martes, 24 de marzo de 2015

La MATERIA ARTÚRICA

ilustración de Aubrey Beardsley
Llevo unas cuantas semanas cruzando un brumoso y mítico territorio. Los cascos y el piafar de los caballos, las voces de los caballeros, el chocar de espadas, la presencia etérea de las damas y los ecos de unas gestas que concitan el valor y la nobleza resuenan en mi mente como en un sueño.

Tengo la impresión, según leo, de que el texto me revela algo de mí. La promesa de la gracia, la dulzura del amor, la embriaguez de la gallardía. Empuja mi corazón un deseo irrefrenable de nobleza, un anhelo voluptuoso de trascendencia.

Sin premeditación, la otra tarde retiré de su estante El cuento del Grial. Su venero me condujo a un lago donde confluían cascadas fantásticas. En el laberinto de obras y siglos encontré una guía, el estupendo ensayo de Victoria Cirlot, La Novela Artúrica.

Se concitan ante mí arquetipos ancestrales como el Rey Arturo (o Artús) y sus caballeros de la Tabla Redonda, Lancelot, Perceval, Galahad y Gauvain. La reina Ginebra, el mago Merlín y la Dama del Lago, depositaria de la espada Excalibur. Finalmente he sido enajenado por un maravilloso universo del que sólo tenía referencias cinematográficas: Excalibur (John Boorman) o Lancelot du Lac (Robert Bresson).
El último sueño de Arturo - de E. Burne-Jones
Me interesa ahora menos la historia -por muy conocida- que su etiología. Cómo surgen y quedan plasmados los textos originales en los albores de nuestra literatura. Sobretodo en el sentido que Victoria Cirlot encuentra en algunos de estos textos. Según ella "en la forma artúrica cristalizó la creación novelesca". O lo que es lo mismo, en la novela artúrica encontramos el origen de la ficción tal y como la conocemos hoy en Occidente.

“Un nuevo género literario apareció a mediados del siglo XII en el Norte de Francia. El roman se inscribió dentro de aquel proceso según el cual las literaturas en lengua vulgar abandonaron la oralidad para adoptar la escritura. Junto a la literatura latina de procedencia eclesiástica se comenzaron a escribir obras dirigidas a un público laico cuyos gustos y aficiones se iban transformando lentamente, y que aspiraba ya a la permanencia y duración de una cultura propia. Desde principios del siglo XII las zonas septentrionales y meridionales de Francia desarrollaron el hábito de la escritura en un tipo de manifestación literaria que indudablemente había poseído una productiva y larga etapa oral. Los cantares de gesta, surgidos de las sagas y los cantos heroicos, comenzaron a recibir forma escrita al igual que la poesía lírica, procedente en parte de cantos primaverales de origen folklórico. Mientras el género épico adquiría rasgos constitutivos en la elaboración manuscrita que lo diferenciaba de su expresión primitiva, la lengua francesa fue utilizada para configurar ese nuevo género, el roman, sin precedentes en las culturas anteriores, ajeno desde sus orígenes a la oralidad, distinto de la épica en sus aspectos formales, en sus contenidos e intencionalidad.

La historia del roman como género literario atestigua el profundo dinamismo de este proceso de escritura. La capacidad de transformación y cambio frente a la persistencia y el inmovilismo se comprueba en la evolución del género que, en menos de veinte años, se vio radicalmente alterado en sus presupuestos iniciales. El cambio semántico del concepto roman es prueba de ello: una primera utilización adverbializada en la expresión mettre en roman (traducir a la lengua románica) fue sustituido por otras sustantivizada, emprendre un roman, manifestándose así esa transformación según la cual el roman dejó de ser traducción para convertirse en novela. En pocos años, el roman que había nacido a la sombra de la historia, se vio invadido por un plano de construcción de la realidad absolutamente novedoso: la ficcionalidad. Casi de modo imperceptible, la figura del rey Arturo tratada desde una perspectiva histórica fue absorbida por el plano de la ficción. En la forma artúrica cristalizó la creación novelesca; de ahí que ambos aspectos, resulten indesligables cuando se trata de analizar el nacimiento del roman en el Norte de Francia. De la traducción a la novela y, concretamente, a la novela artúrica. Ese cambio y ese hallazgo no parecen desprenderse de la vida propia del género, sino que más bien parecen deberse a la intervención individual, a la imaginación peculiar de un escritor del segundo tercio del siglo XII: Chrétien de Troyes. Síntesis de todas las posibilidades de su época, en ello reside justamente la genialidad del escritor de la Champaña."
...

