"Murió sin haber publicado la
mayor parte de su obra. Fumador empedernido, un cáncer de laringe acabó con él
en 1933. Debajo de su vivienda, había un burdel, que cada noche se llenaba de
música, voces e improperios. “¿Dónde podría vivir mejor?”, se preguntaba. “El
burdel proporciona carne a la carne, la iglesia perdona los pecados y el
hospital te ayuda a morir”.
La noche del 28 de abril no
pudo superar una violenta congestión pulmonar. Murió antes del alba. El azar
dispuso que el día y el mes de su muerte coincidieran con los de su nacimiento.
En el momento de su muerte sólo había
publicado dos pequeñas antologías y algunos poemas dispersos. Esta parvedad
(que era el producto de una rigurosa selección, donde –al cabo de un año-
apenas sobrevivían seis o siete de cada setenta poemas) no impidió que
obtuviera en vida el reconocimiento de escritores tan laureados como Forster o Eliot.
Empleado en la Administración inglesa aborrecía su trabajo. Ahorró durante mucho tiempo para
comprar su libertad. Escribía a la luz de las velas, pues su apartamento carecía de electricidad.
Los informes que se conservan de sus superiores le describen como un empleado
concienzudo y eficaz. No es difícil advertir la
analogía con Kafka, que también se mostraba escrupuloso en la realización de un
trabajo que detestaba.
No es un secreto que amaba Alejandría. Su desorden, su
hibridez, su promiscuidad. Su decadencia no había borrado el esplendor de
antaño. Ruinas y escombros evocaban la edad de oro del helenismo. Cavafis no se
complace en la desintegración de un modelo cultural. No es el decadentismo,
sino el sentimiento de pérdida lo que le empuja una y otra vez hacia el pasado.
Sin embargo, no se limita a expresar su nostalgia. Si hubiera procedido así
sería uno de los tantos poetas neorrománticos de la época. Cavafis se propone
reformar la tradición, pero sin renunciar a ella. Por eso, prescinde del metro,
la rima, el epíteto. Su intención es depurar el verso, hasta alcanzar esa
palabra sencilla, elemental, desnuda, que caracteriza a la poesía
verdaderamente esencial.
Atrapado por una rutina embrutecedora, Cavafis no esperaba nada del rumbo que había tomado la historia. Sus esperanzas se habían depositado en el tiempo de los Ptolomeos y del Templo de las Musas. Su interés por la historia no es casual. Si desinterés por la política, tampoco.
Su poesía se mantiene
alejada del compromi-
so. Esa postura procede de su escepticismo ante el progreso material y científico. En su opinión, no era en la utopía, sino en la ucronía donde había que buscar la posibilidad de un mundo diferente. Esa alternati-
va, que cuestiona la concepción lineal del tiempo, sólo podrá realizarse en el dominio de la poesía.
so. Esa postura procede de su escepticismo ante el progreso material y científico. En su opinión, no era en la utopía, sino en la ucronía donde había que buscar la posibilidad de un mundo diferente. Esa alternati-
va, que cuestiona la concepción lineal del tiempo, sólo podrá realizarse en el dominio de la poesía.
Cavafis pasó la mayor parte de
su vida en Alejandría y sólo visitó Grecia en tres ocasiones. Sus estancias
fueron breves y, en cualquier caso, insuficientes para proporcionarle algo más
que un conocimiento superficial del país, pero eso no impidió que se sintiera
por encima de todo griego. En su epitafio a Antioco, rey de Komagene, no
encuentra un epíteto más elevado para cantar las excelencias del monarca
muerto. Esta exaltación de Grecia
no responde, sin embargo, a un nacionalismo de inspiración romántica ni al
orgullo provinciano. Grecia es una cultura, un símbolo o, si se prefiere, una
idea y Cavafis sitúa esa idea en un pasado mítico, en una supuesta edad de oro
donde reinaba la belleza y la armonía.
La pluralidad de dioses del
paganismo expresaba la rica complejidad del ser humano y, lo que es más
importante, mantenía la unidad esencial del orden natural y la vida consciente.
El mito del pecado original abre una trágica escisión entre el hombre y la
naturaleza, que no existía en el mundo antiguo. El monoteísmo cristiano
transforma la realidad en un entorno hostil, donde predomina un sentimiento de
extrañeza.
Cavafis cree en la inocencia del hombre y del devenir. La
muerte nos aguarda y hasta los inmortales se afligen ante la dura imagen de lo
efímero, pero ese destino no menoscaba ni un ápice el valor de la vida.
