de James Sallis
No caeré en comentar puntillosamente un libro que comenta espléndidamente la vida y obra de estos tres grandes escritores. James Sallis es autor de la serie de novelas con el detective Lew Griffin y otras entre las que está Drive, recientemente llevada al cine. Escribió estos ensayos sobre autores de novela negra norteamericana con un estilo muy preciso y utilizando las mejores fuentes biográficas del momento. Cualquier comentario sería una redundancia.
"La descripción que hace André Gide de las historias de detectives como ´una fórmula en la cual cada personaje intenta burlar a los demás y la verdad aparece poco a poco a través de la niebla del engaño´, todavía me parece la que mejor define tanto el atractivo de estas narraciones en su estructura más profunda, como el modo en que vivimos nuestras vidas: confundidos por los sentidos y la memoria, perplejos ante nuestra noción de las cosas y la ajena." p. 9
"En mi opinión estas narraciones poco tenían que ver con la solución de un crimen concreto ni con el restablecimiento de un orden moral. De hecho, rara vez estos crímenes se resolvían -en las mejores, se comprendían los motivos; en las menos buenas, se hacían pagar-, y gran parte de su fuerza provenía del reconocimiento de que no existe el orden moral a excepción del que cada hombre ha creado para sí mismo. Al igual que el arte más noble, estas narraciones se esforzaban por mostrar las mentiras que la sociedad nos cuenta y las que nos decimos a nosotros mismos. Abrían el aseado y bien iluminado cadáver de América y exponían su corazón podrido a la luz del sol". p. 10
JIM THOMPSON
“Incansable, incorregible, más allá de la redención: este es
el mundo de Jim Thompson. La sexualidad es sinónimo de violencia, a veces
implícita, a veces más manifiesta; matrimonios grotescos que empiezan con
alcoholismo y huida, y acaban en asesinato; impelidos a ello, unos personajes
dan vueltas en torno de los otros y se acechan sin saber por qué. Rarísimas
veces un escritor americano y tan decididamente comercial ha producido una
visión tan desolada y merecedora de rechazo. Uno introduce una moneda en esta
máquina de ver imágenes y, tras ajustar sus ojos al visor, se encuentra mirando
al abismo." P.37
"Tal vez el don más
preciado de Thompson sea su capacidad para atraer al lector a la cueva de la conciencia de su narrador y
protagonista. Con pleno conocimiento de que los horrores de la psique individual
se arraigan en los horrores metódicos del Estado, la Iglesia y la familia, el
oído siempre atento a “la terrible voz de la justificación”, Thompson lleva al
lector a identificarse con sus monstruos, a reconocerlos y casi a simpatizar
con ellos, con su desamparada y maltrecha inocencia." p. 39
En El asesino dentro de mí aparecen las características propias de Thompson, el brillo excéntrico de sus personajes (Lou Ford devora volúmenes de
psicopatología y resuelve problemas aritméticos para relajarse) y el distanciamiento de la sociedad; aunque "el auténtico distanciamiento de Lou Ford es de sí mismo, y
Thompson destaca, con cuidado y profundidad considerables, las contradicciones
y correspondencias del ayudante del sheriff: la ira gratuita de Lou contra una
pareja de vagabundos y, unas páginas más adelante, el trato amable a los
borrachos de fin de semana y el paciente control de un preso violento; la
liberación implícita en la paliza que le propinan a Joyce Lakeland, y la falta
de humanidad y la sumisión en su vínculo con Amy Stanton. Como hojas en una
campana de cristal vacío, los dos Lou Ford se repelen mutuamente, y cuanto
mayor es la carga eléctrica, mayor es también la oposición. La inmolación constituye el único final
posible: hay que dejar entrar el aire en la campana." P. 60
GOODIS
“En una obra como El anochecer, prosigue O´Brien, ´Goodis
crea una atmósfera en la que todo –el pesado calor de una noche de verano, una
caja metálica de acuarelas estrellándose contra el suelo, la espiral de la
escalera en la que se oyen por casualidad las palabras de la traición, las
montañas hacia las que huye el protagonista– es simultáneamente simbólico y
profunda y acusadamente literal´.
Es el hiperrealismo al límite: de la bebida, de la fiebre,
de la locura. Y, claro está, existe una cualidad directamente alucinógena en
ciertas frases de Goodis: “La estancia vacía le devolvía la mirada”, o “entró
tan tranquilo y se sentó”, en el diálogo de Parry con el fallecido Fellsinger en
Senda Tenebrosa o en el diálogo de Vanning con su espejo en Anochecer. O en el
final de Descenso a los infiernos (un psiquiatra lo denominaría disociación)
"Entonces oyó el sonido. Era cálido y dulce y procedía de un piano. Buen piano, pensó. ¿quién tocará?Abrió los ojos. Vio cómo sus dedos acariciaban el teclado." p. 81
CHESTER HIMES
De Chester Himes “admiré su voz singular, la exacta economía
de las imágenes y descripciones, la extravagante adecuación de sus
caracterizaciones y la velocidad que imprimía a sus relatos, la limpia fuerza
de su imaginación. Pero tal vez halla
admirado más la creación de un mundo
propio en estas novelas, no Harlem sino una respuesta a Harlem . “Saqué el argumento de la mente
secreta del negro americano”,dijo Himes." p.108
"En las primeras novelas
se resolvían algunos crímenes concretos, bien que casi por casualidad,
pero hay un movimiento progresivo hacia la concentración en la propia escena,
en Harlem como símbolo y en el uso de la
estructura del guión como vehículo para retratar personajes y sociedad. Mientras se produce
ese movimiento , proliferan acontecimientos
absurdos, grotescos e
incomprensibles. Los libros terminan con más desorden y confusión que al comienzo." p.112
"Hay un
párrafo en el segundo tomo de su autobiografía, El absurdo de mi vida, que ahora
me parece especialmente representativo de su obra. Se trata de la descripción
de “un cuadro que había visto cuando era
joven con unos soldados negros vestidos con el uniforme del ejército de la
Unión, a cuatro patas y mordiendo furiosamente a los perros que los rebeldes
sureños habían azuzado contra ellos, hincando los dientes blancos y peligrosos
en el cuello de los canes mientras estos aullaban en vano”. La terrible ambivalencia del lugar que el negro ocupa en la sociedad, la amargura y la
paradójica rabia de Himes, los elementos de violencia gráfica y de ópera bufa,
el “mensaje“ contradictorio, enigmático y finalmente irreductible, la claridad
de la escena: la pintura en una imagen especular virtual de su obra.”. p. 117
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