jueves, 12 de agosto de 2021

SAIDE - de Octavio Escobar Giraldo



Saide es una novela negra donde los crímenes son en off. Aquí no hay detective, ni investigación. Lo que interesa no son las pistas del asesinato sino el relato pastoso de una obsesión amorosa, la atmósfera densa y sórdida de una pasión enfermiza con el telón de fondo de una época tan convulsa como "los años de sangre" en la Colombia de los 90. 
"Cuando Tavo empezó a asesinar policías y militares con excesiva frecuencia, con un descaro que no se podía permitir, Román Franco acudió a Jólmer y Aguasblancas se convirtió en un campo de batalla. De un momento a otro estábamos en medio de una guerra, de una guerra que nos merecíamos porque no hicimos nada para evitarla, porque todos, de alguna manera, fuimos sus patrocinadores, sus cómplices. "
Ese violento telón de fondo junto al pegajoso calor tropical convierte al escenario de esta novela en una olla bullente donde sus protagonistas acabarán escaldados. Aquí, como en alguna otra gran novela criminal, el hilo narrativo tiene el rostro de una mujer muerta, Saide Malkum, cuya fascinadora presencia gravita sobre toda la novela. Saide es una misteriosa femme fatale de origen libanés que se encuentra en el centro de una encrucijada tortuosa: de un lado, siempre pegada a tipos venales y matones de postín; de otro, enredada sin darse cuenta en la telaraña del doctor Díaz-Plata, un Pigmalión obsesionado con ella desde que era una niña.
"Ese día me obsesioné, porque lo mío con Saide es una obsesión, sí ¡una magnífica obsesión! -Levantó el vaso de una forma triunfal y bebió un trago largo, sonoro en su garganta-. Ese día -continuó-, en las horas siguientes, decidí que Saide sería mía, que esa niña a la que yo llevaba veinte años, uno más, uno menos, iba a ser mía, iba a ser mi esposa." pág. 51



Saide acabará asesinada en un auto junto a un concejal corrupto, y no cabe investigación alguna; todo es asumido y explicado por una sociedad en ruinas, degradada por la violencia y por una atmósfera moral depravada. Saide se convierte así en mucho más que una novela negra porque, a través de sus personajes, da testimonio de una sociedad carcomida por la corrupción y el narcotráfico.

Lo mejor del relato es la voz enajenada e hipnótica que lo narra, dentro de una estructura narrativa que se mueve adelante y atrás en el tiempo, entre dos puntos de vista: El de un locutor de radio fracasado, última relación de Saide antes de morir, y el de un provecto doctor Díaz-Plata que relata al locutor "qué pasó con Saide", mientras lo conduce hacia el precipicio. El relato se convierte así en algo espeso y sudoroso donde Saide aparece como un oscuro objeto de deseo, un instrumento más de posesión que de amor, por mucho que el doctor se vea a sí mismo como un doliente Cyrano de Bergerac.
"Cuando alcanzó la madurez, cuando estaba lista para mí, cuando la creación estaba completa, feliz, hermosamente completa, se entregó a un patán, a un mafiosito de tercera categoría que la trataba como a un trapo sucio" pág. 119
Escobar Giraldo retrata la desesperanza de unos personajes atrapados en una derrota social sin paliativos. El autor tenía clara su intención: "con mucha conciencia evité al detective y un final en el que todo se aclarara ´convenientemente´. Me interesaban más un clima, un ambiente, los personajes…”. El crimen de Saide iluminará sus alrededores, toda una estela de hombres que la desearon pero que se mueven entre la sordidez y el engaño. La reconstrucción de la historia de Saide es, de algún modo, como la de aquella Colombia de los 90, la historia de un fracaso. 

Del mismo modo que la acción se presenta a través de dos líneas temporales, la actual con el locutor y la pasada que relata el doctor Diaz-Plata; también se podría señalar otra dualidad, la que representan unos personajes fracasados y la de una sociedad donde cunde la miseria.
"Así consiguió su imperio político Román Franco, dándole casas, casuchas infelices a la gente, a gente que nunca tuvo nada, que con un piso de tierra y cuatro paredes de ladrillo sentía que por fin había algo suyo. Pero Román Franco es astuto y no daba escrituras, conservaba el poder, guardaba en su oficina la posibilidad del miedo. -Abrió los ojos-. Así llegó al congreso y obtuvo más poder, poder para convertirlo en casas, en mercados, en medicamentos, en paños de agua tibia para la miseria que administra. "
Me gusta mucho esa forma de narrar, densamente evocadora, donde se confunde el presente y el pasado, porque comparten una especie de fatalidad a la que todos se ven abocados. Una visión desengañada de la sociedad y de la condición humana que el autor fija ya desde la cita con que encabeza el libro: "Todo era tan simple como el día". Una cita extraída de la novela "¿Acaso no matan a los caballos?" de Horace McCoy que, en este caso, es lo mismo que decir "nos acostumbramos a vivir entre crímenes y corrupción". 

Paraje de Ladrilleros, en Buenaventura, donde tiene lugar el desenlace de la novela





Octavio Escobar Giraldo nació en Manizales, Colombia, en 1962. Es médico y profesor de Literatura en la Universidad de Caldas. Ya era un autor de reconocido prestigio gracias a sus libros de cuentos De música ligera (1998; Premio Nacional del Ministerio de Cultura) y Hotel en Shangri-Lá (2002), cuyos personajes forman parte de un proyecto narrativo del que también participan los de Saide (1995). Es autor de otra trepidante novela negra, Destinos Intermedios (2010), en la que un puñado de personajes confluyen en Aguasblancas a raíz de una serie de acontecimientos. Otras novelas del autor son El último diario de Tony Flowers (1995), El álbum de Mónica Pont (2003, ganadora de la VIII Bienal Nacional de Novela José Eustasio Rivera), 1851. Folletín de Cabo roto (2007), Cielo parcialmente nublado (2013) y Después y antes de Dios (2014).

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