Este libro es un auténtico tesoro de la literatura fantástica que lamentablemente languidece en el Desván de los Libros Olvidados. Teniendo como precedentes a Las crónicas de Narnia de C. S. Lewis y al Señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien, Doneval recrea un universo propio de fantasía épica con un tono juvenil que lo acerca al primero, pero con un tratamiento del lenguaje y la moral que lo hace heredero del segundo.
El protagonista del libro es Evan, un joven pastor de dieciséis años que lleva sus cabras al mercado y antes de entrar en el castillo de Villatrampa es capturado por los soldados y llevado ante el alcalde. Según parece lo han detenido porque reúne las características del Elegido, un paladín que salvará al reino según una antigua profecía. El vaticino es muy preciso, El Elegido entrará en la ciudad conduciendo siete cabras, seis blancas y una negra, llevará un pie descalzo, unas flores de ajo adornarán su sombrero y se presentará empapado en mitad de un día de sol abrasador. Su destino será rescatar la Corona de la Unidad, escondida en el vecino y enemigo reino de Oscuria.
Pero hay algo que no encaja.
Evan no se considera un héroe, sino el centro de una insólita añagaza. Según se acercaba al castillo alguien le robó un zapato y posteriormente le añadieron una cabra negra a su blanco rebaño. Si está mojado es sólo porque al pasar junto al pozo alguien lo empujó y un mendigo al que ayudó le prendió una ramita de ajo florido en el sombrero. Todo le parece un montaje, pero al alcalde no parece incomodarle el artificio. Esta tensión entre magia y realidad es uno de los logros más conseguidos del libro.
n tiempos remotos los actuales reinos de Ruino y Oscuria constituían un único reino pero, al perderse la Corona de la Unidad, el Nigromante del Reino Prohibido (Oscuria) atacó a Ruino. El mago Fijante logró vencer a las huestes del Nigromante encerrándolo con hechizos en unas grutas de Oscuria. Pero la fuerza de esta magia se está desvaneciendo y Evan tiene que penetrar en el Reino Prohibido para renovar el hechizo sobre el Nigromante y rescatar la Corona de la Unidad. El mago Falsardo es el nieto de Fijante y quien encarga a Evan la misión sin importarle si es de verdad el Elegido.
"Es posible que el hechizo de mi abuelo ya no sea lo que era. También los hechizos pierden fuerza con el paso de los años, y otra vez el miedo anda suelto por el reino. Las cosas no marchan como debieran. El mal se está filtrando otra vez en Ruino como se filtra el agua por la calafateadura de una barca vieja. El río Rabión se ha secado, y en el sur se pasa hambre. En las cercanías de la frontera de la montaña las simientes se niegan a germinar. Hay casos de brujería y de mal de ojo. Hay noticias de trasgos en las aldeas próximas a Mediorrío, y han bajado dragones de las montañas (eso dicen) y se han llevado a mujeres y niños.» pag. 35-36
La misión de Evan será encontrar la Corona de la Unidad y reunir a los dos reinos, pero para ello deberá iniciar un peligroso viaje hasta lo más profundo de Oscuria donde la Corona está escondida bajo los hechizos de Maldeseo, nieto del Nigromante. Una aventura en la que se cruzará con brujas, dragones y gigantes.
La primera Tarea será encontrar la Tumba del Nigromante escondida en los túneles de una fantasmal ciudadela. Allí deberá cambiar la espada de madera que tiene clavada por una nueva que renovará el hechizo. Lo que nadie le informa es que para completar el conjuro deberá producirse un derramamiento de sangre y que Doble (un ser idéntico a él) estará escondido allí para asesinarlo. Evan logrará salir victorioso del encuentro y llegar al castillo del mago Brincante, donde comenzará a reunir una pequeña comitiva de aliados con los que hacer frente a los peligros que le esperan.
Brincante es mago y señor de Pedregales y aunque vive en Oscuria no es malvado. De hecho instruirá a Evan en la Historia de los reinos y los rudimentos de la magia; pero, sobre todo, le entregará la auténtica y poderosa espada del Nigromante, Doneval.
"—Esta espada está hecha en Oscuria. Hermosa labor, ¿verdad? Pero no es eso lo más curioso. Mira aquí, en la hoja. ¿Ves esas letras? ¿Lo puedes leer?
—No, señor, son palabras extrañas…, de otra lengua, seguramente.
—Exacto. Es la lengua antigua de Oscuria. Eso que pone ahí es el nombre de la espada: «Doneval» (Giftwish en el original) que en nuestra lengua actual quiere decir «Don y deseo» o «Acción y deseo». Está claro que procede del mismísimo Reino Prohibido, y las espadas con nombre son cosa importante. Esta hoja es famosa. Yo he consultado el Libro, y ésta es la misma espada que portaba el Nigromante viejo, el que fue muerto en Mediorrío y está enterrado en la ciudadela, cuando invadió Ruino hace tantísimos años. Es la espada del Nigromante, hijo. Y ahora es tuya."
