miércoles, 17 de septiembre de 2014

CLAMORES de GRECIA - de Miguel Espinosa

Templo de Apolo en Delfos - "Conócete a tí mismo"-

"El que investiga su interioridad, sufre"


CLAMOR DE APOLONIO DE TIANA
Un mes de Mayo habité el Valle de Tabladillo,
cerca de Segovia, lugar que no me es ajeno.
Estando una mañana en el bosque, aparecieron tres niños.
En los primeros instantes no alcancé
a recordar que los pequeños son hombres;
me parecieron figuras de la enramada,
formas de la Naturaleza, animales o vegetales,
y sentí una indecible emoción. 


Pienso que la Divinidad contempla así el mundo.
Las palabras no reflejan al niño, cuya interioridad
no puede ser expresada ni transmitida.
Según crecemos e investigamos nuestra infancia,
nos asombramos de descubrir un desconocido.


“Los griegos solemos considerar a los egipcios,
a los medos, y aun a los frigios y lidios, como seres
diferentes de nosotros, sin embargo, no sabemos
que la verdadera diferencia reside en nuestros niños;
tan lejos de nosotros como los dioses” –decía Apolonio de Tiana-. 


En la Isla Myconos oí cantar a un ciego:
“Nunca el hombre ha visto a otro hombre, y menos a un niño”
¿No habéis advertido que los adultos hablan
al pequeño como si éste se hallara lejos
o ausente del entorno?
Para dialogar con la Divinidad,
o con los niños,
el hombre sale de sí, se extraña y eleva la voz,
porque presiente que se dirige a desconocidos.”                              pág 28-29




CLAMOR EN  MEGARA
¿Qué diferencia hay entre la noche y el día? 

Cuando una tal Berenice, muchacha procedente 
de las laderas del Pindo, contempló 
por primera vez las olas del Egeo, en el siglo IV a. C., 
definió la tierra como una torpe excrecencia 
nacida al mar, en su opinión, sustancia nobilísima 
y preexistente a las islas y continentes. 

Lo inmenso parece anterior a lo limitado; 
lo abstracto, a lo concreto; lo informe, a lo configurado; 
y las ideas, al mundo. 

En el pensamiento de muchos, 
la oscuridad es el origen de la claridad, salida de aquélla. 
Antes que el día, fue la noche, 
de donde aquel nació como lunar. 
El silencio y la soledad del Cosmos, en Tales, 
Eudoxo y Aristarco de Samos, están hechos 
de la misma sustancia que la noche; 
son necesidades o protoelementos, por así expresarlo. 

Ciertos habitantes de Megara decidieron 

preguntar al Apolo en Delfos si existía alguien 
más irremediable que los propios dioses.
-´El Fatum, que somete a hombres y dioses´-replicó el Oráculo.
-´¿Y más que el Fatum?
-´La Tierra, que soporta a los hombres, a los dioses y al Fatum.´
-´¿Y más que la Tierra?´
-´La noche, que envuelve a los hombres, a los dioses, 

al Fatum y a la Tierra´-exclamó finalmente el Oráculo.”          pág 52 y 53




CLAMOR de HERACLIDES PÓNTICO 
Llamo avidez al deseo constante
e inextinguible del mundo, tal como surge 
en la adolescencia y se prolonga dignamente en el hombre. 
Perder la avidez es morir. 

¡Destino!, no me arrebates

la alegría de captar y descubrir el universo; 
no inhabilites mi olfato para sus olores; 
mi tacto, para su tacto; mis oídos, para sus sonidos; 
mi vista, para sus colores; mi corazón, para sus valores, 
ni mi razón para sus leyes en sistema. 

Déjame desear el cosmos como a la mujer; 
consiente que siempre espere y descubra, 
pues en la conciencia ávida habita el gozo”.                      pág 152





CLAMOR ante EL ENTIERRO DEL CONDE DE ORGAZ
El conocimiento del ser es afectivo.
Así como la medida hace referencia a la extensión,
el volumen o la longitud de los cuerpos,
así el amor hace referencia al ser.

Por medio de la ternura mostramos nuestra disposición
a favorecer al ser, como si de algún modo
nos sintiéramos responsables de su estancia en el Mundo.

