El reciente estreno de la película Oppenheimer, de Christopher Nolan ha vuelto a poner sobre el tapete la carrera armamentística nuclear y su poder de destrucción pero, sobre todo, la personalidad compleja y atormentada del hombre que lideró el Proyecto Manhattan durante la II Guerra Mundial, una carrera contra reloj para producir la primera bomba atómica que ayudase a concluir la guerra.
Oppenheimer fue un tipo refinado y muy culto. Sabía varios idiomas, era aficionado a la lectura de filosofía y poesía, contaba con una colección de pinturas entre las que figuraban obras de Picasso o Van Gogh y no perdía la oportunidad de introducir citas cultas en sus opiniones y trabajos. En la película se recoge el pensamiento que le brotó ante la majestuosidad y el horror del hongo nuclear. Se trata de una frase del texto sagrado hindú Bhagavad Gita: “Ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos”.
Una vez que comprobó el poder destructor de la bomba conseguida no tuvo dudas de que había contribuido a "la obra del diablo". En una reunión en octubre de 1945, le dijo al presidente Harry Truman: "Siento que tengo sangre en las manos". A lo que el presidente respondió: "La sangre está en mis manos, deje que yo me preocupe de eso". En la película es Gary Oldman quien interpreta al presidente Truman y su comentario no oculta un deje de desprecio ante los remilgos del científico.
Precisamente Oppenheimer había utilizado ese argumento para calmar su propio resquemor ético y el de sus colegas científicos durante el desarrollo de la bomba; que, como científicos, sólo eran responsables del trabajo de investigación y desarrollo, no de las decisiones respecto al uso del arma. Pero, una vez comprobado el alcance de su obra, los escrúpulos morales invadieron a Oppenheimer hasta convertirlo en un firme defensor del control armamentístico.
La operación del desarrollo y detonación de la bomba se llevó a cabo con total hermetismo y fue el mismo Oppeheimer quien la denominó "Operación Trinity". En 1962, el general Leslie Groves (interpretado por Matt Damon en el filme) le escribió para inquirir el motivo que le movió para elegir tal nombre, obteniendo la siguiente respuesta:
«No tengo claro por qué elegí ese nombre, pero sé qué pensamientos me rondaban por la cabeza. Hay un poema de John Donne, escrito poco antes de su muerte, que conozco y me encanta y que empieza con un
'Batter my heart, three personed God'
(«Golpea mi corazón, Dios uno y trino»)».
33 años después, el 16 de julio de 1976, Allen Ginsberg, también judío, también estadounidense, replicaría a Trinity con su poema de protesta "Plutonian Ode".
El poema citado de Donne es el Soneto XIV de su colección "Poemas Sacros" y reza así.
XIV
Golpea mi corazón, Dios uno y trino; tú que hasta ahora
sólo llamas, alientas, resplandeces y buscas reparar;
derríbame para que pueda alzarme y aguantar; redobla
tu fuerza hasta romper, quemar, soplar y hacerme de nuevo.
Yo, como una villa usurpada sometida a otro,
me afano por acogerte, sin conseguirlo.
La razón, tu virrey en mí, debería ampararme,
pero está cautiva y se muestra infiel o débil.
Te amo dilecto todavía y querría que me amaras,
pero estoy comprometido con tu enemigo:
emancípame, deshaz o corta el nudo otra vez,
hazme tuyo, encarcélame, pues yo
nunca seré libre si tú no me esclavizas,
ni jamás seré casto hasta que me hayas arrebatado.
XIV
Batter my heart, three person'd God; for you
As yet, but knock, breathe, shine, and seek to mend,
That I may rise and stand, orethrowe mee, and bend
Your force to break, blowe, burne, and make mee newe.
I, like an vsurp'd towne, to another due,
Labour to'admitt you; but oh to noe end,
Reason, your Vice-roye in mee, mee should defend,
But is captiu'd, and proues weake or vntrue,
Yet dearly I loue you, and would bee loued faine
But am betroath'd vnto your enemye.
Divorce mee,'vntye, or breake that knott againe;
Take mee to you, imprison mee, for I,
Except you inthrall mee, neuer shalbee free
Nor euer chast except you ravish mee.
As yet, but knock, breathe, shine, and seek to mend,
That I may rise and stand, orethrowe mee, and bend
Your force to break, blowe, burne, and make mee newe.
I, like an vsurp'd towne, to another due,
Labour to'admitt you; but oh to noe end,
Reason, your Vice-roye in mee, mee should defend,
But is captiu'd, and proues weake or vntrue,
Yet dearly I loue you, and would bee loued faine
But am betroath'd vnto your enemye.
Divorce mee,'vntye, or breake that knott againe;
Take mee to you, imprison mee, for I,
Except you inthrall mee, neuer shalbee free
Nor euer chast except you ravish mee.