Evan saldrá de Pedregales pertrechado con Doneval y acompañado por doce soldados. En su siguiente etapa encontrará a Favila, una jovencita criada por la Bruja Malidiera que se convertirá en su inseparable compañera. Juntos afrontarán un viaje erizado de peligros en el que se deberán enfrentar a criaturas de pesadilla y castillos que desaparecen en parajes donde hasta las rocas, los caminos y los árboles se vuelven contra ellos... aunque no estarán solos, pues recibirán la ayuda de un anillo mágico que puede manipular el clima y de dos fabulosos dragones.
Doneval es un libro con personalidad propia que rinde homenaje a los mitos y leyendas celtas pero a la vez sabe trascenderlos. Aunque la índole de sus personajes y su historia es arquetípica (el viaje que aquilata al héroe), la forma en que Dunstan Martin lo plasma tiene peculiaridades tan cautivadoras como originales. Sin ir más lejos Evan no es un héroe al uso, dotado e invencible; sino un muchacho común lleno de dudas que afronta una tarea titánica sin mucha preparación (como la propia vida). De hecho muchos tildan al personaje de insulso, frente a la fuerza y el colorido de sus acompañantes. Brincante acierta al enfocar al chico hacia sí mismo y no hacia un hueco destino.
—¿Queréis decir que todo ha sido preparado con engaño, pero que aun así… se lo endosaron sin saberlo a la persona indicada?
—Exactamente. Eso mismo quiero decir.
—¿Pero cómo sabéis que fue eso lo que hizo Fijante?
—No lo sé. Es sólo una posibilidad. Y está bien que yo no esté del todo seguro, ni tú tampoco. Porque no sería bueno acometer esta Tarea pensando que el destino está escrito. Hay que creer en uno mismo, no en el destino. Nunca se llegará al final del camino si se cree haber llegado ya.
Aunque destinado a una audiencia joven, en ningún caso el autor se muestra condescendiente, ni sus protagonistas están ajenos a la incertidumbre. Cada aventura que afrontan les obliga a reflexionar sobre sus intenciones y la mejor forma de afrontarla. Evan cuestiona tanto su propio rol como el de la magia, mientras que Favila es un personaje empoderado avant la lettre (la obra fue escrita en 1978), siendo capaz de salvarse a sí misma cuando vienen mal dadas.
A la tensión entre magia y realidad señalada más arriba hay que añadir la subversión de expectativas que con frecuencia el autor practica. Por ejemplo la capa de invisibilidad que Malidiera le regala a Evan le permite moverse sin ser detectado, pero tiene que vigilar su uso porque también es una trampa que puede hacerle desaparecer. Ni el héroe, ni la magia, ni los dragones o los gigantes son lo que esperamos en una obra de este tipo. Tampoco las reflexiones y debates que abordan los protagonistas que igual razonan sobre el valor de la autenticidad y la conveniencia de la simulación o recapacitan sobre la superación del maniqueísmo y la necesidad de los contrarios. Todo ello sin olvidar un maravilloso canto hacia el poder del lenguaje.
Me llama la atención la filosofía de vida y el sentido moral que en la obra se elucida, tan sencillo como complejo: nadie es bueno o malo en términos absolutos. Los protagonistas se encuentran un mundo que va más allá de cualquier maniqueísmo. Así tendemos a ver a Ruino como el reino del "bien", frente a Oscuria que representaría el "mal". Pero en cuanto Evan penetra en ese reino desconocido rápidamente se da cuenta -y nosotros con él- de que allí las cosas están lejos de ser tan simples.
―¿Por qué crees tú que el río se ha secado y las cosechas se están perdiendo? Porque el río, que sale del Reino Prohibido, al final ha quedado también bloqueado por el hechizo. ¿Y cómo crees tú que hay que reforzar el hechizo? Mediante un sacrificio humano, como tú mismo averiguaste. Pero el sacrificio humano es malo. Y no se puede decir que el mago y sus amigos se portaran contigo como es debido, ¿verdad? Yo no estoy seguro de que sean muchos mejores que el mismísimo Nigromante. Está muy bien eso de no dejar pasar el mal. Pero no dejarlo pasar cometiendo otros males no es no dejarlo pasar; es dejarlo entrar por una puerta trasera, secreta y peligrosa. pág. 108
Doneval es otro ejemplo. Siendo la espada del Nigromante no por ello es perniciosa, ya que depende de quién la use y sus intenciones. Así lo expresa el mago Brigante cuando duda si aceptar a Favila en el grupo de Evan, toda vez que ha sido instruida por la bruja Malidiera: "como tú misma sabes, magia negra o blanca ¿Qué más da? Todo está en cómo se utilicen." De este modo Evan y Favila descubrirán y asumirán la necesidad de los contrarios o, lo que es lo mismo, que la luz es tan necesaria como la oscuridad. Ahí está Maldeseo, por ejemplo, que sólo es sombra e ilusión y por eso es perverso y falso. Aunque también Falsardo comete el error de querer ser solamente luz y por eso perdió una parte esencial de sí mismo, su sombra.
