miércoles, 10 de junio de 2020

VIVIR ABAJO - de Gustavo Faverón Patriau





Digámoslo cuanto antes: esta novela es portentosa.
Acabo de concluir su lectura y todavía estoy alucinando con su arquitectura abrumadora y la intensidad vital y lacerante de unos personajes marcados a hierro por las torturas y el espanto.

La novela se configura como un laberinto de historias que ferozmente se van trenzando entre sí como si un diablo enajenado estuviese jugando a mezclar víctimas y torturadores en un paisaje de locura y horror.

Toda la narración es un gigantesco y laberíntico flashback alrededor de la figura de George W. Bennett, hijo homónimo de George Bennett, secreto torturador y diseñador de cárceles a sueldo de la CIA para los dictadores de Latinoamérica en los años 70. Su apacible vida familiar en Maine revienta finalmente cuando asesina al mejor amigo de su hijo, Chuck Attanasio, y se descubre su perversa inclinación a la tortura. Encerrado en una cárcel-manicomio da oportunidad a su hijo para rebuscar entre sus papeles y profundizar hasta un doble sótano secreto donde su padre escondía las pruebas de los horrores en que participaba. 

Perturbado por todo ello, George huye hacia Paraguay, Chile, Argentina y Perú para encontrar el rastro de su padre e intentar resarcir sus delitos; pero también para encontrarse a sí mismo y saber cuánto de su progenitor perdura en él. Con el tiempo llega a obsesionarse con el cuadro "La extracción de la piedra de la locura" de Hieronymus Bosch.
"Le pregunté a qué le tenía miedo. Dijo que se tenía miedo a sí mismo. Miedo de ser como su padre, de ser su padre. Le dije que él no era como su padre. Me dijo que eso tendría que descubrirlo y que descubrirlo lo iba a tomar, probablemente, el resto de su vida. Se quedó un rato mirando el piso y cuando alzó los ojos dijo que eso no era lo peor. Dijo que había divisado un plan para demostarse a sí mismo que él era todo lo contrario de su padre, pero que, para cumplir ese plan, iba a tener que hacer cosas muy parecidas a las que su padre había hecho." pág. 267
Su desequilibrio comienza cuando el único recuerdo que se lleva de casa es una máscara de oso que su padre usaba en situaciones especiales. Ahora él la necesita para conciliar el sueño, mientras se despeña por pesadillas no peores que su realidad: en su periplo por Latinoamérica se encuentra con víctimas de torturas y torturadores adiestrados por su padre, con una red secreta de nazis, con sangrientos guerrilleros de Sendero Luminoso e incluso llega a visitar una cárcel diseñada por su padre en la que fatalmente acaba prisionero durante ocho años. 
Esta es la novela contada en línea recta, lo cual la empobrece sin remedio.
Fotografía de Brandon Kidwell


En cambio Gustavo Faverón monta un mecanismo narrativo de primera magnitud, a base de tejer una tupida red de historias que se solapan y cruzan en distintos espacios y líneas temporales hasta provocar un auténtico torrente narrador, enfebrecido y laberíntico.

El libro se divide en cuatro partes que lo son de una investigación sobre George Bennett hijo persiguiendo los rastros de su padre. En la primera parte, "La piedra de la locura", el narrador nos presenta una serie de notas de cuando coincidió con el joven Bennett en Lima, en 1992, mezcladas con un diario de 2015 en el que todavía sigue su rastro. La segunda parte, "La salud de Mrs. Richards", es un largo monólogo de Laura, casada con Clay Richards, profesor de Biología en la universidad, que la rescató de una vida doliente en el Perú, para acabar viviendo cerca de Boston y convertirse en mentora de un George Bennett de once años que empieza a obsesionarse con el cine. A
 través de los capítulos que son los días de una semana, Laura cuenta su vida en Maine entre 1970 y 1980. Una larga entrevista en la que al final te das cuenta que no es más que otra carpeta de esa pesquisa continua en la que está empeñado el narrador. Esta parte llega hasta el crimen de George Bennett padre y su encierro en la cárcel-manicomio. 


En la tercera parte, "Puentes frágilmente construidos", George Bennett hijo inicia su periplo por Sudamérica, entre 1980 y 1992, siguiendo el rastro criminal de su padre. Identidades tergiversadas y líneas temporales solapadas conforman un relato alucinatorio. Finalmente en la cuarta parte, "Las reapariciones", regresa la voz narrativa inicial para reconstruir definitivamente el puzzle. Este aspecto añade a la novela dramática e histórica una intriga de novela negra que no se revela sino hasta la frase final.

