Bardin es autor de tres novelas donde el crimen y el desasosiego alcanzan cotas pocas veces visitadas. Ésta es la tercera. Las otras dos son El percherón mortal y El final de Philip Banter.
Ellen sale del psiquiátrico después de dos años. Se presenta ante sí el reto de volver al mundo, retomar su matrimonio y los ensayos, pues es concertista. Mientras tanto ha de afrontar el esfuerzo constante del delicado equilibrio, el excesivo peso de cada palabra o cada gesto, la sospecha de que la realidad se le escapa como agua entre los dedos.
Hasta que aparece de nuevo Jim, una aventura de juventud, al que en su neurosis creía haber matado. Pero ya no está segura de nada. Salen de nuevo una noche. Se despierta, está en un hotel, no recuerda nada. Pero Jim, ahora sí, yace muerto en el suelo de la habitación.
Esta claustrofóbica novela es, de las tres, la más densa, la menos narrativa, estancada como está dentro de una mente confusa y vertiginosa. Sus líneas están dotadas de una intensidad emocional morbosa. En la mayor parte de sus páginas transitamos por la pesadilla. El espacio y el tiempo van y vienen. En muchos momentos la oscuridad cobra vida y se convierte en una puerta astral por donde transita la mente atormentada de Ellen:
"Mediante un voluntarioso esfuerzo abrió los ojos, para dejar que su consciencia avanzase por el mundo en sombras de su habitación. (...) Esa oscuridad, esa terrible negrura formaba parte de su sueño, y ella lo sabía. La oscuridad reinante en la habitación era distinta. (...) esa oscuridad pertenecía a un noche, una noche muchísimo tiempo atrás, y a otra noche anterior... "(pág190)
Bardin crea un revoltijo muy convincente entre una infancia aterradora y traumática, un joven llamado Jimmy y una cancioncilla popular El Moscardón, que atraviesa como un leit motiv toda la novela: La canción aparece en varias situaciones dramáticas. Pero sobretodo como metáfora, la que representa ese moscardón que, en forma de música, recuerdos y neurosis amenaza constantemente con quebrantar su identidad.
De hecho el título original de la novela es "Devil take the Blue-Tail Flay", algo así como El demonio toca El Moscardón.
Por otro lado, la música no es simplemente el oficio de Ellen; sino el idioma con el que capta la realidad. Hay dos momentos magistralmente narrados. Uno cuando Ellen siente que está recuperada y comienza una aventura muy estimulante (aunque a la postre fatal):
"Mantuvo los ojos cerrados, temerosa de abrirlos, al tiempo que se iba sintiendo más y más ligera, hasta parecerle que carecía de peso, de sustancia, que se había transformado en pura esencia, que no era sino una abstracción. (...) supo qué le había ocurrido: se había transformado en música.Sí, se había convertido en un sonido majestuoso, en una estructura en continuo movimiento. (pág 137)
En otro momento la música es la antesala del terror:
"Fue la primera vez que oyó aquella música, aquel extraño murmullo, aunque entonces no le dio miedo porque ignoraba su significado. Oyó los acordes quebrados, sintió una mano sobre el hombro y vio la cara..." (pág. 207)
El último tercio de la novela es magistral y espeluznante. Asistimos a la recaída de Ellen en directo, desde su punto de vista."Vio la mano, los dedos largos, blancos, terminados en forma de espátula, el anillo con una piedra de color muy oscuro, una piedra que al mirarla revelaba las honduras de la noche, el remolino de negrura, el vacío del abismo." (pág.204)
Y en esa oscuridad esta todo, el terror más visceral, las pesadillas más terribles, el acceso a los momentos donde ella misma se convierte en espectadora de su yo roto.
"Se dió cuenta de que había sido arrojada al pasado, a un periodo desconocido de su propia infancia, que era muy pequeña y estaba asombrada, despierta en medio de la oscuridad, y sin otra cosa que mirar salvo las tinieblas, sin otra cosa que oir aparte los ruidos inexplorados que había oído cerca de su cuna". (pág. 219)
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