miércoles, 4 de agosto de 2021

TEMA del TRAIDOR Y del HÉROE



En la Divina Comedia Dante Alighieri arroja a los traidores al último círculo del infierno, por considerar la traición como el peor de los pecados. Judas Iscariote, Alcibíades, Efialtes de Tesalia, Marco Junio Bruto, Bellido Dolfos, Talleyrand-Périgord, Robert Ford o Benedict Arnold  han pasado a la historia por sus traiciones. Pero en no pocas ocasiones el perfil de héroe y el de traidor se entrelazan alumbrando extrañas paradojas. ¿Fue más traidor Bruto -el romano más noble según Marco Antonio- por defender sus ideales republicanos o Julio César por convertirse en dictador?

El tema del traidor y del héroe recorre todas las épocas de la Humanidad y tiene una arraigada tradición literaria. Reproduzco aquí dos relatos magistrales que urden las historias de dos héroes nacionales donde se ilustra la paradoja de unir ambos destinos. G. K. Chesterton lo hace en "La muestra de la espada rota" y Jorge Luis Borges en "Tema del traidor y del héroe". Siendo así que, desde el mismo comienzo del relato, Borges reconoce inspirarse en Chesterton, los dos relatos son simétricos en su desarrollo: un investigador va más allá de la estatua erigida al héroe nacional para descubrir que su grandeza no sólo es ilusoria, sino que esconde la mayor de las felonías, la traición. Pero finalmente esta revelación es escamoteada en aras de un fin mayor: toda causa necesita héroes. 

El hombre necesita mitos y ficciones para explicar el mundo y más si se trata de vestir la identidad nacional. O como lo expresó el periodista que aparece en El hombre que mató a Liberty Valance, de John Ford: "En el oeste, cuando la leyenda supera a la verdad, publicamos la leyenda". Esta podría ser una de las conclusiones referida a estos relatos pero, quiero pensar que albergan lecturas inagotables gracias a sus extraordinarios valores literarios, simbólicos e histórico-sociales. 


Chesterton navega entre la verdad histórica y la paradoja, tan de su gusto, para explicar un enigma formulando otro. Recordemos que su relato versa sobre un enigma histórico, una batalla en la que "uno de los hombres más sabios del mundo obra un día como un idiota, sin ninguna razón, y uno de los hombres más buenos del mundo obra un día como un demonio, sin ninguna razón." Este misterio lo explica aportando una nueva incógnita: "Dónde ocultará el sabio una hoja? En el bosque". A lo que añade, "Y si se trata de esconder un cadáver, formará un campo de cadáveres para esconderlo."

Borges por su parte, inclinado a la erudición y la metafísica, da un paso más en esta redundancia, logrando un círculo virtuoso: Unos hechos históricos se inspiran en una obra teatral para acabar convirtiendo la realidad en una gigantesca farsa que la suplanta; tal y como hacía aquel mapa a escala 1:1 del que hablara en "Del rigor en la ciencia", donde el Colegio de Cartógrafos levantó un Mapa del Imperio que tenía el tamaño del imperio y coincidía puntualmente con él. Este juego de espejos incluye un rizo final. El narrador que descubre la impostura se siente un personaje más de la misma, ya que "los pasajes imitados de Shakespeare son los menos dramáticos; Ryan sospecha que el autor los intercaló para que una persona, en el porvenir, diera con la verdad. Comprende que él también forma parte de la trama de Nolan".

Ryan es el narrador que quiere escribir una biografía de su bisabuelo, el conspirador irlandés Fergus Kilpatrick, héroe de la independencia patria asesinado cien años atrás. Ryan acaba sabiendo que James Nolan, el colaborador más estrecho de su bisabuelo, fue quien ordenó su muerte tras descubrir que el líder patriótico era un traidor. Siendo así que el éxito de la revuelta pendía de un hilo y que Irlanda idolatraba a Kilpatrick, Nolan y el tribunal deciden ejecutar la sentencia de muerte como una farsa teatral en la que la muerte de Kilpatrick parezca un vil asesinato de la policía inglesa, lo que inflamará los corazones irlandeses y precipitará la rebelión. Pero el tiempo apremia y Nolan planifica el crimen plagiando algunos pasajes de la tragedia de Julio César, de Shakespeare. El traidor colaboró en la puesta en escena de su asesinato lo que evitó su deshonra, pasando a la historia como un mártir. 