¿Podríamos  experimentar ternura por un tirano, 
un intrigante, un lama o un personaje del Greco?
Caras pálidas e iluminadas por un estertor interior, 
manos sobre el pecho, en ademán de cerrar 
el corazón a la Naturaleza y a la Vida; 
exceso de esqueleto y odio a la forma;  
desprecio del hombre y de toda apariencia; 
agonía perpetua sin compañía de paisaje; 
claroscuros y rayitos de luz hervida, 
que proyectan el polvo de la miseria y la incapacidad 
sobre el terciopelo de un pecho todo aparente meditación; 
paños negros y estética del responso; 
abstracción, eterna abstracción.

Engañosa austeridad, entendida como renuncia 
a lo que no se tiene ni se tendrá nunca: espontaneidad, 
alegría, ingenio, danza, chanza, instinto, 
teoría, vivacidad y profunda intención.
Envaramiento y limitación, 
odio a la rerum natura y a toda capacidad; 
soberbia de la tristeza trascendida a Moral, 
venganza de la ineptitud para los goces, 
glorificación de la insuficiencia y éxtasis de la nulidad.

Visión sucia y confusa del Espíritu, 
definido como negación constante, comparecencia plúmbea
y piojosa, locura sin antídoto y pasión sarnosa, 
que desgrasa las entrañas y se experimenta 
y conlleva a la manera de joroba.
Ausencia de las virtudes y gracias de los animales; 
séquito de insuficientes y temblones, 
agitados por la envidia, aduladores, sopones, 
prebendados, aterrados intrigantes y delatores, 
que tuercen el cuello y elevan los ojos para aparentar transcendencias.

¡Esto es lo que yo, Asklepios, he visto en "El Entierro del Conde de Orgaz"!
pág 160



CLAMOR de ALCIBÍADES de TIRINTO

Al contemplar el desnudo de mi amada Climene, 
tan estremecido y embargado por un miedo propio; 
tan difuso, modesto y tímido; tan verdadero y solo; 
tan arrebatado por el imperio de lo misterioso, 
he sentido en mi conciencia la profunda evidencia 
de ser criatura de un Creador lejano, 
aunque siempre presente. 

Durante la larga noche y su silencio, 
el cuerpo de Climene me ha hablado de la Divinidad 
con razones que no son de razón. 
Por él he visto la distancia que hay entre las estrellas, 
la luz de otros planetas, el suceder del tiempo, 
la lluvia que humedece y fecunda lejanos astros, 
y tormentas sin fin en los infinitos espacios. 

Finalmente, por él he conocido 
la emoción inacabable que habita en Dios, 
en cuyo corazón no existe un instante de hastío, 
y la calma sin origen de la bella eternidad. 

Climene, amada mía; ¡cómo me hiciste filósofo en Cartago!”. pág 213





En el extraordinario libro Asklepios, el último griego, Miguel Espinosa hace rebosar de sus páginas una erudición deslumbrante. 
El autor perfila el discurso de Asklepios a través de un coro de personajes de la Antigüedad, la mayoría seguramente apócrifos; pero que presentados a través de citas y reflexiones filosóficas, dan cuerpo al texto y a sus ideas.
Allí caben filósofos y poetas, historiadores y artistas tanto como personajes mitológicos o gentiles, como "un cierto Atamantes de Tebas" o "la famosa y gentil Corina". Los testimonios logran trasladarnos al ámbito de la Grecia más clásica. Un profundo aliento humanístico atraviesa sus páginas.


«Cuando el mundo no parezca nuevo, extenso ni profundo y misterioso, morirá el Espíritu del Primer Día de las Cosas, y, por tanto, Grecia."

"Acaece el río, la planta, la hormiga, la nube, el sol, las estrellas y el pensamiento. El hombre poseído y predispuesto por la expectación, es un ser inspirado. Lo que muchos llaman inspiración no es otra cosa que una predisposición del ánimo hacia el suceso vivo del mundo.”

El libro es una reflexión y un canto tan vitalista como elegíaco.
“He tenido una vida completamente dedicada a la reflexión y su tortura, siempre con el peso del mundo sobre la conciencia. Solamente una vez logré liberarme de esa carga y disfrutar un estado de ánimo superior al del pensamiento. Me hallaba entre montañas, soplaba un suave viento, reinaba una calma sin fin, y de pronto me sentí tranquilo, infinitamente tranquilo y libre, sin necesidad alguna de pensar y trabajar juicios; me percibí alígero y despreocupado, más allá del futuro y del presente, y llegué a vivir, con el viento y la piedra, la eternidad que existe fuera del tiempo.” pág 170


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