El 11 de Noviembre de 1975 estaba prevista la independencia de Angola, pero los meses previos EEUU, de la mano de la CIA, y el ejército sudafricano intentaron apoderarse de un país rico en petróleo, gas y diamantes. Una falsa guerra civil se puso en marcha; lo que había en realidad era una ocupación encubierta. La guerra asoló el país durante décadas y ayudó a forjar un régimen semejante al cubano. Con la guerra de Vietnam finiquitada, las grandes potencias se lanzaron sobre un país insignificante en el tablero internacional para discutir la hegemonía mundial, convirtiendo a los angoleños en peones sacrificiales.
A pesar de que las colonias de Portugal en África ya se habían independizado, faltaba la joya de la corona. Sobre suelo angoleño las grandes potencias reprodujeron el terror de la Guerra Fría, con EEUU y el apartheid de Sudáfrica respaldando a UNITA, mientras que el MPLA gobernante recibía el apoyo de la antigua Unión Soviética y Cuba. El conflicto se alargó hasta 2.002, 27 años durante los que murieron al menos 500.000 personas.
La película tiene forma de puzzle y relata un aprendizaje y una ignomia, la de la invasión. En el puzzle se intercalan la narración clásica de un relato animado con aroma a novela gráfica y los testimonios, fotos y vídeos originales de la época. Con su quiebra de la narrativa se pretende subrayar la voluntad de documental. En esta parte se incluyen varias entrevistas a los supervivientes del conflicto, 40 años después y realzan el dramatismo y veracidad del relato. A estas piezas se suman unas visiones surrealistas que asaltan a Kapuściński en determinados momentos y que tienen una gran potencia visual: un cielo de nubarrones negros se descompone en pistolas y metralletas que llueven sobre los civiles que huyen. Un taxi que lleva al reportero al frente de pronto se encuentra flotando entre caminos y edificios suspendidos en el aire que se desbaratan como una realidad que se viene abajo.
El aprendizaje tiene que ver con el autor del libro en que se basa la película, el reportero polaco Ryszard Kapuściński, que permaneció 3 meses en Angola, entre septiembre y noviembre de 1975. Llegó allí como un simple reportero y salió con la fuerza de un escritor y la decidida ética de colocarse al lado de los más débiles. "No dejes que nos olviden" le pide un guerrillero antes de morir.
Kapuściński lo tenía claro: “Mi tema principal es la vida de los pobres. Si soñáis con ser periodistas no podéis ignorarlos. Los pobres constituyen el 80% de la población de este planeta. La pobreza no tiene voz. Mi obligación es lograr que la voz de estas personas sea escuchada". Sus libros tienen una enorme fuerza. Evocan hechos y circunstancias rehuyendo lugares comunes y estereotipos. Transmite de forma genuina lo que él mismo ha vivido, casuchas llenas de cucarachas, callejones batidos por el fuego, peligro de muerte delante del fusil de un guerrillero. Y ante todo una mirada lúcida y el estilo de gran narrador.
La película adopta el tono del género "corresponsales de guerra"*, cuya lista alberga películas excitantes donde conviven el conflicto moral del propio rol con la adrenalina de transmitir los muchos conflictos que han ensangrentado el siglo XX. A lo largo del metraje asistimos a la peripecia de Kapuściński, según el director "a la transformación de un hombre solo y perdido en una guerra caótica, una guerra en la que los bandos no se presentan sino esperan a que elijas el saludo entre 'hermano' o 'camarada' para decidir si te matan o no".
El reportero es capaz de arriesgar su vida con tal de cruzar el país y llegar hasta el mismísimo frente donde una pequeña partida aguanta el empuje de un potente ejército. El comandante Farrusco es toda una leyenda perdida en el remoto frente. Este viaje y este encuentro emula la travesía que Joseph Conrad relató en El corazón en las tinieblas (y que Francis Ford Coppola adaptó magistralmente a la pantalla en Apocalypse Now). El peregrinaje del corresponsal le cambiará definitivamente. El propio director lo ha reconocido: "Me atrajo mucho ese paralelismo con El corazón en las tinieblas, en cuanto a que Kapuscinski viajó al sur de Angola a buscar a un mítico comandante, Farrusco, el hombre que está al cargo de toda la frontera con Sudáfrica".
Las carreteras llenas de cadáveres pudriéndose, los asaltos indiscriminados del ejército sudafricano y la filosofía moral de Farrusco, un paracaidista portugués que llegó para asesinar pero acabó cambiando de bando; le harán tomar partido definitivamente.
