jueves, 20 de junio de 2019

LA VIDA en TIEMPO DE PAZ - de Francesco Pecoraro




Ivo Brandani es el protagonista de esta ambiciosa, profunda y torrencial novela que transcurre en una sola y enjundiosa jornada. Este ingeniero italiano espera en el aeropuerto egipcio de Sharm-el-Sheik para volver a Roma y en el tiempo suspendido del aeropuerto y posterior vuelo reconstruirá sus sesenta y nueve años de vida para dar cuenta de sí mismo; pero también de toda una generación que, desde los años cincuenta, ha vivido un tiempo de paz excepcional. 

Realmente la paz del título es pura ironía ya que ese periplo vital ha estado sembrado de conflictos, tanto personales como sociales: su paso por las utopías de los 60 hasta integrarse en un sistema netamente capitalista, la inoculación de la Mafia en todos los estamentos de la sociedad italiana y en definitiva la pérdida paulatina de los valores que enarbolaba en su juventud (sintomático y amargo es un capítulo que analiza la adecuación del capitalismo a las nuevas ideas, absorbiendo y transformando los movimientos sociales en su beneficio). Él, que no ha vivido nunca en guerra, está en guerra consigo mismo, se baten lo que ha llegado a ser y lo que soñaba que iba a ser.

"¿Qué ha significado vivir setenta años en Tiempo de Paz? ¿En qué fuimos diferentes de nuestros padres y de los padres de nuestros padres? Padres, abuelos, bisabuelos y más atrás aún, si nos remontamos en el tiempo, vivieron en su propio mundo, y eran mundos no comparables con el mundo en que vivimos ahora: nunca ha habido una paz tan duradera, nunca ha habido una aceleración tan fuerte de las cosas, los objetos nunca se han transformado tan rápido en otros objetos, nunca ha habido una inestabilidad tan acentuada..."
Aunque se trate de una novela, su protagonista es un filósofo que reflexiona sobre la existencia en un mundo conflictivo, falsamente pausado por un tiempo de paz, pues está sometido a la inestabilidad de una intensa aceleración. Al final, la antigua cuestión del sentido de la vida se ha convertido en La Pregunta Fundamental: "¿Qué pruebas puedo aportar para dar testimonio de haber vivido?". Brandani especula sobre ello a lo largo de setecientas páginas. 
"Parloteaban los filósofos, los psicoanalistas, los religiosos sobre las profundidades insondables del alma humana... La verdad es que somos simples, bidimensionales y gregarios... Nos basta con crecer en una cultura determinada para no poder quitárnosla de encima. Es más, nos convertimos en sus defensores de por vida, convencidos de que, por el mero hecho de haber nacido dentro, ese caldo de cultivo es el mejor... La idea de identidad se ha construido sobre ese sentido natural e idiota de pertenencia, por tanto nuestra identidad se refleja en el caos que se ve aquí abajo, donde las cosas son complicadas, pero no realmente complejas..."
La novela se reparte entre dos voces, la del narrador y la del protagonista que se interpelan e intercambian para llevar a cabo un viaje desde el presente hasta la infancia del ingeniero. Esta estructura sutil y equilibrada se acaba de perfilar con la distribución por capítulos donde prácticamente se narra un suceso por década. De este modo cabe todo, el relato, la reflexión, los monólogos de corte filosófico y una pesimista mirada al siglo XX europeo.
Caída de Constantinopla

A Brandani le obsesionan la catástrofe y el caos. Ve inminente el desastre en cualquier hecho. No en vano su libro favorito es el Apocalipsis y la caída del imperio bizantino el hecho recurrente de sus reflexiones. Curiosamente la jornada en la que transcurre la novela es el 29 de mayo (de 2015), el mismo día y mes (29 de mayo de 1453) en que cayó Constantinopla. Él es un hombre desencantado
"Con todo, he descubierto algo sobre mí mismo: soy un no héroe, un no valiente, un no dominador, alguien que no cree en nada, que nunca ha creído en nada, ni siquiera cuando pensaba lo contrario... Soy alguien-que-se-conforma, alguien para el que no hay nada importante más allá de vivir en las mejores condiciones posibles..."
Vuelve a casa después de trabajar en el reemplazo del coral del Mar Rojo por réplicas sintéticas. Este proyecto es sintomático de las ideas que asaltan al ingeniero: a su alrededor sólo ve un “mundo falsificado”, como ese coral. Un mundo que falsifica no sólo los objetos o la naturaleza; sino sobretodo la memoria histórica y el lenguaje; un mundo que sólo atiende a una codicia vacía que nos acerca al precipicio de la ruina vital. 
"Una cosa es recrear lo falso en la ficción aclamada y compartida y otra reconstruir lo auténtico con lo falso, pero como si fuese auténtico, en un contexto real."
Brandani posee una mirada desoladora y sin esperanza que, sin embargo alberga refugios ilusorios, como aquella isla del Egeo que conoció en los setenta donde la existencia en cautividad se convertía en plácida contemplación.

