He pasado una amenísima semana leyendo el libro de Gabriel Ferrater, Las mujeres y los días (Les dones y els dies). Buscando información para descender por los senderos escondidos del poema, encontré un estudio del profesor Josep Besa Camprubí sobre "Dos imágenes del laberinto: Borges y Gabriel Ferrater".
El libro me abocó al poema y su laberinto tendió un hilo hasta el texto de Borges: El Laberinto, recogido en el volumen Atlas, de 1984.
El profesor Camprubí basa su análisis en la idea de Walter Benjamin, según la cual Baudelaire se ocupó de desterrar del territorio del poeta "la conciencia del poema como principio iluminador de la realidad. En efecto, el único principio que le queda al poema, si le queda alguno, es su propia realidad, esto es, los mecanismo de su construcción. (...) El poema, en definitiva, se cierra en sí mismo, que es como decir en su propia escritura, en su propia lectura y en el propio acto poético".
"El Laberinto no trata del laberinto de Creta, sino que se propone al lector como si lo fuera"
* EL LABERINTO
Este es el laberinto de Creta. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro que Dante imaginó como un toro con cabeza de hombre y en cuya red de piedra se perdieron tantas generaciones. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro que Dante imaginó como un toro con cabeza de hombre y en cuya red de piedra se perdieron tantas generaciones como María Kodama y yo nos perdimos. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro que Dante imaginó como un toro con cabeza de hombre y en cuya red de piedra se perdieron tantas generaciones como María Kodama y yo nos perdimos en aquella mañana y seguimos perdidos en el tiempo, ese otro laberinto.
Jorge Luis Borges en "Atlas" (1984)
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