Rizando el rizo he convertido el "Por qué leer a los clásicos" del propio Calvino en un "Por qué no releer a los clásicos contemporáneos" donde lo incluyo a él mismo.
"El Barón Rampante" es, de las tres novelas que componen "Nuestros Antepasados", la de más largo aliento y en ella confluyen todas las características de Calvino: una situación de partida extravagante que se desarrolla con naturalidad e imaginación en un reconocible entorno histórico.
El protagonista es Cosimo Piovasco di Rondò, heredero de una baronía en los campos de Liguria, siglo XVIII. A sus doce años, se niega a comer caracoles (en realidad, se niega a seguir las absurdas costumbres de los mayores) y antes de que lo obliguen se encarama a un árbol adoptando la decisión de no bajarse jamás... Lo cual cumple escrupulosamente.
La imaginación de situaciones es desbordante, propia del realismo mágico: la relación con su familia donde se incluye un cura bonachón a quien Cosimo abre la mente con sus lecturas de tal modo que finalmente es detenido por la Inquisición; y también un administrador de turbio pasado. Sus correrías con los ladronzuelos de la zona, con los piratas moriscos, con el mítico ladrón de Ombrosa, Gian dei Bruhi, temido por todos pero que con Cosimo se vuelca en su fervor por los libros. Los desterrados españoles que asimismo debían vivir sobre los árboles, etc, etc.
Cossimo representa el espíritu de la Ilustración: dudar de todo, enfrentarse a las costumbres instituidas, promulgar nuevas leyes de organización social. En los bosques ayuda a las tropas francesas revolucionarias y no a las del imperio austrohúngaro. Será incluso admirado por Voltaire, porque escribe y remite un utópico y enciclopedista Proyecto de Constitución de un Estado ideal fundado en los árboles. También representa el ideal rousseauniano de soledad en la naturaleza. Eso sí, sin desentenderse del mundo e incluso ayudando a los demás (por ejemplo contra los incendios provocados, cuando la aparición de los lobos o repeliendo una invasión pirata).
Este rebelde es quien introduce en la región la Enciclopedia de Diderot y la francmasonería.
El metalenguaje, el juego combinatorio cuya cima alcanzaría Calvino en la inigualable "Si una noche de invierno un viajero...", también está muy presente. He aquí un ejemplo:
"Le había entrado esa manía de quien cuenta historias y nunca sabe si son más hermosas las que ocurrieron de verdad, y que al evocarlas traen consigo todo un mar de horas pasadas, de sentimientos menudos, tedios, felicidades, incertidumbres, vanaglorias, náuseas de uno mismo; o bien las que se inventan, en las que se corta por lo sano y todo parece fácil, pero después cuanto más se disparata más advierte uno que vuelve a hablar de las cosas que le han ocurrido y que ha comprendido en realidad viviendo.
Cosimo estaba aún en esa edad en que las ganas de contar dan ganar de vivir." (pág. 162)
Y otro:
"...y se pasaba los días componiendo sus páginas y sacando copias. A veces entre el bastidor y el papel caían arañas, mariposas, y su huella quedaba impresa en la página; a veces un lirón saltaba sobre una hoja fresca de tinta y lo emborronaba todo con la cola; a veces las ardillas cogían una letra del alfabeto y se la llevaban a su madriguera creyendo que era comestible, como ocurrió con la letra Q, que por su forma redonda y pedunculada tomaron por una fruta, y Cosimo tuvo que empezar ciertos artículos Cuien o Cuiencuiera.." (pág. 238)
Todo ello sin abandonar un humanismo militante por conocer la Historia, el alma humana y cómo no, el amor. Cosimo apuesta por la libertad y ya nunca descenderá a la tierra. Su apoteósico final no puede dejar de emocionarnos.
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