Con elementos mínimos y escaso presupuesto, Alejandro Hidalgo ha logrado un película redonda gracias a un guión muy bien armado, tan complejo como original. Un rompecabezas sorprendente.
Una familia habita en una vieja mansión colonial y una noche se producen una serie de extraños acontecimientos. Unas presencias fantasmales casi vuelven loca a Dulce, la madre, que acaba asesinando a su marido para proteger a su hijo. A pesar de ello no logra evitar que éste desaparezca como absorbido por la oscuridad de la casa.
Como consecuencia de ello, Dulce es detenida y sentenciada a 30 años de cárcel, al cabo de los cuales regresa a la mansión donde volverá a vivir una noche de pesadilla, en una especie de réplica de aquella otra quimérica noche.

Hidalgo ejerce de director, guionista, montador y productor de esta casa espectral que se activa con puntualidad todas las noches del 11/11, a las 11 horas y 11 minutos.
Quizás abusa un poco de los sustos provocados por las subidas repentinas de volumen; pero en general el director logra un clima de tensión claustrofóbico, jugando con los pasillos y las puertas de la mansión, como si de un laberinto espacio-temporal se tratase.
A pesar de esta complejidad, el relato traza con mucha solvencia el camino de las distintas líneas temporales, apoyándose en los distintos puntos de vista de la misma escena y en un objeto aparentemente inane; una perla que viaja en el tiempo mientras los personajes se la pasan unos a otros como amuleto protector.
Sorprendente y original.
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