La Deuda es un correcta película que nos ofrece una primera parte tensa e intrigante en forma de thriller de espionaje y una segunda que intenta aportar una reflexión sobre la mentira y los crímenes de estado.
En los años sesenta un grupo de agentes israelíes tienen la misión de asesinar a un nazi que vive como ginecólogo en el Berlín de la guerra fría. La ambientación, el pulso de la intriga, los planes para huir a través del telón de acero están rodados sin puntos muertos y con una gran convicción. Sin duda es lo mejor de la película. Finalmente el trabajo se complica pero logran volver como héroes y encauzar su vida.
Precisamente casi a la hora de la retirada, presentando un libro de memorias que rememora aquella heroicidad, el pasado se hace presente y amenaza los logros construidos sobre él. El nazi en realidad está vivo. La admiración de los hijos, el reconocimiento del estado, la propia imagen de valía pueden desaparecer.
La película es valiosa en cuanto que habla de los crímenes de estado y su ética, -nada menos que del todopoderoso Israel-. Uno de los tres agentes ha sido incapaz de salvar el tormento de esa forma de vida; pero los otros dos sobre aquella acción construyeron una vida exitosa, ahora amenazada. Sin embargo cabe decir que la reflexión es muy escueta y sólo tiene el vuelo que le imprimen sus magistrales intérpretes (la gran Helen Mirren y Tom Wilkinson).
Hay que recordar que se trata de un remake del original israelí rodado por Assaf Bernstein. Me parece mejor estructurada la original, en cuanto que el pasado y el presente se presentaban a través de un montaje paralelo que lo convertían en un todo. Mientras que en la de Madden se cuenta toda la misión de un tirón ofreciéndonos una buena película de espías -con una interpretación soberbia de Jessica Chastain- y dejando la parte del presente con un interés menor.
El pasado siempre nos alcanza.
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