martes, 13 de marzo de 2012

David Copperfield

de Charles Dickens


Acabo de terminar su lectura y todavía tengo en la garganta ese nudo que produce la emoción auténtica. Mi homenaje particular en el bicentenario de Dickens ha sido leer esta magnífica obra brillantemente editada por Alba.


Y el caso es que leer a Dickens no es un ejercicio de melancolía puesto que es un autor muy moderno. La vitalidad de sus aventuras aparece trufada con reflexiones sobre educación, justicia, política y valores humanos completamente actuales. Dickens fue un agudo observador de la época victoriana que le tocó vivir. Denunció los abusos que se producían en plena Revolución Industrial escribiendo "Tiempos Difíciles" e incluso "La pequeña Dorrit" podría ser lectura obligada en el movimiento 15-M, tratando como trata de la especulación y la lucha de clases.

David Copperfield fue publicada por entregas mensuales entre 1849 y 1850. Era la novela preferida del escritor, la más autobiográfica. Un clásico imperecedero pleno de humanidad, donde se citan la nobleza, la avaricia, la compasión o el amor en una galería de personajes inolvidables.


No sé si fue Henry James o Nabokov quien decía que lo valioso de Dickens es su voz.  Y aunque la voz o el estilo sea identificable pero difícilmente computable me atreveré a señalar alguna de sus peculiaridades:
Sus personajes siempre son muy característicos: como el señor Dick, un hombre simple con habilidad para hacer volar cometas, que está bajo la tutela de la tía de Copperfield y al que su simpleza no impide resultar decisivo en la resolución de algún conflicto. El señor Micawber, deudor impenitente y de verborrea engolada que tiene la manía de redactar constantemente patéticas cartas. El insidioso y detestable Uriah Heep, que armado de un venenoso servilismo está a punto de hundir a la familia Wickfield. Estas características vienen subrayadas por la repetición exagerada de una palabra o concepto: Uriah Heep introduce "humilde" en cada una de sus frases. El padrastro de David Copperfield está abonado a la "firmeza" hable del carácter, de los negocios, la educación o lo que sea. Cuando Copperfield describe al criado de su amigo Steerfoth:
"Aquel hombre era, al parecer, un modelo de respetabilidad. No creo que haya existido jamás, entre la gente de su condición, alguien más respetable que él. Era taciturno, respetuoso, atento, siempre estaba a mano (...) Y sin embargo, la mayor de sus virtudes era la respetabilidad. La expresión de su rostro no era nada servil, hablaba suavemente (...) pero todas esas peculiaridades contribuían a hacer de él un hombre respetable. Si su nariz hubiera estado del revés, habría encontrado el modo de parecer aún más respetable." p. 360
La anticipación o promesa de lo venidero que cada tanto se hace en el relato. Es algo muy folletinesco: "ya nunca volvería a verle así" . O "no sabía en este momento que era la última vez que...". Aun en la página 950, a punto de concluir el relato, nos sigue prometiendo nuevas desventuras:
"Como un hombre que en el campo de batalla ha recibido una herida mortal y apenas ha sentido un arañazo, cuando me quedé a solas con mi corazón indisciplinado, no pude siquiera imaginar el tormento al que ésta tendría que enfrentarse".
La descripción lateral, como al sesgo,  de hechos o actitudes en una escena que posteriormente servirá para explicar o dar sentido a un acontecimiento.
El patetismo de muchas situaciones que no es ajeno a la nobleza con que estos personajes afrontan su vida.


Pero indiscutiblemente la voz de Dickens es el motor de la novela. Los hechos no son trascendentales, no hay batallas o destinos históricos. La aventura no alberga profundos misterios o crímenes. Se trata simplemente de la vida de un puñado de personajes, sus vicisitudes, sus alegrías y sinsabores, sus relaciones de amistad, familia y amor. Sólo eso. Pero con una palpitación única. Siempre nos interesa lo que cuenta sea su nacimiento y la frustración de su tía Betsy por no ser niña o su vida en un internado donde el objetivo no era aprender sino sobrevivir o su época de trabajo infantil con 10 años en una tienda de vinos.
Conecta íntimamente con nuestras preocupaciones y anhelos. Saboreamos los ingredientes del drama, los tropiezos y sinsabores, la amistad, la pérdida de seres queridos, la lucha por una vida digna, la compasión y hasta lo cómico y ridículo.

La expresión de Dickens siempre es natural, nunca afectada o cargante e incluso el ampuloso señor Micawber se expresa con una gracia muy gentil. Dos capítulos señalaría como ejemplares. El XLIII, titulado "Otra mirada retrospectiva",  de expresión moderna y vivaz, donde el tiempo aparece comprimido y los recuerdos solapados. Y el LV, titulado "Tempestad", impetuoso y trágico, modelo que propuso Tolstoi para toda obra de ficción. 


Me llaman la atención varios aspectos: Toda la vida de Copperfield está trenzada con las vidas de parientes, vecinos, compañeros de colegio o trabajo, etc. Dickens demuestra una habilidad pasmosa para alternar las tramas y personajes. También muestra la impermeabilidad de las clases sociales, "un hombre de su clase ni siquiera debería atreverse a mirar a mi hija" llega a decirse. Y sobretodo los valores humanos que refulgen en una situación social tan adversa a la que critica abiertamente: el trabajo infantil, el funcionamiento de la Justicia y las cárceles o la política. Cuando el protagonista se gana la vida como estenotipista en los debates parlamentarios, nos refiere:
"Noche tras noche, dejo constancia de predicciones que jamás se convierten en realidad, declaraciones que jamás se cumplen, explicaciones que sólo pretenden desorientar. Me recreo en las palabras. Britania, esa hembra infortunada, aparece siempre ante mí como un ave espetada: ensartada en plumas y lápices, y atada de pies y manos con balduque". p. 733
Hacia el final, en el capítulo LXIV titulado "Una última mirada retrospectiva", Copperfield ve a sus hijos acompañados por su vieja niñera con el libro que él mismo leyó mil veces siendo niño, fascinado por su lectura: 
"Hay algo voluminoso en el bolsillo de Peggotty. Se trata nada menos que del libro de los Cocodrilos, bastante deteriorado, pues muchas de sus páginas han sido arrancadas y cosidas de nuevo; pero Peggotty se lo enseña a los niños como si fuera una preciosa reliquia: Me parece muy curioso ver mi propio rostro infantil , mirándome desde los cuentos de cocodrilos."
Siempre recordaremos los libros que nos emocionaron. Dickens no sólo sabe contar buenas historias, sino que nos recuerda que los libros siempre nos hacen mejores. "El hombre nunca sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta". 

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