—Pero yo no entiendo— intervino Evan— que Falsardo pudiera llegar a ser tan malo. Debería haber sido tan puro, tan — aquí hizo una mueca— tan absoluto.
—Pues por eso mismo Evan, —dijo Brincante sonriendo—. Incluso ahora que lo dices, no puedes por menos de sentirlo. Porque la oscuridad son dudas, incertidumbres. Si destierras la duda, si crees que estás en lo cierto todas veces y no corres riesgo de equivocarte, fíjate el mal que podrías hacer. Fíjate el mal que hizo Falsardo.
—Pero ¿por qué perdió toda su magia?
—La oscuridad son también las profundidades de la mente —dijo Favila—; esas partes de la persona que no son pensamiento puro, inteligencia pura, sino el ser humano que vive y que respira; lo que se es, más que lo se sabe. El corazón y las pasiones: el amor, la alegría, y sospecho que también el temor y el odio. La potencia vital que actúa en los lugares ocultos de la mente. Al despojarse de eso, Falsardo exorcizó su propia magia.
Y si dejas fuera la magia, ¿Qué pasa entonces? Que la magia se venga, que te convierte en un monstruo de tinieblas.
Esta ambivalencia que nos constituye -el bien y el mal- acaba permeando todo el libro alumbrando sustanciosas dualidades. No sólo hay dos reinos y dos magos, si no que Evan tiene a su Doble y pronto descubrimos que Favila es la gemela estelar de la princesa Estrella de Ruino. Hasta el mensaje de la espada Doneval es dual pues puede significar ACCIÓN o DESEO. Este tema de los dobles o doppelgängers está más desarrollado aún en la segunda parte de esta dilogía, titulada precisamente Favila.
Tampoco la magia de este mundo es tal como la esperamos. En estos reinos tiene un carácter netamente práctico y racional, además de estar directamente relacionada con la autenticidad. Durante una cena Evan cuestiona al mago Brincante que no le haya enseñado ningún conjuro, ni le haya dejado usar las botas de siete leguas para evitar las trampas y batallas de la travesía. Brincante le explica que la magia no es solo pronunciar fórmulas, sino que hay que vivirla y sentir su significado en el corazón. Esto hace que sólo Evan y Favila sean aptos para recuperar la Corona de la Unidad y decir el hechizo: son los únicos que han hecho el viaje y vivido lo necesario para que la magia obre su efecto.
así llegamos al concepto de viaje, epítome de esta seductora obra y de tantas obras clásicas, en la que un inopinado protagonista, tras superar diversas pruebas, acaba convirtiéndose en un auténtico héroe.
"Vos no recorristeis todo el camino. ¿No habríais podido sacaros de la manga unos cuantos pares más de botas de siete leguas para todos?
—Sí —dijo el mago—, habría podido. Pero no habría servido de nada. Porque ni siquiera la corona surte efecto si no se vive su significado. Este viaje, amigo mío, es su significado. Tienes que hacer el viaje, verdaderamente, tú y no otro. Nadie lo puede hacer por ti, como no puede hacer un rey que sus servidores coman por él. ¿Que un mago te lo hiciera todo más fácil con sus botas de siete leguas? No, eso no valdría de nada. La corona estaría muerta para ti, sería una mera obra de arte, una cosa bonita de metal y cristal, sin otra utilidad que la de ser comprada y vendida en un comercio.
—¡Y, naturalmente, eso es lo que es una obra de arte para la mayoría de la gente! —dijo Favila—. Algo que se pone en la pared para presumir. Dinero en la bolsa. Una cosa bonita, sin duda, pero que no habla."
El viaje de Evan y Favila es, sin duda, un viaje hacia el conocimiento y la autenticidad frente a las apariencias.
