Intenso thriller que supone toda una promesa de este actor metido a director y guionista, ya que el libreto lo firma junto a su amigo David Pulido.
Curro (Luis Callejo) lleva ocho años en la cárcel después de un atraco fallido. No ha delatado a ninguno de sus compinches. Mientras tanto su mujer Ana (Ruth Díaz) atiende un bar del extrarradio junto a su cuñado Juanjo. Por allí se deja caer Jose (Antonio de la Torre) un tipo introvertido y tristón. Pronto sabremos el motivo de su amargura y la venganza que lleva tejiendo pacientemente durante años.
El guión está muy medido y no ofrece parón alguno. Los hechos se suceden, las motivaciones afloran como heridas. Las imágenes hablan. Pocas palabras bastan. Los personajes están dibujados a buril y su laconismo e intensidad se transmite a cada secuencia. La cámara persigue a los actores en su itinerario y suele recoger sus rostros en primerísimos planos. Ana está desengañada de la vida y de su marido. Jose rumia un dolor profundo.
El itinerario de estos personajes recorre un territorio original y sorprendentemente patrio: el bareto de barrio con sus carajillos y partidas de mus, el gimnasio donde se mezclan el linimento y las drogas, el hostal mugriento de carretera, el pueblito de Segovia que sirve de refugio remoto... Un paisaje costumbrista que parecía servir sólo para comedias y dramas; pero que poco a poco está adquiriendo verosimilitud en el cine español. Persecuciones de coches y explosiones en A Coruña (El desconocido), asalto a la guarida del capo en una torre de apartamentos de Torremolinos (Toro), las marismas del Guadalquivir (La isla mínima) o un atraco en un Banco de Valencia (Cien años de perdón). El director participó como actor en estas dos últimas películas y tal parece que se impregnó de esas atmósferas con olor a gasolina y pólvora.
Raúl Arévalo tiene muy claro lo que quiere contar y lo cuenta con imágenes, sin tiempos muertos ni ganga. La historia siempre avanza. El punto de vista es muy realista, pero adopta con naturalidad el ritmo y la violencia propia del thriller. Hay secuencias casi desnudas que nos explotan en la cara: el encuentro de Curro y Jose en el hospital, toda la escena del gimnasio de boxeo, o la noche que pasan juntos en un hostal de carretera donde Jose, acostado y con la cara escondida, se sincera.
Los fantasmas del pasado atenazan el destino de los personajes. La venganza se va a servir fría como manda el dicho, pero su paciente e implacable gestación nos planteará, como espectadores, si esa venganza tiene sentido tan a destiempo.
El trío de actores protagonistas dotan a sus personajes de intensidad y desagarro. Ruth Díaz acaba de recibir hace sólo unas horas el premio de interpretación en el Festival de Venecia.
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