domingo, 9 de mayo de 2021

DIARIO de ARGÓNIDA - de Jose Manuel Caballero Bonald



Esta misma tarde se está velando la muerte de José Manuel Caballero Bonald, poeta muy ligado a sus raíces, y como homenaje he querido releer su poemario Diario de Argónida (1997).
 
En estos poemas asoma la luminosidad de las marismas de su querida tierra, ese Coto de Doñana que convirtió en el mítico territorio de Argónida, tierra virgen y primigenia, "una referencia decisiva en mi educación sentimental".
 
El poema "Apunte del natural" supone un acercamiento tan pictórico como preciso a lo que supuso Argónida para el poeta, "paisaje ameno... tu cobijo primero, tu última morada".






APUNTE DEL NATURAL


Ese óleo locuaz de las colinas
colgado de la luz, al fondo
de la inestable prórroga del río,
apenas un reclamo evanescente
retenido en los bordes
majestuosos del paisaje, ilustra
la pasión y el desdén con que has juzgado
los quebrantos del tiempo, esa voluble
jurisdicción de lo vivido
donde se albergan siempre las mentiras.

Paisaje ameno, mesurado, manso
benigna imagen que remeda
tu cobijo primero, tu última morada."

En la Nota del Autor que figura al final del libro, el poeta aclara el topónimo literario de Argónida y explica la denominación de diario:
"Uso el término "diario" con una deliberada imprecisión. (...) Siempre me ha parecido que, a efectos literarios, nadie es capaz de evocar lo que ha vivido sin incurrir en alguna desviación engañosa o consecuentemente equívoca. Incluso se tiende a otorgarle al estilo mayor poder argumental que al testimonio. Y como estoy bastante convencido de que la poesía no tiene por qué coincidir con la verdad autobiográfica sino con esa otra verdad generada en el texto, el concepto de "diario" también puede disponer aquí de su propia ambivalencia".
Esta distinción clásica entre "verdad y veracidad" en la literatura aparece en muchos de los textos. Así el poema "Verdad Poética" concluye de forma tajante: "Empieza a ser verdad mientras lo escribo". Mientras que en "Soliloquio" podemos leer, "Evocar lo vivido equivale a inventarlo". No importa tanto la verdad como la veracidad de lo vivido o inventado. Algunos poemas parecen escritos en el mismo instante en que el poeta está asomado a la ventana, ante ese mágico estuario del Guadalquivir; pero la verdad está solo en el texto, haya sido escrito en Doñana o en su casa de Madrid.

En el libro encontramos paisajes y emociones de la adolescencia, apuntes del natural e incluso alguna crítica social "esa inconmovible seguridad / que algunos bienpensantes dictaminan (...) conduce a la sandez / sin paliativos." Pero también hay una profunda reflexión sobre la memoria y el tiempo. En torno a este último hay unos cuantos poemas hondos y penetrantes que he querido reproducir. 
In memoriam.




JUSTICIA DEL TIEMPO


La araucaria que crece en el jardín, aloja
entre sus lentas
                         gradas
                                    basculantes
un tropel bullicioso de pájaros 
oriundos de Argónida.

Huéspedes obstinados, comparecen
cada mañana bajo un cielo
incoloro
               y dejan en las vecindades
resplandecientes de la playa
el sonido del tiempo y su justicia.






MENOSCABO
  
Cautelosa avalancha de la noche
que en piedras,
en insectos, en árboles,
se asocia a las diseminadas
exhalaciones de la mar.

Allí amaina el deseo, se erosiona
como los promontorios litorales, dura
lo que un naufragio
                                y surge
alrededor como el trasunto
de un desigual desgaste de la vida.






DÍA CRÍTICO
  
Entre los pliegues lívidos del ocio
cohabitan de continuo
las larvas de las horas,
                                     vacilantes señales
de seductora información
-como mar o mazmorra o ventisquero-
que fluyen en lo absorto
de las amables treguas de la edad,

mientras la prenoción de la memoria
acude como un hosco buey exhausto
por los primeros,
                            por los últimos
trayectos de un pretérito
donde ya queda atrás hasta la vida.






SOLILOQUIO 
 
Con paso incierto y no segura
voluntad de vivir,
 se acerca el día opaco, macilento,
insustancial, ridículo,
en que todo se acalla,  
                                   el rescoldo mejor
que ya dejó ese día
precipitadamente
entre un raudal de interferencias
cada vez más presuntas.
                                        Ninguna
palabra será ya la palabra
que desmienta al silencio,
ninguna certidumbre
anulará el valor de lo ficticio.

Evocar lo vivido equivale a inventarlo.






