"...leyó unas pocas frases y de pronto notó que ya no estaba aquí, sino allí, atrapado para siempre por el perfume de cardamomo y de remoto de aquel país perdido en mitad del desierto surgido de los sueños de un poeta olvidado" (pág. 135)
Un festín de literatura es este libro. Aquí encontramos el placer de narrar, la dicha de escribir. Como a los piratas celestes de uno de sus cuentos, Andrés Ibáñez nos deja asaltar su barco para atraparnos entre sus leyendas y poemas.
"Acaso no estamos siempre perdidos dentro de un laberinto? Si no es un laberinto de los libros, es el de una ciudad, y si ni es el de una ciudad es el del amor, y si no es el del amor es de la ambición, y si no es el de la ambición es el de los colores de la mente, y si no es el de los colores de la mente es el de la melancolía, y si no es el de la melancolía es el de la esperanza ¿para qué buscar entonces la salida del laberinto, si todos los laberintos están siempre dentro de otro laberinto? (pág. 133)
El mismo autor nos refiere en un epílogo que no ha pretendido un pastiche sino "un homenaje a una cultura, a un sistema poético y a a un cierto tono de decir las cosas que, una vez escuchado, jamás puede olvidarse".
En ese tono encontramos cuentos más narrativos o leyendas, mientras que otros son más filosóficos e incluso poéticos. Dentro de los primeros tenemos Las hermanas Wang, El Regreso y El puente colgante de Bosha, donde un ingeniero vuelve al puente que construyó hace 25 años y no puede verlo. Antes deberá encontrar el verdadero sentido de una nota que un anciano le entregó en el tren:
"Para los antiguos, un puente siempre debía ser un puente invisible. Los arquitectos del emperador no construían un puente hasta que no podían soñarlo". pág. 41
Hay leyendas, historias de engaños y disimulos, de amor, encuentros con monjes, peregrinaciones a montañas legendarias, historias de piratas y de amantes insaciables, barcos gobernados por animales en busca de libertad, zorros que se transforman para engañar a mujeres... todo ello aderezado con la música y los perfumes de la milenaria cultura.
Entre mis preferidos están los que mezclan leyenda y sabiduría como El alquimista que buscaba la pureza o Marcas en el agua donde una simple pincelada casi caligráfica es capaz de expresar tanto la melancolía de la fugacidad como la gratitud y sorpresa de cada segundo.
"Al final de todas las leyendas está la leyenda de la Montaña del Alma. El hombre es como la mariposa, nacida para transformarse. Benditos sean los que no se olvidan de sí mismos. (pág. 69)
El Tigre y el DragónEl dragón contempla el mundo desde lo alto de las nubes. El tigre duerme tranquilo a la sombra de una acacia. Un pájaro azul cruza los aires. ¿Es el sueño del dragón, que desearía ser capaz de descender a la tierra, o el sueño del tigre, que desearía ser capaz de alcanzar los cielos? (pág. 74)
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