Nada me retuvo.Me liberé y fui.
Hacia placeres que estaban tanto
en la realidad como en mi ser,
a través de la noche iluminada.
Y bebí un vino fuerte, como
sólo los audaces beben el placer
Al igual que la obra de Gide o de Cernuda, la poesía de Cavafis es un canto al amor homosexual. El poeta no oculta su fascinación ante “la imagen de un efebo". Todo parece indicar que Cavafis no consiguió aceptar fácilmente sus tendencias. Nos recuerda a Proust, que se considera miembro de una “raza maldita” o a Genet, atormentado por las ideas de culpa y redención. Su impugnación de la moral cristiana no logró espantar la sombra del pecado.
Nada me retuvo.Me liberé y fui.
Hacia placeres que estaban tanto
en la realidad como en mi ser,
a través de la noche iluminada.
Y bebí un vino fuerte, como
sólo los audaces beben el placer
Al igual que la obra de Gide o de Cernuda, la poesía de Cavafis es un canto al amor homosexual. El poeta no oculta su fascinación ante “la imagen de un efebo". Todo parece indicar que Cavafis no consiguió aceptar fácilmente sus tendencias. Nos recuerda a Proust, que se considera miembro de una “raza maldita” o a Genet, atormentado por las ideas de culpa y redención. Su impugnación de la moral cristiana no logró espantar la sombra del pecado.
Lo biográfico y su tendencia a teorizar sobre
el acto de escribir definen una obra plenamente moderna.
La transformación de la poesía
en una experiencia subjetiva ha empujado a la mayoría de los poetas hacia el
lenguaje coloquial. El prosaísmo de la lengua se ha convertido en el cauce de
un mundo marcado por la disgregación y la anomia. Se ha hablado mucho sobre el
origen de este fenómeno. Algunos atribuyen este giro a la poesía romántica
inglesa. También se ha apuntado que el verdadero precursor de esta tendencia
fue el simbolismo francés.
Su poesía emplea
los recursos del lenguaje hablado e incurre deliberadamente en el prosaísmo y
el giro coloquial. A veces, incluso es vulgar y descarnada. El encuentro de los
amantes suele acaecer en lugares sórdidos y herrumbrosos.
La fascinación por el viaje siempre acompañó a
Cavafis. El viaje es una experiencia física, pero lo más esencial no está en los
paisajes y ciudades que se atraviesan, sino en los cambios y transformaciones
que se operan en nuestro interior, como en Itaca
"Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
pide que tu camino sea largo,
...
mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino."
"Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
pide que tu camino sea largo,
...
mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino."
El viaje nos enriquece y arroja una luz nueva sobre
nuestro mundo interior, pero nunca podrá alejarnos de nosotros mismos. El viaje
nos descubre cosas nuevas y hace emerger de lo más profundo aspectos que ni
siquiera sospechábamos o que se hallaban adormecidos. Sin embargo, jamás
encontraremos lo que nunca habitó en nuestro interior.
Esperando a los bárbaros es acaso el más célebre de los poemas de Cavafis. La historia nos ha enseñado que una cultura en crisis necesita una amenaza para sobrevivir. Los “bárbaros” son algo más que una amenaza. Son una fuerza renovadora destinada a vivificar el viejo mundo.
Esperando a los bárbaros es acaso el más célebre de los poemas de Cavafis. La historia nos ha enseñado que una cultura en crisis necesita una amenaza para sobrevivir. Los “bárbaros” son algo más que una amenaza. Son una fuerza renovadora destinada a vivificar el viejo mundo.
La noche cae y no llegan los bárbaros.
Y gente venida desde la frontera
afirma que ya no hay bárbaros.
¿Y qué será de nosotros sin bárbaros?”
Hay cierto eco nietzscheano en esta lamentación. Los bárbaros pueden ser los otros, pero también nosotros mismos o lo que de nosotros mismos desconocemos.
Dedicó su vida al empeño de encontrar la forma que le expresara.
No escribió mucho, pero nunca renunció a ese propósito esencial. Esa tensión se
refleja en sus poemas, que, a pesar de su dispersión, recrean las diferentes
etapas de su biografía espiritual. Relato, confesión o desahogo, la poesía de
Cavafis nos habla de su autor, pero también de nosotros mismos. Tal vez eso sea
lo que explique que volvamos a ella una y otra vez."
Yo creo que no se puede decir mejor.
Por eso he copiado aquí este artículo que Rafael Narbona publica en su blog Into the Wild Union, donde podréis encontrarlo en toda su extensión.
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