La historia, como se ve, es original y la prosa limpia y precisa, sin dar la espalda a la argumentación o la paradoja. No falta el humor que corre a cargo de un mago glotón como Brincante o de una nomenclatura de territorios y personajes de lo más pintoresca, donde no sólo está Doneval ―en el original Giftwish, compuesto por las palabras gift-regalo y wish-deseo―, sino también Montecenizo, el castillo de la Bruja Malidiera, el castillo de Cortacabezas, el tétrico paraje de Yermotriste o el castillo Medianoche del mago Maldeseo, que aparece y desaparece porque "tiene sus raíces, sus cimientos, en otro mundo distinto", a espaldas del nuestro. Este juego de unir dos sustantivos que en inglés es tan habitual, tiene en la traducción un correlato muy acertado.
Por nuestra parte, como lectores, podemos jugar a identificar entre la la multitud de elementos característicos de la literatura fantástica (hombres lobo, gigantes, capas de invisibilidad) los que homenajean claramente a Tolkien, como los detallados mapas de Ruino y Oscuria que abren los dos libros, la presencia de los anillos mágicos que maneja Favila, la importancia de las lenguas o los gigantes de roble que nos recuerdan sin remedio a los Ents, sobre todo porque también ellos perdieron a sus esposas.
Aunque subvierta muchos de sus arquetipos, como se ha dicho más arriba, el autor no duda en insertar su obra en la tradición de la fantasía épica y para que no quede duda de que el relato pertenece a una edad legendaria y remota comienza así:
"Un día, hace ya muchos años, antes de que el primer herrero forjase la primera espada de hierro, antes de que las aguas del mar cubrieran Leonís y de que el último de los dragones volviera a las estrellas, arrastrando tras de sí la cola iluminada como un cometa..."
No puedo terminar sin referirme al tratamiento del lenguaje que el autor introduce en su obra. Siendo filólogo, como J.R.R. Tolkien, Dunstan Martin establece una preciosa relación entre el lenguaje de la magia y la poesía e incluso es capaz de inventarse la lengua en la que los magos practican su arte, el Hechices. También hay referencias a la perdida Lengua Antigua que se hablaba cuando el reino era uno y que ahora sólo hablan los magos, dragones y gigantes por ser las criaturas más antiguas. Todo ello acaba dotando a la obra de un encanto especial.
—Pero —dijo Evan—, si el lenguaje de la magia hay que vivirlo y sentirlo, ¿por qué no se usa nuestra propia lengua? ¿No es eso lo que vivimos y sentimos más de cerca?
—Sí, desde cierto punto de vista —dijo Favila, entrando en la conversación—. Pero no desde otro. Dime, Evan, ¿tú al hablar normalmente vas pensando en lo que significan las palabras?
—Claro.
—¡Qué va! —dijo Favila riendo—. Cuando vas al mercado de Villatrampa y pides una libra de mantequilla, ¿al pedirla sientes en la mano el peso de la libra? Cuando dices «mantequilla», ¿sientes la dorada mantequilla sobre la lengua?
—Hombre, no —dijo Evan—. Sí, tendrás razón. ¿Pero quieres decir con eso que una lengua distinta puede ser mejor?
—¡Sí, para que sientas el sabor de la mantequilla!
—¿Y eso por qué?
—Pues precisamente porque no es la lengua acostumbrada. Todos los sabores y colores, todos los aromas y texturas del mundo los llevamos aprisionados en el fondo del alma, tapados por el lenguaje. Verás, es que el lenguaje es como el dinero. Es un montón de moneditas que se pueden cambiar y permutar sin pensar. Tú, cuando sopesas un real en la mano, ¿piensas «Esto es una hogaza de buen pan negro»? No. Por la misma razón, cuando empleas la palabra «pan» no piensas en la cosa en sí, en los granos de cebada sobre la lengua, en el hambre que se te alza en el estómago. No. Lo único que haces es tirar la palabra «pan» sobre el mostrador como se tira una moneda. Es un mero indicador, no es una cosa de verdad.
—¿Pero por qué es mejor una lengua desconocida?
—Como te digo, precisamente porque es desconocida. Porque obliga a la mente a salir de sus hábitos. De su hábito de olvidar cómo es verdaderamente la realidad. Si has aprendido a vivir esa nueva lengua, sus palabras te llevarán directamente a la realidad, directamente a las cosas y los sentimientos reales que indican.
—Sí, es igual que la poesía —dijo Brincante—. En realidad es eso lo que es la poesía. La poesía reconstruye mediante las palabras el verdadero mundo real, sin desgastar. Aquel en el que se vivía de niño, cuando el mundo era nuevo y cada gusto y cada sensación se saboreaban hasta el fondo.
Pues eso, saboreémosla hasta el fondo.
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Mi edición es, por supuesto, la de Austral-Juvenil que cuenta con una espléndida traducción de María Luisa Balseiro y una ilustraciones y letras capitulares de Juan Carlos Eguillor que dan al libro el carácter de un manuscrito medieval. He utilizado algunos ejemplos en esta entrada.
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