domingo, 21 de junio de 2020

BONSÁI - de Alejandro Zambra




"Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la muerte de ella, de Emilia. Pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y que él se llama, se llamaba y se sigue llamando Julio. Julio y Emilia. Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura." 
Este es el comienzo de una novela muy corta donde la sencillez, casi coloquial, de la exposición esconde una reflexión ontológica sobre el amor y la muerte; pero también en torno a la evocación y la literatura.

La Muerte y la Doncella de Egon Schiele

Julio no ha logrado arrancar la muerte de Emilia de su corazón; pero cuando se propone evocarla se sabe condenado a la impostura. No recuperaré aquellos momentos. Sólo serán palabras. Por eso toda la narración tiene un regusto a decepción. También porque el amor se sabía condenado al fracaso. Un amor alargado más allá de lo necesario gracias a la literatura; porque Julio y Emilia se acostumbraron a que la lectura fuese su incitación; aunque no siempre les resultara fácil "encontrar en los textos algún motivo, por mínimo que sea, para follar": 

"Ambos sabían que, como se dice, el final ya estaba escrito, el final de ellos, de los jóvenes tristes que leen novelas juntos, que despiertan con libros perdidos entre las frazadas, que fuman mucha marihuana y escuchan canciones que no son las mismas que prefieren por separado (de Ella Fitzgerald, por ejemplo: son conscientes de que a esa edad aún es lícito haber descubierto recién a Ella Fitzgerald). La fantasía de ambos era al menos terminar a Proust, estirar la cuerda por siete tomos y que la última palabra (la palabra Tiempo) fuera también la última palabra prevista entre ellos. Duraron leyendo, lamentablemente, poco más de un mes, a razón de diez páginas por día. Quedaron en la página 373, y el libro permaneció, desde entonces, abierto."
Efectivamente, un libro abierto, pendiente de continuación o pendiente de escritura. El novelista Gazmuri le pregunta a Julio en un momento dado: "¿Tú escribes novelas, esas novelas de capítulos cortos, de cuarenta páginas, que están de moda?" Describiendo irónicamente esta misma novela que tenemos entre las manos. 


Este es uno de los aspectos más felices de la nouvelle, la abolición de las fronteras entre realidad y ficción: "Emilia y Julio -que no son exactamente personajes, aunque tal vez conviene pensarlos como personajes-..." Y es que la historia de ambos dialoga con fruición con un cuento de Macedonio Fernández, "Tantalia", hasta volverse plenamente autoreferencial.

"«Tantalia» es la historia de una pareja que decide comprar una plantita para conservarla como símbolo del amor que los une. Tardíamente se dan cuenta de que si la plantita se muere, con ella también morirá el amor que los une. Y que como el amor que los une es inmenso y por ningún motivo están dispuestos a sacrificarlo, deciden perder la plantita entre una multitud de plantitas idénticas. Luego viene el desconsuelo, la desgracia de saber que ya nunca podrán encontrarla."
Este relato sirve de inspiración y guía a Julio cuando pierde a Emilia porque ella se ha ido a Madrid. En esos momentos Julio conoce al novelista, Gazmuri, que le pide transcribir su última novela manuscrita, aunque luego zanja el asunto. A pesar de ello Julio decide continuar con esa ilusión: escribirá la novela en los mismos 4 cuadernos Colón que le ocupaba a Gazmuri y se la regalará a María, su vecina, que está preparando también su viaje a Madrid ("Todas las minas se te van a Madrid, hubiera sido la broma de los amigos vulgares de Julio; pero Julio no tiene amigos vulgares"). La novela se titulará Bonsái y va sobre
"un hombre que se entera por la radio de que un amor de juventud ha muerto. Ahí empieza todo, absolutamente todo.
¿Y cómo sigue?
Él nunca la olvidó, fue su gran amor. Cuando jóvenes cuidaban una plantita.
¿Una plantitua? ¿Un bonsái?
Eso, un bonsai. Decidieron comprar un bonsái para simbolizar en él el amor inmenso que los unía. Después todo se va la mierda, pero él nunca la olvida."
De hecho cuando ella muere, él piensa que la mejor manera de recordarla es hacerse de nuevo con un bonsái; pero no comprándolo, sino cuidándolo, haciéndolo crecer. Como la propia escritura de esta novela, un espejo más entre realidad y ficción. "Cuidar un bonsái es como escribir, piensa Julio. Escribir es como cuidar un bonsái, piensa Julio."

Montaje sobre un autorretrato de Egon Schiele

Julio y su recuerdo de Emilia (al final muerta en Madrid), frente al relato "Tantalia" y la novela Bonsái, que reinventa una novela del novelista Gamuri a la vez que remeda la propia historia de Julio y Emilia, nos colocan en una sala/novela llena de espejos donde constantemente reverberan símbolos y estructuras narrativas. 

"La primera reunión imaginaria con Gazmuri tiene lugar ese mismo domingo. Julio compra cuatro cuadernos Colón y se pasa la tarde escribiendo en un banco del Parque Forestal. Escribe frenéticamente, con una caligrafía fingida. Por la noche sigue trabajando en Bonsái y el lunes en la mañana ya ha terminado el primer cuaderno de la novela. Borronea algunos párrafos, derrama café e incluso esparce huellas de cenizas en el manuscrito."
"Durante los meses siguientes Julio dedica las mañanas a fingir la letra de Gazmuri y pasa las tardes frente al computador transcribiendo una novela que ya no sabe si es ajena o propia, pero que se ha propuesto terminar, terminar de imaginar, al menos. Piensa que el texto definitivo es el regalo de despedida perfecto o el único regalo posible para María."
Después de acabar en un suspiro esta novela corta donde se da cuenta de la vida de Emilia y Julio, creo que el autor utiliza al bonsái como símbolo y metáfora. Como símbolo de un amor vivo y concentrado. Como metáfora de una forma de narrar, llena de elipsis y recortes, hasta dejar lo esencial. 

Aunque en la sencillez de esta miniatura también se da una paradoja: siendo el bonsái una copia en miniatura no es menos que el árbol que reproduce, sino una réplica fractal, completa y minuciosa: con tronco y raíces, ramas principales y secundarias, copas y nervaduras, chupones y hojas. Del mismo modo esta breve novela está completa y plena.





P.D.
Me gusta mucho el comentario de la solapa que cita a Borges, el cual "aconsejaba escribir como si se estuviera redactando el resumen de una obra ya escrita. Y eso es, precisamente, lo que ha hecho Alejandro Zambra en este libro que -del mismo modo que un bonsái no es un árbol- más que una novela corta o una relato largo es una novela-resumen o, justamente, una novela -bonsái."
Como podréis comprender estoy de acuerdo con la primera parte "escribir como si se estuviera redactando un resumen": prima el estilo indirecto y la referencia, se rompe la línea temporal y se difumina la frontera entre realidad y ficción. Gana la literatura. Pero no con la segunda: no se trata de una novela-resumen y el bonsái sí es un árbol.

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