sábado, 12 de febrero de 2022

SOLO las BESTIAS - de Colin Niel




Dos aspectos me llaman la atención de esta original novela, su estructura laberíntica con 5 historias de personajes sin aparente conexión -uno vive en África, otro en Paris y tres en el Causse, una remota meseta del Macizo Central francés-, y su buceo inmisericorde en la soledad y la incomunicación de sus vidas. Como una metáfora de este mundo hiperconectado en el que vivimos, el autor nos irá descubriendo cómo la tecnología y el deseo puede unir estos destinos tan dispares; aunque la moraleja sea que esta conexión no hace más que constatar la soledad implacable de cada uno de ellos.

La novela se estructura en cinco capítulos donde se recoge la versión de los hechos, anhelos y frustraciones de cada personaje. El nombre de cada uno de ellos sirve de título: Alice, Joseph, Maribé, Armand y Michel. Cinco historias perdidas en distintos continentes que inopinadamente acabarán trabadas. Alice es una trabajadora social que presta asistencia a los solitarios granjeros entre los que están su propio marido -Michel- y su amante -Joseph-; además Maribé, una joven caprichosa que vende ropa reciclada mientras busca su lugar en la vida y Armand, un joven africano que corre el riesgo de ahogarse en sus sueños mientras se dedica a la extorsión online.

Los Causses son unas elevadas mesetas rodeadas por impresionantes gargantas fluviales. Islas remotas llenas de náufragos. Son una de las zonas menos pobladas de Francia y en general están dedicadas al pastoreo. Allí es donde desaparece Évelyne Ducat, la mujer de un prestigioso y rico empresario, cuyo coche abandonado es encontrado por Alice en medio de una carretera helada. Colin Niel teje una red de historias en torno a esta desaparición haciendo que cada uno de los cinco personajes nos revele no sólo su intersección con la desaparecida, sino también su vida y frustraciones.


La arquitectura de la trama es uno de los hallazgos del libro. Los diferentes puntos de vista nos permitirán ir completando el puzzle en nuestra cabeza, añadiendo nuevos datos según conocemos la historia de cada personaje. Niel transita con facilidad tanto en el ambiente rural de la Francia vaciada como entre los estafadores africanos cargados de supersticiones; con todo ello es logra trazar un mapa global de las frustraciones.

Sin duda los puntos donde confluye cada personaje con la desaparecida excitan nuestra curiosidad; pero no es menos apasionante el relato en primera persona donde cada personaje da cuenta de su decepción. Con un dramatismo muy ajustado Colin Niel nos traslada el naufragio de estas vidas. En una entrevista el autor reflexionaba que "lo que me ha resultado muy difícil ha sido encontrar la voz, la trayectoria y la historia de cada uno de estos protagonistas, tan distintos entre sí". Como en el caso de Maribé.
Dos años a la mierda.
Volvía a tener migrañas, golpeándome el cráneo todo el día. No salía mucho de mi estudio, solo para arrastrarme por tiendas de segunda mano. Ni siquiera quería escuchar música: el rap me recordaba demasiado a ese gilipollas al que acababa de darle una patada antes de que a él le salieran pelotas para hacerlo antes. Dibujaba vagamente fumando cigarrillo tras cigarrillo, diseñaba ropa improbable que luego nunca se convertían en vestidos.
Pero lo peor no era quedarme sin dinero o hundirme en la oscuridad entre cuatro paredes. Estoy acostumbrada. No, lo que me daba más miedo era estar sola.
Realmente sola.
Después de la sensación de libertad, volví a sentirme como la vez anterior.
Una angustia brutal. No ver a nadie, instalarse indefinidamente en la soledad, se me hacía aterrador. Como si estuvieras hundiéndote en un túnel del que nunca volverá a salir. Después de una semana, estaba en caída libre. Y esperaba con impaciencia que se abriera el paracaídas.
El comienzo de mi vida número cuatro.