Se cita a Bolaño y se cita a Borges como referencias, por el manejo de recursos metaliterarios y por convertir el relato en la investigación de un profesor de Literatura sobre un cineasta de oscuro pasado.
 Pero ese protagonista que deambula por un territorio fantasmagórico en busca de sí mismo, esa relación enfermiza con el padre, más el manejo de un tiempo que se vuelve onírico donde resuenan relatos alucinados me recuerda sobretodo a Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato

La novela es memorable por la arquitectura de vidas, espacios y tiempos que se cruzan y entretejen de forma asombrosa. También por el solapamiento casi infinito de historias surgiendo unas de otras; pero resaltaré algún otro aspecto que me fascinado, como el de la DUPLICIDAD Y SUPLANTACIÓN. En una novela donde las historias se multiplican por doquier, hablar de duplicidades parecería una forma de saturación; pero creo que es coherente con el carácter obsesivo del relato y el juego de referencias cruzadas que lo sustenta. Empieza por la duplicidad de los dos Bennett y se disemina por toda la novela hasta llegar a la duplicidad de la cárcel-reloj diseñada por su padre, un zulo subterráneo con una plazoleta central de la que parten doce túneles llenos de celdas, dispuestos como las horas de un reloj. Un lugar donde no existe el tiempo, pero que tiene forma de reloj, reflexiona George, quien la reproducirá al final, cuando se retire enloquecido a la Sierra de Bolivia.


























Por en medio tenemos a los dos Chuck Attanasio, el amigo de la infancia al que mató su padre y el perucho que presenció escondido la masacre de toda su aldea por una brigada de Sendero Luminoso. No sólo comparten nombre, ambos tocan a la guitarra larguísimos temas alucinados y ambos tienen el sobrenombre de El Murciélago. Duplicidad se da también en los dos hermanos alemanes Schiller que se suplantan, uno torturador nazi y otro profesor de Arte que acaba cuidando de Ariadna, la joven fruto de una violación.

Encuentro una imagen especular (otro reflejo más) del propio libro en sus mismas páginas, cuando Laura Richards (que es Laura Trujillo) se refiere a una de las múltiples novelas que le llegan anónimamente mecanografiadas: 
"A mediodía del viernes había comenzado la sexta (seiscientas cuarentaiún páginas, fechada el 23 de febrero de 1971), la más confusa pero sin duda la mejor hasta ese punto, una novela que cuenta centenares de historias, en todas las cuales, en algún momento, interviene de manera más o menos inopinada cierto personaje secundario. Este es un hombre de unos ciencuenta años, de ojeras hundidas, manos velludas y mirada tenebrosa, que lleva una máscara en la mano y habla muy poco, casi nada. Pero, cuando lo hace, tiene la voz grave y rencorosa, y al pronunciar las palabras va moviéndole los labios a su máscara."
El reflejo persiste entre los campos de exterminio nazi, las cárceles de los torturadores y los zoológicos humanos que estuvieron en boga en cierta época y que refiere al narrador, el poeta Jaime Saenz. En muchas otras historias pululan los reflejos, como en la de Clay Richards que participó en la 2ª Guerra Mundial y en Serbia mató (accidentalmente) a una mujer y a sus tres hijas. 20 años después sufrirá él mismo una ignominia semejante, como cuenta su segunda esposa Laura. 
"Pensé en Clay. ¿Era posible que Clay hubiera matado a una mujer y a sus tres hijas (y además al teniente Atticus Johnson) en Yugoslavia? Y si era cierto: ¿qué habrá pasado por su cabeza, muchos años después, cuando un hombre entró a su casa (a esta casa) y mató a su esposa y a sus tres hijos?" pág. 162
En este punto recordé el horror que sentía Borges ante los espejos. Para él duplicaban infinitamente el mundo hasta convertirlo en un monstruoso laberinto.