«Que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible» nos dice el narrador. Esta creo que es una de las claves de ambos relatos, el debate sobre la verdad histórica o más ampliamente sobre la representación de la realidad. Un territorio muy cercano al de la literatura.







Lo que llamamos realidad es siempre una construcción, un proceso. Schopenhauer declara que la historia, como registro de la realidad fenoménica no constituye una fuente de conocimiento verdadero. El sujeto sólo puede aprehender una visión muy imprecisa de la realidad, la cual está determinada por los límites de sus facultades de percepción. El historiador selecciona arbitrariamente los hechos que quiere narrar y los conecta de acuerdo a sus percepciones. La historia se convierte así en una construcción social basada en la subjetividad de sus propios actores. Chesterton parece referirse a ello cuando habla de la deriva del viejo protestante St. Clare:
"¿Cuándo entenderán los hombres que a nadie le aprovecha leer su Biblia, mientras no lea al mismo tiempo la Biblia de los demás? El impresor lee su Biblia y encuentra erratas de imprenta. El mormón lee su Biblia y da con la poligamia. El partidario de la Ciencia Cristiana lee la suya, y descubre que no es verdad que tengamos brazos y piernas."
Puesto que los imaginarios conforman nuestra realidad y diseñan nuestras prácticas sociales; no hay una realidad sino varias, tal como no hay una verdad sino muchas que cambian según la cultura, el momento, la moda, la ideología, etc. Los paralelismos entre el lugar donde se yergue el monumento funerario de St. Clare, "un infierno de insoportable frío" y el lago helado que Dante describe como noveno círculo del infierno; así como la "pública y secreta representación" que imitaba la tragedia de Julio César nos lleva sin remedio a un terreno tan literario y difuso como el de la relación entre la verdad y la ficción, la historia y la literatura.

Esa disolución de los límites entre historia y literatura se subraya en los relatos mediante dos técnicas. De un lado el juego de espejos que constantemente se produce entre hechos históricos y obras literarias; y por otro la atmósfera casi irreal que subyace en ambos relatos. Recordemos que Chesterton juega hábilmente con la simbología del paisaje (frío por el infierno, oscuridad por las claves escondidas, la luna finalmente iluminando la verdad) para dotar al relato de un ambiente fantástico hasta tal punto que, en un momento dado, "Flambeau sintió que la verdad le rodeaba más como una atmósfera que como una idea". 

Lola Mora - "25 deMayo"




En el relato de Borges esa difuminación viene señalada desde el mismo comienzo, cuando el autor proclama la indeterminación del espacio y del tiempo en que ocurrieron los hechos: 
"La acción transcurre en un país oprimido y tenaz: Polonia, Irlanda, La república de Venecia, algún estado sudamericano o balcánico... Ha transcurrido, mejor dicho, pues aunque el narrador es contemporáneo, la historia referida por él ocurrió al promediar o al empezar el siglo XIX. Digamos (para comodidad narrativa) Irlanda; digamos 1824. 
Insiste en ello al reconocer que "he imaginado este argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en las tardes inútiles. Faltan pormenores, rectificaciones, ajustes; hay zonas de la historia que no me fueron reveladas aún; hoy, 3 de enero de 1944, la vislumbro así".

A propósito de esta fecha podríamos continuar las indagaciones enfocando el sustrato de opiniones históricas y políticas que los autores pudieran haber reflejado. Por ejemplo la crítica contra los mitos patrios muchas veces sustentados en la violencia y la falsedad o, en el caso del irreductible polemista que fue Chesterton, su crítica contra el imperialismo. Por su parte las referencia borgeanas a 1944 y a la traición de Julio César al cruzar el Rubicón, han sido analizadas por Beatriz Sarlo y Sonia Thon como una velada crítica contra Juan Domingo Perón, cuando en esa fecha traiciona la neutralidad de Argentina y se alía con Hitler.
Pero esa es otra cuestión. 

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