico Naritsugu, un joven caprichoso que por ser hermanastro del Shogun y heredero del cargo se cree por encima de la ley. Con su séquito va cometiendo atrocidades por todo el territorio. El hara-kiri de uno de los gobernadores por no poder controlar tanta injusticia es el detonante. Para evitar que finalmente acceda al Consejo, un grupo de samurais aceptan la misión de matarlo en aras de la justicia y el honor.

La partida está encabezada por lord Shinzaemon, samurai de enorme prestigio que reúne y lidera el grupo. Sus preparativos conforman la primera parte de la película y la emboscada en una aldea perdida la otra mitad. 

Miike encauza su pasión por la violencia y la sangre hacia derroteros más clásicos y se centra en la historia del fin del shogunato y la Era Edo en 1868, cuando tuvo lugar la restauración Meiji.
Naritsugu es un descendiente de apariencia tranquila, pero arbitrario y enamorado de la violencia y la violación. Se cree imbatible con sus 200 guerreros y por eso la desigual batalla coloca sobre el tapete valores como la lealtad y el sacrificio. Los habituales momentos grotescos e hiperbólicos de Miike quedan aquí atemperados para ofrecernos una película de sabor clásico. Las imágenes tienen poderío visual de un realizador con garra, las coreografías y los travellins son portentosos, los tiempos muertos electrizantes.



Merece la pena hablar del guerrero número trece. Los doce caballeros se lo encuentran enjaulado según avanzan por el bosque  y le preguntan, ¿qué eres, un hombre o un mapache?. Esta alusión nos introduce en la leyenda de los tanuki: un perro mapache japonés legendario,  con fama de pícaro y travieso y capaz de convertirse casi en cualquier cosa. Finalmente el tanuki resulta providencial en la resolución de la batalla.

Sin duda la cinta nos remite a Los sietes samurais de Kurosawa. Pero le falta profundidad. Quizás esté más cercana a Los siete magníficos de Sturges, habida cuenta de la espectacular batalla que libran 13 contra 200 en una remota aldea.

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