 


VERDAD POÉTICA 
 
Adolescente de livianos lazos,
lienzo de luna, pétalo impoluto
que cruza el arenal, cruza el exiguo
lindero de los acebuches,
llega al vidrioso estanque,
y allí precisamente,
cuando se inclina para verse a solas,
hace su aparición el asesino.

Sangre junto al tupido seto
de arizónicas, sangre
por los rezumaderos de los caños
y en la huraña ruina
del fortín y en la playa acosada
de pájaros y larvas y alacranes.

¿De quién la transitoria furia,
qué se hicieron
aquellos vengadores? ¿Soy yo acaso
el que oyó las aladas palabras de Tiresias?

-El asesino que buscas eres tú.

Empieza a ser verdad mientras lo escribo.






FÁBULA 
 
Nunca serás ya el mismo que una vez
convivió con los dioses. Tiempo
de benévolas puertas entornadas,
de hospitalarios cuerpos, de excitantes
travesías fluviales y de fabulaciones.

Tiempo magnánimo
compartido también con semidioses
errabundos y hombres de mar que alardeaban
del decoro taimado de los héroes.

Qué ha quedado, oh Ulises, de esa vida.

La historia es indulgente, merecidas las dádivas.
Los dioses son ya pocos y penúltimos.
Justos y pecadores intercambian sus sueños.






DIDÁCTICA 
 
Si miras un reloj y esperas impasible
a que pase un minuto,
comprenderás al fin en qué consiste 
la eternidad.
                     Detente, caminante,
                                                      escucha
esos latidos perentorios, ese inconmensurable
desplazamiento de tu corazón
que deja por momentos un gran foso vacío
entre lo efímero y lo permanente.

El instante que pasa ocupa todo el tiempo.

No hay final ni principio:
sólo el todo y la nada equidistando.






BIOBIBLIOGRAFÍA 
 
Cuando busco al que fui, qué hacinamiento
de vacilaciones, atisbos,
pistas falsas, presagios, averías
de la memoria, ardides
neutralizados por la incertidumbre.

A veces soy alguno
de esos esquivos personajes
que repentinamente me suplantan,
y a veces sólo soy 
como un antecesor del que nunca seré
o acaso ese inconstante buscador de respuestas
por la futilidad de sus pesquisas.

Sin embargo, mi historia personal
poco tiene que ver con esa historia:
también yo soy aquel que nunca escribe nada 
si no es en legítima defensa.








La imagen incrustada corresponde a la edición gráfica que en 2017 publicó el Grupo Pandora/Pedro Tarbernero. con ilustraciones de Luis Manuel Fernández.



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Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1926 - Madrid, 2021) fue poeta, novelista, ensayista y flamencólogo. Autor destacado de la generación del 50, publicó diversos poemarios que reunió en 1969 en el volumen Vivir para contarlo. En 1997 publicó un libro central en su poesía, Diario de Argónida. En 2006 recibió el Premio Nacional de Poesía por su poemario Manual de infractores, según el autor una “apología de la desobediencia”. Los poemas de este libro surgen de la indignación del poeta como ciudadano ante las guerras miserables, las injusticias sociales y los atentados a los derechos humanos que cada día encontramos en los medios de comunicación. "Descrédito del héroe" fue su último libro de poesía publicado, un libro que causó impacto en el ambiente poético, porque venía a demostrar que era posible hacer crítica de la realidad social con un lenguaje preciso y elaborado.
Su obra poética completa está recogida en el volumen 'Somos el tiempo que nos queda'.

Como novelista destaca en Dos días de septiembre, que ganó el Premio Biblioteca Breve de Novela en 1961, Ágata ojo de gato, (su novela preferida) con la que ganó el Premio Barral y de la Crítica, Toda la noche oyeron pasar pájaros (1981) y En la casa del padre (1988). También fue un prolífico ensayista, con obras tan destacadas como Narrativa cubana en la Revolución (1968), Luis de Góngora (1982) y el extraordinario volumen Luces y sombras del flamenco (1975). Como divulgador del arte jondo defendió una idea del flamenco como bandera de rebeldía y emancipación.

Fue profesor de Literatura Española en la Universidad Nacional de Colombia y en el Centro de Estudios Hispánicos del Bryn Mawr College. Fue director literario de la Editorial Júcar, subdirector de Papeles de Son Armadans y trabajó en el Seminario de Lexicografía de la Real Academia Española. Dirigió también un sello discográfico y editó en 1966 un Archivo del cante flamenco, compuesto de una monografía y una serie de grabaciones in situ.
En 1995 publica la primera parte de sus memorias, titulada Tiempo de guerras perdidas y en 2001, la segunda parte titulada Costumbre de vivir. Ambos volúmenes recogidos en La novela de la memoria (2010). 
En 2012 recibió el Premio Miguel de Cervantes. 

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