Estambul, verano de 1942. Un hombre regresa a casa bajo la lluvia y descubre a una chica en su jardín, apoyada absorta en un árbol. Es como una aparición. Así empieza esta novela muy corta pero capaz de generar una atmósfera de gran intensidad emocional y melancolía.
"Al entrar por la puerta del jardín le sorprendió ver, bajo la lluvia que caía a cántaros, a la joven, con una sonrisa de felicidad en el rostro, ajena a todo, apoyada con una mano en el tronco de la palmera seca que había en medio, casi como si la acariciara."
Esa tarde será mágica. Dos personas conociéndose. Una mujer hermosa y fascinante con todo un mundo por descubrir. Ese primer encuentro será un poco fantasmagórico. Sabri está casado y es padre de dos hijas pero pasa una temporada solo para acabar de preparar un libro. Vive la situación deslumbrado por un intenso fulgor, un momento de embeleso en el que, casi sin palabras, dos personas desconocidas comparten un aluvión de emociones. Ella estaba de visita en un barrio cercano y ha querido acercarse a la casa en que vivió de niña. Enardecida por los recuerdos comienza a contarle mil historias sobre ella sin lograr terminar ninguna. Son como dos planetas atrayéndose y flotando en un espacio vacío. La música suena dentro de la casa, la lluvia torrencial fuera. Los dos comparten un momento a la vez íntimo y distante. No se tocan, pero la cercanía es máxima. Sus almas sí se tocan. Luego ella desaparece. Es tarde y debe regresar con su marido.
“La mujer le sonrió con sus ojos castaño oscuro. Por un instante, Sabri tuvo la impresión de estar bañándose en un arroyo transparente. Como las últimas rosas del jardín, todo su ser parecía negar cualquier idea de realidad en aquel día tan opresivo. Más que un ser humano, podía ser un sueño de aquella hermosa noche de estío que se hubiera quedado en un rincón del jardín.”
El Bósforo, Estambul |
Diez días después vuelve a aparecer en el jardín. Sabri los ha pasado macerándose en el recuerdo de aquellas horas vehementes y cálidas. Ella ha reaparecido radiante, transmitiendo unas ganas enormes de vivir. Se cuelga de su brazo e inician un paseo por el Bósforo. Estambul se erige como una ciudad de ensueño y melancolía. Un baño en el mar, una comida en una taberna. Todo es muy usual y sin embargo especial y único. El milagro primigenio y contradictorio de las relaciones humanas, ese deseo de poseer algo inalcanzable, de acercarse a la belleza que nos redima de una vida insoportable.
Los dos encuentros son muy diferentes. En el primero se impone la imagen de una mujer-mito que aparece en medio de una naturaleza agitada. Prima el misterio, incluso la joven llega a mentir sobre algún aspecto de su vida, "para adornarla". Mientras que en el segundo la mujer y la naturaleza lucen expansivas. Ella le reconoce que no vive con su marido puesto que se ha ido a vivir con otra. También le cuenta la historia de su familia en esa misma casa hasta que fue pasto de las llamas.
“Volvía a ser la misma niña pequeña. Era como si todos los elementos que el frenesí de la tormenta de hacía diez días había arrastrado encajasen en su sitio otra vez. Ya no estaba a la vista la mujer mitológica, eterno terror del varón, la diosa formidable y aplastante, la criatura que se crece cuando se la pretende dominar y someter, esa aterradora imagen de la madre Naturaleza.”
Sabri llega a rozar la infidelidad, pero prevalece un sentimiento de íntima camaradería que hace que ella se sincere y le cuente la trágica historia de su familia.
“A Sabri le destrozaba el corazón escucharla. Ahora lo sabía todo, más o menos. Una persona diminuta cargaba sobre sus hombros todo el peso de un mundo desaparecido. Era evidente que su infancia no la había dejado tranquila ni por un instante a lo largo de su vida, y no le había dado la oportunidad de ser ella misma. Todo aquello le provocaba tanto dolor... De ahí que recordara a los pájaros asfixiados por el humo en sus jaulas medio quemadas. Sin duda, un paso más allá se hallaba el abismo. “ p. 78
Lluvia de verano es un título poético que refleja muy bien la atmósfera electrizada del relato; aunque también podría haberse titulado “Breve encuentro”, subrayando el cataclismo emocional que esas fugaces horas provocarán en el protagonista. Un encuentro breve, sí, pero “que hizo reflexionar durante meses a Sabri y que puso su vida patas arriba”.
La nouvelle de Ahmet Hamdi Tanpinar, excelente escritor turco, es muy corta e intensa, no llega a las cien páginas. Con la música de Debussy de fondo, el repiqueteo de la lluvia logra difuminar la línea que separa el sueño y la realidad, el pasado y el presente. Un aspecto más incide en esta atmósfera alucinada. Desde niño Sabri tiene la costumbre de escuchar a Hacivat y Karagöz, dos personajes caricaturescos del teatro clásico de sombras que hacen las veces de ángel y diablo. Quizás por eso mismo, para evocar ese halo de misterio, la edición incluye unos grabados del artista libanés Hassan Zahreddine.
La novela es de una sutileza incomparable. Fascina a la vez que intriga. Logra plasmar con un lenguaje sencillo pero muy preciso situaciones y sentimientos que solemos calificar de inefables.
La pareja vive un hechizo, se encuentra en el umbral de un mundo hermoso y genuino. Se intuye el afloramiento del amor, pero se prefiere la sinceridad y la confianza. No hay asomo de culpabilidad. Él siente bullir en su interior “un deseo de evadirse, el simple apetito de una mujer, un extraño afecto, cariño, miedo, admiración, una sensación de amistad como nunca había sentido.”
Para Sabri la joven “tenía algo que daba la impresión de haber regresado tras un breve olvido. Era como si en su interior estuviera persiguiendo una idea más importante que lo que estuviera haciendo o diciendo en aquel momento, como si comprendiera la vida de una forma más profunda, como si viviera en un tiempo completamente distinto que sólo le perteneciera a ella.”
Estampa de Hassan Zahreddine, incluida en la edición |
La joven le “recordaba a una imagen que se hubiera quedado fuera de un espejo que se ha roto de repente”. Era una criatura extraña y casi irreal, pero con una alegría inocente capaz de iluminarlo todo y “poner en marcha mecanismos completamente inusuales dentro de uno”.
Pero como la lluvia de verano, el encuentro es efímero, como llega se va. “Bajo la lluvia parecía un sueño que quedara en la memoria al despertar”.
“Sabri quería decirle un montón de cosas, consolarla, aconsejarla, aportar cierta seguridad a su vida. ¿Por qué se cerraba así? “¿Es que no puedo hacer nada?”. De repente sintió un dolor en el corazón como nunca antes había sentido. No, no podía hacer nada. Todos los caminos estaban cerrados. Estaban presos, ella en su vida y Sabri en la suya. "Encerrados en armarios distintos". ”
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