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En este poema tan rotundo el poeta busca la purificación y la unión con Dios. Está prisionero de este mundo y sus falacias y pide a Dios que derribe los muros que lo tienen cautivo.El asunto central podría resumirse en la paradoja de que ser prisionero de la voluntad de Dios es la única y verdadera libertad.La expresión es muy apasionada y dramática. Los verbos son muy violentos (golpéame, derríbame, encarcélame) y delatan el tormento interior del poeta.
Este soneto XIV forma parte de una serie de diecinueve poemas conocidos como Sonetos Divinos o Sacros (Holy Sonnets). Los Sonetos Sacros se publicaron dos años después de la muerte de John Donne y versan sobre asuntos religiosos tales como el amor divino y, sobre todo, la mortalidad; tema que aparece obsesivamente tanto en estos poemas como en sus sermones.
Estos sonetos reproducen la forma tradicional del soneto italiano introducido por Petrarca, compuesto por dos estrofas, una octava y un sexteto; aunque mezclado con aspectos del soneto inglés (shakesperiano). En este caso Donne no separó las estrofas, sino que prefirió presentarlas unidas.
Cada estrofa está centrada en una metáfora. En la octava el poeta contempla el mundo y su historia y se imagina a sí mismo como una villa sitiada; mientras que el sexteto es más íntimo y dramático, llegando a compararse con una mujer casada que desea romper su vínculo para unirse a Dios.
La poesía metafísica se caracteriza por un estilo concentrado y preciso, conceptual; así como por un uso poético de la erudición. No olvidemos que Donne es coetáneo de Góngora y Quevedo. Es conocido que el tono de Donne suele ser conversacional y prosaico, no invita a recrearse en la musicalidad del poema sino a desentrañar los significados y conexiones de los que está preñado el texto. De ahí que en el poema abunden las paradojas.
El poema comienza con la invocación a un Dios uno y trino, en la que se cita a cada miembro por una facultad muy específica: “alienta” (Padre), “resplandece” (Espíritu), “busca reparar” (Cristo). También en este segundo verso se dice que Dios sólo ha llamado, siguiendo la idea bíblica de que Dios llama y cada persona debe dejarle entrar; pero esto es insuficiente para el poeta. Necesita que Dios lo libere y descomponga para crearlo de nuevo. Esa es la paradoja metafísica central: Donne desea que Dios destruya su yo anterior (mundano) para poder crear un nuevo ser más espiritual y unido a Él. Para reflejar esta transmutación el poeta utiliza los conceptos de la alquimia en la que es necesario "quemar" y "soplar" la materia en el horno para transformarla en oro. Del mismo modo espera que Dios transformará su alma oscura en una iluminada.
En el sexteto cambia la imaginería de la villa sitiada por la de una mujer casada con el mundo y su naturaleza pecaminosa. El poeta pide a Dios que rompa ese vínculo matrimonial ("emancípame") para poder unirse y ser amada por Él. Donne expresa ese ímpetu amoroso a través del uso vívido de la paradoja: nunca será libre hasta ser aprisionado por Dios; nunca comprenderá la pureza cristiana (ser casto) hasta que Dios lo haya embriagado y arrebatado.
El poeta utiliza esta disonancia de ideas (amor divino y profano, razón y pasión, cautiverio y libertad, el pecado original y el pecado postbautismal, etc.) para señalar que la relación con Dios no puede basarse en la razón humana, sino que requiere renacer y reconstruirse desde los cimientos.
Análisis de referencia en la web de Vincent Hanley
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John Donne (1572-1631) es uno de los grandes poetas ingleses. Tradicionalmente ha sido incluido entre los denominados poetas metafísicos, un término poco afortunado pero que tuvo una fortuna innegable a partir de la observación que el Dr. Samuel Johnson dijo cuando indicó que “alrededor del comienzo del siglo XVII apareció una raza de escritores que pueden denominarse poetas metafísicos”. Desde entonces el término ha quedado fijado indeleblemente.
El amor, la religión y la muerte son los temas más característicos de la poesía de John Donne, la cual refleja una fuerte tensión entre los impulsos espirituales y carnales. Donne es un maestro de la paradoja y parece obsesionado con los problemas de la unidad: en el sentido en que los dos amantes se vuelven uno, y también en el sentido en que el alma se une a Dios.
Siempre se puede acudir a los poemas de John Donne, sea para cantar el amor más carnal o también, y sobre todo, para buscar una reflexión profunda sobre nuestra mortalidad, un asunto que le obsesionaba.
Así lo entendieron los organizadores del homenaje a las víctimas con motivo del primer aniversario del atentado terrorista que sufrieron Barcelona y Cambrils en 2017. En dicho acto se recitó el poema de Donne, Las campanas doblan por tí, en los ocho idiomas que hablaban las víctimas.
Así lo entendieron los organizadores del homenaje a las víctimas con motivo del primer aniversario del atentado terrorista que sufrieron Barcelona y Cambrils en 2017. En dicho acto se recitó el poema de Donne, Las campanas doblan por tí, en los ocho idiomas que hablaban las víctimas.
LAS CAMPANAS DOBLAN POR TÍ
¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.
¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.
John Donne
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