UK, 2024
Siempre se ha dicho que una partida de ajedrez es la metáfora perfecta de una batalla entre dos ejércitos, con sus infantes, torres y caballería. Del mismo modo se puede decir que esta película sobre unos cardenales encerrados para elegir Pontífice es una metáfora inesperada de los tiempos que vivimos. Porque aunque no sea una película de autor sino un muy entretenido thriller sobre la descarnada lucha por el poder en el Colegio Cardenalicio; el microcosmos que generan este centenar de cardenales confinados reproduce con sutileza los males de nuestro tiempo, la lucha por imponer el relato, la intolerancia, el frentismo ("¡Sí que es una guerra y tienes que elegir bando!" le grita un compañero al cardenal Decano) y la manipulación.
Cónclave nos permite ser testigos de uno de los rituales más secretos y antiguos del mundo: la elección de un nuevo Papa. Cuando los regidores de la Iglesia Católica se reúnen en el Vaticano, el decano de los cardenales se percata de una compleja conspiración, a la vez que descubre un secreto que podría hundir o revolucionar a la propia institución de la Iglesia.
La historia comienza con la súbita muerte del Sumo Pontífice. La Sede Vacante obliga a iniciar los protocolos del Cónclave que reunirá a todos los cardenales del mundo para elegir un nuevo Papa. El encargado de dirigir la elección es el padre Lawrence, Decano del Colegio Cardenalicio, papel que le viene como anillo al dedo a un Ralph Fiennes que lo borda. Aturdido aún por la muerte del Papa, el Cónclave le llega a Lawrence en un momento muy delicado. Lleva un tiempo albergando muchas dudas sobre su papel en Roma y querría retirarse a un convento. No dejan de asaltarle preguntas como ¿a quién estoy sirviendo de verdad, a Dios o a la Iglesia?.
La película es un thriller lleno de suspense en el que abundan los pasillos vacíos, las puertas que se abren y cierran en secreto y las confidencias. Las conversaciones son un susurro y las miradas siempre están alerta lo que logra crear una enrarecida atmósfera de complot.
Las soberbias estancias y la solemnidad de los actos encajan perfectamente con las intrigas solapadas. Entre los silenciosos claustros y el aleteo de sotanas y mucetas¹ no solo asistimos a una encarnizada lucha por el poder, sino también a la disputa sobre el papel de la iglesia en el mundo y a la milenaria batalla que en su seno libran tradición y modernidad. Para ello vale todo, reuniones secretas, manipulación, difamación y simonía². Monseñor Lawrence pronto se dará cuenta de que se está fraguando un complot que no puede controlar.
La cinta adapta el libro homónimo del autor superventas
Robert Harris y, como él, sabe colocar cada nueva revelación en el momento adecuado para que el interés no decaiga. Porque hay que decir que el ritmo es pausado pero intenso. Las secuencias están llenas de silencios y susurros que no hacen sino acrecentar el misterio y la sospecha de que algo se está maquinando.
Para ese juego de silencios y miradas oblicuas nada mejor que contar con un gran elenco de actores, gente capaz de hacernos saber lo que está pasando por su cabeza mientras escuchan y observan. Ralph Fiennes representa con un gran poso la desazón por sus propias dudas y el abatimiento por la mezquindad de sus colegas. Enfrente tendrá a tres líderes muy dispuestos a jugar sus cartas; el liberal monseñor Bellini (Stanley Tucci), el insidioso monseñor Tremblay (John Lithgow) y el retrógrado monseñor Tedesco (Sergio Castellitto).
Aprecio tres niveles en la película. El puro thriller por un lado, las intrigas en torno al poder. Por otro lado el viaje personal de monseñor Lawrence, sus dudas, su resignación e incluso -en un momento dado de la elección- su ofuscamiento ante las llaves de Pedro. Finalmente, y no menos importante, el nítido manifiesto que recorre la película en favor de la tolerancia...¡en estos tiempos oscuros!
Esto se puede ver en tres momentos claves.