Otro de los aspectos más intrigantes del libro es LA TRAMA DEL TIEMPO que desarrolla la novela. Raymunda Walsh habla de una película de 1982 en 1981, el poeta (o su impostor) visita a George Bennett mientras está preso y le relata proféticamente sus próximos años, relato que suplanta a la novela y que se da por cierto. Entonces ¿cuándo está ocurriendo todo? ¿mientras lo cuenta el poeta o mientras lo está viviendo Bennett? (quizás resulta indiferente). Al propio Bennett le ocurre que cuando conoce al poeta, éste le dice que está escribiendo su libro de poemas La Noche, que él ya ha leído en la biblioteca prohibida de su padre.
"Sé perfectamente quien es el maestro Jaime Saenz: he leído todos sus libros, por lo menos los libros de poesía, incluso el magnífico La Noche. Eso es curioso, dice Jaime Saenz, porque así se llama el libro que estoy escribiendo, libro que no creo haber publicado, pues de otro modo no lo estaría escribiendo, a menos de que me haya vuelto loco." pág 277
Este aspecto mágico o profético resulta escalofriante en algunos casos, como cuando en el sótano de su padre recién encarcelado encuentra unos trozos de película que al unirlos y reproducirlos salmodian un "No mates al niño ciego". Circunstancia ante la que, efectivamente, se encuentra George años después.

Laura Richards, que antes fue Laura Trujillo, también fue torturada y violada en el sótano de su casa en Lima. Ella explica muy bien la percepción del tiempo durante la tortura.
"Estuve lúcida siempre. Eso es lo peor. Ese es, de cierta forma, el corazón de la tragedia. Recuerdo cada detalle y puedo poner en orden cada hecho y cada sentimiento y cada repulsión empecinada y asociarlo con el vuelo de cada insecto y el olor de cada lata abierta y el retintineo de esa lata al caer y el crujido de cada paso en la escalera. Contarte esos nueves meses de mi vida me tomaría nueves meses de mi vida, lo sé porque una vez lo hice, mentalmente, y porque también recuerdo que lo hice mientras ocurría: todo el tiempo escuché mi voz que describía el presente desde un tiempo equivalente pero distinto. Ese tiempo es el infierno, es real, yo estuve ahí." pág. 260


SOLAPAMIENTO DE HISTORIAS. Si tengo que ordenarlas por importancia, la primera esencia del libro es el mal, esos túneles de horror y tortura que aparecen allí donde habita el hombre. La segunda esencia sería el carácter cervantino de esta aventura donde se van depositando cientos de historias que se cruzan y entreveran formando un todo laberíntico y enajenado. Se puede decir que quien lee Vivir abajo lee muchas novelas a la vez. ¡Sólo el autor anónimo que remite sus novelas mecanografiadas desde Valparaíso a Maine envía más de 130! y muchas de ellas aparecen reseñadas. 

En las 665 páginas del libro hay novelas metafísicas y de amor, novelas policíacas y urbanas, novelas políticas y de guerra, historias del nazismo en Chile antes de Hitler, crónicas de literatura y de cine (Ay el loco de Fitzcarraldo del no menos sádico Werner Herzog) y relatos fantásticos que suelen ocurrir en sótanos. Cada personaje que se acerca al proscenio viene a cuestas con su propia encrucijada. Una suma de itinerarios que informan de un colosal descenso a los infiernos.
"Lo curioso de esa semana sin Clay es que en ella, es decir, durante su ausencia, comenzaron las dos historias que llenaron mis días de espanto y también de misterio, en el sentido religioso, digamos, más que en el sentido literario, o quizás al revés, al menos por un tiempo, y también de esperanza, por un tiempo más corto, y también de desesperación, por un tiempo mucho más largo, dos historias que parecieron terminar hace mucho, a principios de los años ochenta, casi a la vez, pero que ahora veo que no habían terminado: la historia de los Atanasio y la historia de las novelas anónimas. Las dos tiene que ver con esa otra, la que te ha hecho venir a verme, la historia de George. Por eso es que me detengo a contártelas, para que todo te quede claro." pág 78
El autor pone en pie esta epopeya de dolor y destrucción reuniendo los vestigios de más de dos docenas de personajes, cuyas vidas laceradas se cruzan inexorablemente en un laberinto subterráneo de cárceles y sótanos que atraviesa la Segunda Guerra Mundial, la de Corea, las torturas en las dictaduras latinoamericanas de los 70, la influencia de la CIA en esa repúblicas, la muerte del Che Guevara y toda la interminable locura de fuego y sangre que enfanga el siglo XX. Cuenta el autor que el título Vivir abajo es un robo de un novela de Fogwill, Vivir afuera; y que con él quiere aludir "a la oscuridad y casi a la clandestinidad en la que transcurre la mayor parte de la historia mundial."

Monumental, alucinante y devastadora.

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