Se puede decir que el sustrato de esta novela es la soledad. Armand está solo con sus sueños en una populosa ciudad africana; mientras que para Michel y Joseph la soledad de sus granjas es como una metástasis que ha ido dejando huecas sus vidas. Así empieza el capítulo narrado por Joseph
"Hay días en que no quieres volver al interior. Te levantas con el sol de verano que se arrastra por el cielo, y te quedas medio dormido en la galería detrás de tu granja con tu perro que se da la vuelta como un pequeño demonio. En la parcela donde han pastado toda la noche, recoges a tus ovejas, las cuentas un poco, de vista, solo para ver si algún lobo bastardo no se ha comido ninguna. Las llevas a pastar de nuevo, gritándoles aunque después de tantos años ya no te hacen caso, vas más allá de la avenida donde tu abuelo una vez perdió una oveja, cierras la cerca. Allí, en lugar de volver sobre tus pasos, te subes a la colina, te sientas en el borde de un muro, enciendes un cigarrillo y miras el rebaño, disperso, como hacen los pastores desde siempre. Observas sus movimientos que te hacen pensar en un río que fluye, que aparece y desaparece detrás de las rocas. Sabes que tienes que irte, que el trabajo te espera. Hay mucho trabajo todo el tiempo. Piensas en los papeles que se amontonan en la mesa de la cocina, las cercas que hay que reparar, el estiércol que repartir por los campos. Pero no puedes. Sigues mirando sin moverte de tu piedra. No estás bien, no es solo una cuestión de cabeza, es algo más dentro de ti lo que no está bien. Como vives solo, al final has aprendido a conocerte. Sabes que si aquí, en medio de la montaña y con tus animales, te sientes mal, significa que dentro será aún peor. Y luego empiezas a odiar también a tus ovejas. Ya sabes que no tienen la culpa: tú eres el pastor, no al revés. Pero eso no cambia nada. Las odias porque no tienes nadie más a quien odiar."
Y es que el territorio de los Causses es otro de los hallazgos de la novela. Parajes áridos e inhóspitos que quedan aislados del mundo en invierno, donde la vida se convierte en un trabajo de supervivencia. Un territorio que marca de forma indeleble a sus habitantes y que también cuenta con sus propios mitos, como la tormenta. 
La tormenta.
Sí, algunos decían que Évelyne Ducat había sido arrastrada por la tormenta, como había sucedido en otras ocasiones. La tormenta es el nombre del viento de invierno que a veces estalla en las cumbres de estos parajes. Es un viento que drena con violentos chubascos de nieve, que esculpe la nieve detrás de cada bloque de roca y que, según se decía entonces, mata con mayor seguridad que una mala gangrena. Así murieron dos maestras en los años cuarenta, historia que yo conocía desde que era niña. Desde su pueblo, se encaminaron para ir a la escuela, a solo dos kilómetros de distancia, y se perdieron en medio de la tormenta. Las habían encontrado congeladas, aferradas la una a la otra al pie de un árbol escarchado. En las aldeas, nuestros antepasados habían construido campanarios que hacían sonar para guiar a los que se perdían cuando llegaba la aspereza del invierno. Ahora era parte del folklore local, restos de una época en la que todo era más difícil.
Aunque la peor tormenta de estos parajes son los suicidios. La estadística dice que  un granjero se suicida en Francia cada dos días.
Cinco trabajadores sociales para cuatro mil campesinos, recorriendo las granjas del territorio para conocer a aquellos que nadie más va a ver, para explicarles que no, que no están solos, que tienen derechos, que existen ayudas para contratar a una señora de la limpieza o para dejar su rebaño con alguien durante al menos una semana en agosto. Nadie se imagina lo que sucede dentro de estas granjas donde solo unos pocos profesionales siguen trabajando. Nosotros, implicados hasta el cuello. Los éxitos agrícolas, los jóvenes que se instalan en el campo, que innovan, que crean empleos y se desarrollan en internet, aquellos que honran la profesión, sabemos que existen, a veces pensamos en ellos para darles ánimos, pero no los vemos.
Lo que vemos son las familias destrozadas, las parejas que se separan porque la señora quiere tener un hijo mientras que el señor quiere un nuevo establo, los hombres que caen en la depresión bajo el peso del trabajo, los jubilados que se dejan morir cuando pierden a sus esposas, y los hijos huyen de la región.


Una novela de formas de vida y personajes taciturnos y abandonados. ¿Quiénes son las bestias que dan título de la novela? “Solo ellas, sus vacas, sus ovejas, sus corderos, comparten la soledad de los protagonistas”, explica el escritor. Pero va más allá: "Me gusta el título porque también es metafórico, acepta interpretaciones de todo tipo. Después de todo, nosotros también somos bestias. Todos somos bestias".









En marzo de 2021 se estrenó una notable adaptación cinematográfica de esta novela, dirigida por Dominik Moll. 

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Colin Niel nació en 1976 en Clamart, Francia. Cursó Ingeniería Agraria y se convirtió en ingeniero especializado en la preservación de la biodiversidad. Dejó la metrópolis para instalarse en la Guayana Francesa durante seis años. Estuvo a cargo de la creación del Parque Nacional del Amazonas, una misión que lo marcó profundamente. Más tarde se convirtió en director adjunto del Parque Nacional de Guadalupe. A su regreso de la Guayana, se lanza a escribir novelas negras. Influido por Indridason, Lehane o Hillerman escribe novelas policíacas muy documentadas y con un fuerte trasfondo social; inspiradas en la realidad cotidiana de las fronteras donde se mezclan inmigrantes, apátridas y demás forasteros en situación irregular.

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