El primero tiene lugar en la homilía que abre el Cónclave. Tradicionalmente este sermón tiene como objetivo exponer el estado actual de la Iglesia y sugerir las cualidades necesarias que en ese momento histórico se esperan de un elegible a Papa. Pues bien, el decano Lawrence, como encargado de dicho sermón, provoca un pequeño terremoto al expresar que espera un Papa que responda a los retos del mundo actual y que dude: "El pecado que más temo es la certeza", llega a decir. También, deseo más un Papa que dude o que peque a uno que venga con el látigo o la espada. Efectivamente uno de los cardenales más destacado aboga por plantar batalla al islam y a otras religiones, expresándolo con visceralidad
"¿No les parece que en parte también nosotros somos responsables? Toleramos el islam en nuestra tierra, pero a nosotros nos insultan en la suya; les ofrecemos comida en nuestra patria, pero ellos nos exterminan en la suya, por decenas de millares y, sin duda, por cientos de millares, el genocidio ignorado de nuestra era."
El segundo momento clave se produce cuando al retrógrado y belicoso cardenal Tedesco le replica un insignificante cardenal que ha vivido en carne propia la barbarie de la guerra en el Congo y en Afganistán. Este cardenal será el mejor diapasón para las dudas de monseñor Lawrence.
"Todo hombre digno de verdad debe considerarse indigno. ¿No era eso lo que quería decir con su homilía? ¿Que sin cierto grado de duda no puede existir la fe? Me recordó mucho a mi experiencia. Las escenas que he presenciado, sobre todo en África, harían que cualquier persona se cuestionase la misericordia de Dios."
El tercer momento se da en el sorpresivo desenlace.
Notable.
¹ Muceta.- Prenda corta que cubre los hombros y llega hasta los codos teniendo una fila de botones en la parte delantera. Es de origen medieval y la pueden llevar los jerarcas eclesiásticos. La de los cardenales es de color rojo.
² Simonía.- Dentro del cristianismo, la simonía es la compra o venta de cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias, etc. (algo espiritual) por medio de bienes materiales. En la wikipedia podemos leer que esta palabra "deriva de un personaje de los Hechos de los Apóstoles llamado Simón el Mago, quien quiso comprarle al apóstol Simón Pedro su poder para hacer milagros y conferir, como ellos, el poder del Espíritu Santo, lo que le supuso la reprobación del Apóstol: «¡Que tu dinero desaparezca contigo, dado que has creído que el don de Dios se adquiere a precio de oro!».
❧☘☙
Cuando escuché el sermón del Decano al Colegio Cardenalicio no puede dejar de acordarme del sermón que antes de ayer mismo le soltó a la cara, al mismísimo Trump, la obispa de la iglesia episcopaliana Mariann Edgar Budde.
El servicio religioso en la Catedral Nacional de Washington también es una tradición antes de la investidura del Presidente de EEUU; pero la obispa encargada del sermón, después de las proclamas de odio, homofobia y xenofobia del Presidente electo, no pudo menos que recordarle que si había venido a la casa de Dios debía escuchar su palabra y practicar sus valores.
"En el nombre de nuestro Dios le pido que tenga piedad de la gente de nuestro país que ahora está asustada. Hay niños homosexuales, lesbianas y transgénero en familias democráticas, republicanas e independientes, algunos de los cuales temen por sus vidas. Y por la gente que recoge nuestras cosechas y limpia nuestras oficinas. Que trabajan en granjas y en empacadoras de carne, que lavan la vajilla después de que comamos en los restaurantes y que trabajan en turnos de noche en los hospitales".
"Podrán no ser ciudadanos, o no tener la documentación apropiada.
Pero la vasta mayoría de los migrantes no son criminales. Ellos pagan impuestos, son nuestros vecinos, son fieles miembros de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas y templos".
"Le pido que tenga clemencia con aquellos en nuestras comunidades cuyos niños temen que sus padres sean llevados lejos. Y que ayude a los que huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida aquí".
Como se ve no hizo más que recordar valores universales de piedad, misericordia y compasión. Lamentablemente Trump considera a Dios el presidente de una república menor y esa misma noche respondió en su red social considerando a Budde como "una radical de izquierda que odia a Trump", señalándole que "ella y su iglesia le deben una disculpa al público".
El republicano Mike Collins quiso llegar más lejos y dijo que Budde debería ser "añadida a la lista de deportaciones"... pese a que la obispa es estadounidense.
Pandilla de impresentables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.