"La gran transformación del roman como traducción al roman como novela que tuvo lugar en la década de los setenta del siglo XII, fue posible gracias a una menor presión de la auctoritas, a un desprendimiento de la materia antigua y al abandono del texto latino. A una mayor libertad. A una noción diferente de la noción de veracidad."

Mi plan es leer algunos de los textos fundacionales: los Mabinogion galeses, la Historia Regum Britanniae de Geoffrey de Monmouth, , el Perceval o Cuento del Grial de Chrétien de Troyes, La demanda del Graal (correspondiente a la Vulgata) y el clásico más conocido que culmina y se puede decir que pone fin a la materia artúrica La Muerte de Arturo de sir Thomas Malory.

 






























Los datos verdaderamente históricos sobre Arturo son bien escuetos: Un dux britonum, o sea un conductor de ejércitos bretón, que vivió en el siglo VI, luchó contra los sajones en la batalla de Badon y fue vencido en la de Kamblan en el año 542.

Fue Geoffrey de Monmouth quien recreó el mito aunando tanto fuentes cultas de historiadores como leyendas procedentes de los bardos galeses. A partir de ahí los tiempos brumosos y legendarios cobran forma en un rey de los britanos que luchó contra los invasores anglosajones. Hijo de Uther Pendragon, junto a su esposa Ginebra dio forma a una espléndida corte en Caerleon-upon-Usk (la legendaria Camelot), en el límite sur de Gales, donde habitaban los britanos. Llegó a medir sus fuerzas contra el Imperio Romano en el continente pero tuvo que regresar para aplacar la rebeldía de su sobrino (en algunos textos es hijo) Mordred. En la determinante batalla de Camlan, ambos caerán atravesados por sus respectivas lanzas. El cuerpo de Arturo es enviado en una barca a la fabulosa isla de Avalon, donde se dice que podrá curar sus heridas.

La cronología de la materia artúrica desde sus inicios hasta nuestros días podemos dividirla en cinco episodios:
I.- Origen y construcción del mito que llega hasta mediados del siglo XII, cuando Geoffrey de Monmouth escribe su Historia de los Reyes Britanos, vertida luego al francés por Wace.
II.- Chrétien de Troyes y sus continuadores (s. XII – s. XIII)
III.- El Lanzarote en prosa (s. XIII) que supone la cristianización del mito.
IV.- Culminación y fijación del mito: la Morte d´Arthur de Thomas Malory (siglo XV)
V.- Recuperación y difusión del mito (sigloXIX hasta hoy)

Los caballeros ya armados y dispuestos a partir en busca del Grial. Edward Burne-Jones.
I.- Arturo ya aparece citado por el poeta bretón Aneirin en su "Y Gododdin" en el siglo VII. También en la "Historia de los bretones" de Nennius en el IX y en los Mabinogion alrededor de 1.100; todos ellos en galés. Pero es Geoffrey de Monmouth quien recogió la figura del rey Arturo y la encumbró en su Historia regum Britanniae (1136).

Geoffrey de Monmouth relata, con la pátina seria de una crónica histórica, la historia de los britanos desde su primer rey, remontándose, nada menos que hasta Bruto, bisnieto de Eneas. La genealogía se imbuye así de esplendor clásico. En esta Historia... ya se encuentran definidos los principales elementos del mito: el mago Merlín obrando el hechizo para que Uther posea a Ygrain y engendren a Arturo; la reina Ginebra, la traición de Mordred, la batalla final y la marcha del rey malherido hacia la isla de Avalon.

Robert Wace traduce en 1155 la Historia de Geoffrey de Monmouth del latín al francés -Roman de Brut- e introduce nuevos elementos, entre ellos uno esencial: la Tabla Redonda.

II.- Estos dos hechos resultan determinantes para el mito de Arturo y entre ellos sólo transcurren dos décadas. Muy poco tiempo después otro escritor francés, Chrétien de Troyes, crea la imagen definitiva del mundo artúrico introduciendo dos elementos sustanciales, la estructura narrativa de la búsqueda –la queste- que todo caballero ha de afrontar y, sobretodo, la introducción de un nuevo elemento que resultaría emblemático: el Grial. Chrétien de Troyes dota a los caballeros de "una fisonomía propia y hace de ellos auténticos seres vivos: el odio y el amor, la valentía y la generosidad comienzan a desempeñar su papel; cada héroe actuará influido por alguna de estas motivaciones. El embrión que hallamos en Monmouth acaba de tomar una forma nueva, la más semejante al ser definitivo, a la vez que el tema adquiere su mayor auge: El Perceval, que Chrétien no acabó, halló muy pronto continuadores."(Carlos Alvar)


Resulta curioso que pese a que la materia artúrica se compone de personajes, historias y tierras inglesas (galesas y celtas), la elaboración literaria que le da forma definitiva y éxito por toda Europa es netamente francesa. En Francia recibiría el nombre de la materia de Bretaña.