Este ingeniero introspectivo y voyeur retrata sin recato a las mujeres, los colegas, la sociedad pervertida que le rodea y el mundo falsificado que no va a ninguna parte, mientras él envejece con dolor. Se mira horrorizado en el espejo y ve al padre: “Parecía que su padre hubiera nacido de nuevo en él”. A veces siente que hay dos Ivos: uno que actúa en el mundo y en el tiempo y el que lo observa desde fuera como un extraño, sin entender nada, indiferente.

Ideas al margen, la novela es un festín estilístico y literario, con una audacia en su material narrativo que pocas veces se ve: cada observación provoca una nube de pensamientos y asociaciones narradas con una mezcla de distintas técnicas: la narración pasa de forma natural del monólogo interior a la tercera persona o de la pura introspección al alejamiento más analítico. Y todo ello sin caer en un huero estilismo. Tiene capítulos de una profundidad insuperables en los que la consciencia fluye acerada e irónica; pero quizás el mérito mayor es la autenticidad del perfil que nos dibuja, un genuino arquetipo de la clase media europea que ha definido a toda una generación.


Brandani es un antihéroe a la antigua usanza, crítico y burlón. Repasa su infancia gris en aquella ciudad "caótica, infame y preciosa" decorada por Bernini, su participación en las revueltas del 68 en busca de una utopía, su giro hacia la ingeniería al enamorarse de un puente en Escocia, los recuerdos playeros de la adolescencia, el descubrimiento del sexo y el amor, la barbarie de la posguerra y la caída en picado tras los excesos del capitalismo más salvaje que degeneró en la brutal crisis económica más reciente. No ahorra sarcasmos para con los ejecutivos y políticos dedicados en cuerpo y alma al poder. Tampoco se libran la sociedad, la burocracia y la corrupción del "país de necios" en el que vive. 

Individualista, cínico, adicto a los ansiolíticos; lo que más lamenta Brandani es no haber sido fiel a su máxima de que “nunca le atraparían” pues “él no era como ellos”.
"En física se llama efecto Coriolis, Brando: toda trayectoria sufre una curvatura, a veces hasta llegar a enroscarse sobre sí misma... Ya no estás donde habría querido estar, ya no llegas al punto donde has diigido la proa, sino a otra parte completamente distinta, y puedes darte con un canto en los dientes si consigues terminar cerca de tu objetivo... Yo, suponiendo que tuviese un objetivo, no sólo lo he incumplido estrepitosamente, sino que desde aquí ni siquiera lo veo ya..."

Así comienza este libro mayor de nuestro tiempo.



Siempre es de noche, por eso necesitamos luz.
Thelonius Monk

A Ivo Brandani lo perseguía el sentido de la catástrofe. La veía en cualquier iniciativa de transformación de la realidad, en cualquier edificio (porque puede derrumbarse), en un avión en vuelo (porque puede precipitarse al vacío), en un automóvil en movimiento (porque puede derrapar), en un enchufe (porque puede cortocircuitarse), en una sartén al fuego (riesgo de incendio), en un vaso de agua (porque puede volcarse), en un huevo fresco (porque puede romperse): todo lo que está en pie puede caerse, todo lo que funciona puede dejar de hacerlo. De hecho, antes o después dejaría de hacerlo, no cabía duda. Pero ¿cómo podría haberse evitado aquella catástrofe? Era un acontecimiento muy lejano en el tiempo, no tendría por qué haberle importado. Y, sin embargo, le importaba.

Nunca se ha sabido bien quiénes eran aquellas gentes, ni de dónde habían venido, ni cuándo exactamente ni por qué. Lo único que se sabía es que era un grupo étnico de Asia Central. Incluso alguien había llegado a afirmar que no eran más que griegos que habían cambiado de religión y de costumbres. Lo que sí se sabía con seguridad es que, un par de siglos después de su primera aparición en las costas del Mediterráneo, habían conquistado Constantinopla. Y eso le resultaba inaceptable. De hecho, a partir del 29 de mayo de 1453, en todas las generaciones humanas han existido personas que no han sido capaces de aceptar la caída de Bizancio. El ingeniero Ivo Brandani era una de ellas.

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