Aparte del conflicto y el reportaje, éste es el asunto más peliagudo del relato. "Perdí la paz por el resto de mi vida", dice Artur, el periodista autóctono compañero de Kapuściński. Y con la paz se fue el anhelo de la imposible objetividad. ¿De qué lado anda un periodista que cubre una guerra desde la trinchera? ¿Puede cambiar la realidad de la que escribe? Esta misma pregunta le hicieron al reportero Ryszard Kapuściński en uno de sus cursos de periodismo en la Universidad. Un alumno le cuestiona si el hecho de que un periodista esté presente en un conflicto e informe sobre él no está variando o influyendo en ese conflicto. Muy interesante.
Aunque Kapuściński lo ataja con su compromiso con los más débiles, es verdad que la reflexión tiene un carácter casi cuántico: aunque el periodista fuese objetivo, el simple hecho de observar esos hechos y además transmitirlos, influye en los hechos.
Aunque Kapuściński lo ataja con su compromiso con los más débiles, es verdad que la reflexión tiene un carácter casi cuántico: aunque el periodista fuese objetivo, el simple hecho de observar esos hechos y además transmitirlos, influye en los hechos.
Tiene muchas cosas interesantes esta película que sigue a un hombre apasionado y audaz que se horroriza ante la injusticia. La primera es que es clara y directa como un buen reportaje periodístico y logra reflejar con autenticidad la fragilidad de la vida, esos momentos en que te asomas al abismo de la guerra que quieres transmitir y te das cuenta de que tú mismo eres parte de ella.
El relato se muestra tan épico como conmovedor. Farrusco, acorralado y en clara minoría le transmite al reportero la filosofía que desayuna con satisfacción cada mañana: "Un día más con vida".
La segunda es que alberga un terrible dilema moral sobre el oficio de periodista. La tercera es que nos acerca a un conflicto local quizás ya olvidado, pero cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días.
El relato se muestra tan épico como conmovedor. Farrusco, acorralado y en clara minoría le transmite al reportero la filosofía que desayuna con satisfacción cada mañana: "Un día más con vida".
La segunda es que alberga un terrible dilema moral sobre el oficio de periodista. La tercera es que nos acerca a un conflicto local quizás ya olvidado, pero cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días.
Otro asunto es el estilo y la estructura del film al que hay que dar un valor propio. De primeras resulta sorprendente que se haya realizado con técnicas de animación, pero "Vals con Bashir" ya nos demostró que la animación puede ser muy adulta en sus tratamientos y temas. El estilo y el color dorado de las tierras africanas me convence plenamente, lo mismo que los tiroteos y las escenas urbanas. No quiero olvidarme de la cuidada banda sonora en la que destaca el tema funk psicodélico Better change your mind (Mejor cambia tu mente), del nigeriano William Onyeabor.
El director Raúl de la Fuente, que recoge en su película la confusão de la que todo el mundo hablaba en aquellos tiempos, ve su cinta muy actual. Sólo hay que ojear los periódicos para ver que no han cambiado mucho las cosas: “Ahora vivimos una extraña repetición de esa guerra fría, con los mismos protagonistas. Confusão hoy significa Donald Trump, Vladimir Putin... Confusão significa población civil aniquilada en Siria ante la indiferencia de todos nosotros. Significa refugiados que sufren por todo el mundo. Es la misma historia”.
P. D.
La película presenta a Kapuściński como poco menos que un héroe. No es criticable; pero a día de hoy conviene añadir un contexto. En 2010 saltó una polémica sobre el trabajo de Kapuściński a cuenta del libro biográfico "La no-ficción de Kapuscinski" de su alumno y amigo Artur Domoslawski, Este libro revela que el maestro polaco no siempre actuó como un estricto periodista investigando las fuentes y relatando los hechos de forma fidedigna. El libro de Domoslawski ha sido criticado por varios motivos. Entre ellos, su forma de abordar las numerosas aventuras amorosas del escritor viajero, su tratamiento del pasado comunista y los contactos ocasionales de Kapuscinski con la policía secreta. Una explicación certera y equilibrada de esta polémica sobre la non-fiction en Kapuscinski la podemos leer en este excelente artículo de Timoty Garton Ash.
Muchos avezados reporteros de todo el mundo han salido en defensa del gran maestro de periodistas. El mismo Domoslawski, a la vista del debate generado, opina que Ryszard Kapuscinski practicaba diversos géneros periodístico-literarios fronterizos cuando descuidaba los datos o las fuentes, pero en absoluto era un embaucador o un mentiroso.
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