La obra de Chrétien de Troyes tuvo muchos continuadores tanto en Francia como en Alemania, hasta que a finales del siglo XII, Robert de Boron realiza la primera recopilación cíclica del tema: Li livres dou Graal (El libro del Graal).
Esta obra es una trilogía formada por Le Roman de L´Estoirie dou Graal (también titulada Joseph d´Arimathie), Merlin y Perceval.

III.- Pero es hacia el año 1230 cuando se recopila la Vulgata, una extensa obra en prosa escrita en francés y centrada en dos motivos, las peripecias caballerescas de Lanzarote del Lago y la búsqueda del Grial. Lanzarote es considerado el mejor caballero del mundo y parece destinado a alcanzar el Santo Grial, pero su adulterio con la reina Ginebra le impedirá conseguirlo. No obstante, Dios le concederá que sea su hijo Galahad (Galaz) quien lo consiga. La última parte de la recopilación se ocupa del castigo de Lanzarote y Ginebra. Sus amores serán la causa del enfrentamiento y muerte final de los compañeros de la Mesa Redonda. 


La Vulgata constituye uno de los principales corpus narrativos que componen la materia de Bretaña. También es conocida como «Lanzarote en prosa» (para diferenciarla del ciclo anterior escrito en verso), «Lancelot-Graal» o ciclo de «Pseudo-Map» (debido a que en el propio texto se atribuía falsamente la autoría a Walter Map, un historiador medieval que ya había fallecido cuando se escribió).

La Vulgata es de una extraordinaria longitud y consta de cinco partes: Estoire du Graal, Merlín, Lancelot, Quête du Graal y la Morte d´Arthur. Las tres últimas son las partes más antiguas del conjunto y son las que han logrado más fama. Incluso han sido publicadas independientemente bajo el título de Lanzarote en prosa.




Las cinco novelas anónimas que constituyen el Lanzarote en prosa son una reconstrucción del ciclo artúrico desde la óptica cristiana. Esta orientación se materializa en la aparición de símbolos cristianos y en paralelismos con la vida de Jesús o los caminos hacia Dios. También en que las quêtes ya no son mundanas sino místicas, en la caracterización de los caballeros según un ideal religioso y en la condena del espíritu mundano de la caballería y de las relaciones amorosas que llevan el desastre a Camelot.


IV.- En la segunda mitad del siglo XV, Thomas Malory daría forma definitiva y moderna al universo artúrico, a partir de su propia recopilación de viejas fuentes francesas y británicas. Según parece, la obra fue escrita mientras el aristócrata permaneció en prisión. Se tituló Le Morte D´Arhur y se imprimió en 1485 en el taller de William Caxton, el primer impresor de Inglaterra. Caxton prologó y unificó las ocho novelas que escribió Malory en veintiún libros, dando así coherencia temática a la maestría narrativa de su autor.

V.- Después de permanecer en el olvido, el siglo XIX supone el renacer del mito artúrico gracias a los románticos ingleses, al músico Richard Wagner y a Mark Twain (Un yanqui en la corte del rey Arturo). Luego vendrían los pintores prerrafaelistas y las ilustraciones de Howard Pyle y Aubrey Beardsley para fijar la imaginería artúrica. 

A día de hoy esta materia perdura en nuestra memoria gracias al texto de John SteinbeckLos hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros y la película de John Boorman, Excalibur. Ambas obras se basan en la canónica de Malory y son excelentes. Hay que recordar que Steinbeck no se propuso realizar una mera actualización del mito, sino que su intención era reescribirlo como una leyenda viva, "reinventando lo legendario en pleno siglo XX con toda su capacidad simbólica y onírica" (Rosa Montero).

El rastro de las leyendas artúricas llega hasta los caballeros Jedi de la saga Star Wars, las fantásticas Crónicas de Narnia de C.S. Lewis o hasta ayer mismo en la entretenidísima Kingsman.

Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda han adquirido sin duda, la categoría de arquetipos en la cultura occidental. 




BONUS 
-Sobre el mito del Rey Arturo, aquí hay una artículo tan ameno como exhaustivo.
-El blog Glatissant, dedicado el atema artúrico, nos explica la vulgata
-Una conferencia de Victoria Cirlot sobre el Grial y la experiencia visionaria.

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